Murat, en el nombre de Peña
Columna JFM

Murat, en el nombre de Peña

03-02-2016 Cuando los padres han construido todo, a los hijos sólo les queda el derrumbarlo.

                                            Karl Kraus

Nunca he creído que las famas, buenas o malas, las capacidades o el desempeño se heredan con los apellidos. No es verdad y es injusto hacerlo. Pero éstos pesan y en ocasiones ese peso puede ser insoportable o, por el contrario, puede ser el acicate para iniciar un camino propio.

La designación de Alejandro
Murat para el gobierno de Oaxaca es muy probablemente la más personal de las decisiones asumidas por el presidente Peña a la hora de definir las candidaturas de su partido para los comicios de junio. Alejandro no era el mejor posicionado en las encuestas, tampoco el peor;
Alejandro no tiene mala fama pública, pero hereda en automático negativos de su padre; hace demasiado poco tiempo, apenas 12 años, que José Murat fue gobernador en la entidad, ha seguido todos estos años operando localmente y para muchos no dejó, precisamente, buenos recuerdos; existe un claro enfrentamiento entre los grupos políticos de su padre con los de su sucesor, el exgobernador Ulises Ruiz, y con su antecesor, Diódoro Carrasco, los dos también con fuerte presencia en el estado.

Alejandro tendrá, además, que ganar ante el propio Tribunal Electoral, porque su elegibilidad, será cuestionada por sus adversarios, ya que argumentarán que no tiene los cinco años de residencia y por no ser originario del estado (nació en el Estado de México). Deberá enfrentarse a una alianza PAN-PRD que, si no se equivoca a la hora de elegir candidato (o sea si elige a José Antonio Estefan, el único de los aspirantes que puede canalizar apoyos de ámbitos diferentes, incluyendo el Partido de la Revolución Democrática, el Partido Acción Nacional y hasta sectores priistas) tiene posibilidades reales de ganar.

Con todas esas dificultades enfrente, con todo y, pese a tener otras opciones el presidente Peña (no me cabe duda que fue una decisión personalísima), optó por Alejandro, ¿por qué?

Alejandro Murat tiene una formación casi tecnocrática, diferente a la de su padre, inteligencia natural, juventud y una relación añeja y estrecha con el presidente Peña y también con Luis Videgaray. Eso parece haber sido definitorio a la hora de optar por él en lugar de por opciones que podrían haber transitado con muchos menos problemas, como Gerardo Gutiérrez Candiani,e incluso, Mariana Benítez.

Alejandro ha dicho que su padre ya pasó y que iniciará una nueva etapa. Tiene que hacerlo, tiene que dejar atrás a su padre y a su enfrentamiento casi compulsivo con Ulises Ruiz y con Diódoro Carrasco, tiene que hacer olvidar autoatentados y apoyos subrepticios a la Sección 22, las propiedades en México y Nueva York y, sobre todo, enterrar un viejo estilo de hacer política.

No será fácil. Incluso, el hecho de que José Murat pareciera haber recibido como regalo de bodas la candidatura de Alejandro fue disonante. El exgobernador se casó el sábado con su pareja de tiempo atrás, Aurora Alcántara, hermana de Roberto Alcántara, el muy exitoso empresario mexiquense, uno de los hombres más cercanos al propio presidente Peña Nieto (la madre de
Alejandro, Lupita Hinojosa, una mujer querida y respetada, incluso, por los más acérrimos adversarios de José, murió hace ya 16 años). Se ha dicho que el ex- gobernador hará una larga luna de miel e incluso que durante la campaña, y si gana Alejandro durante la administración de su hijo, radicará en el extranjero.

Debería hacerlo: hemos visto muchos casos recientes de enormes daños políticos provocados por el involucramiento de padres en el desempeño de gobierno de sus hijos, porque éstos se lo permitieron o porque no supieron impedirlo. Pero, incluso así, nunca antes el hijo de un político en activo, exgobernador hace apenas dos sexenios de su estado, ha tenido que convivir con un hijo candidato y aspirante a gobernador de la misma entidad. Es un peso (o un lastre)
enorme.

Con todo, el secreto para Alejandro Murat no estará en la luna de miel o la residencia de su padre en el extranjero. Estará en su forma de hacer y entender la política y en el equipo que lo acompañe. Hasta ahora, quienes hicieron trabajo territorial en el estado impulsando su candidatura han sido, salvo excepciones, gente cercana al exgobernador.  Ha llegado a la candidatura apoyado en ese equipo. No debería hacer campaña ni gobernar con él. Debería tener un equipo y generacionalmente distinto, propio,
que le permita establecer un puente generacional que trascienda a su padre, pero que restaure heridas y genere nuevas vías de comunicación y que no se estanque en los agravios mutuos pretéritos.

El priismo oaxaqueño no ha tenido, porque está atrapado, sobre todo, en la disputa Murat-Ulises, un verdadero cambio generacional: ha estado estancado. La posibilidad real de Alejandro Murat de trascender ese vacío es saltando sobre él y proponiendo algo nuevo. Es un desafío enorme, pero que debe ser asumido como una línea de cambio, no de continuidad de una saga política.

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