29-02-2016 Para Jorge, ocho años después
No se trata de dos hechos aislados. Ambos se dieron en puntos distantes de la ciudad de México y en ámbitos completamente distintos pero sin embargo unidos por la impunidad. El jueves, elementos de la PGR, detuvieron a Jorge Emilio Esquivel Muñoz, El Yorch, quien forma parte del grupo Okupa Che, que mantiene ocupado desde hace 14 años el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y letras de la UNAM.
Según la PGR lo detuvo en posesión de 50 envoltorios de cocaína en piedra, 26 pastillas psicotrópicas y una bolsa con mariguana en greña, con un peso aproximado de 300 gramos. El Yorch no es la primera vez que es detenido y como especificaron las autoridades de la UNAM, no tiene relación alguna con la institución: no es alumno, ni maestro ni trabajador. Pero es uno de los líderes de los ocupantes. En respuesta los personajes que ocupan el auditorio efectuaron actos vandálicos en el circuito que está frente a la Facultad de Psicología rumbo a Insurgentes. Los jóvenes, con rostros ocultos, y que se identifican como anarquistas, incendiaron un vehículo de vigilancia, causaron destrozos en la Oficina Central del Departamento de Vigilancia con bombas molotov y prendieron fuego en contenedores de basura de la universidad para utilizarlos como barricadas.
El rector Enrique Graue demandó que se liberara el auditorio Justo Sierra pero dijo que no tiene fuerza como para hacerlo. Las autoridades, que desde que recuperaron en el año 2000 las instalaciones de CU, después de un año de huelga, no han vuelto a ingresar a la UNAM, si no es bajo pedido de las propias autoridades universitarias, no intervendrán en CU ni para perseguir delitos flagrantes. Recuperar el Justo Sierra para la comunidad universitaria debería ser una operación sencilla, pero que requiere ser bien organizada porque allí estos grupos tienen armas y explosivos, pero tiene que partir de una petición expresa de la rectoría a las autoridades federales y de la ciudad.
Lo que es inadmisible es que estos grupos, puedan no sólo tener ocupado un espacio universitario durante tres lustros para utilizarlo de centro de operaciones y de hotel de paso, para vender desde drogas hasta tamales, sino que además recurran a la violencia contra la institución universitaria, sus trabajadores, maestros y alumnos cada vez que quieren sin que nada ocurra. Ciudad Universitaria no puede ser un espacio de extraterritorialidad, donde se confunde la imprescindible autonomía (que es un requisito básicamente académico) con la impunidad como para cometer cualquier delito. Es como con el fuero legislativo: debe servir para que nadie sea perseguido por expresar libremente sus ideas en el quehacer político, no como patente de corso, para cometer cualquier delito. El sólo hecho de que haya que debatir si se tiene que quitar o no a alguien que ocupa ilegalmente un espacio universitario durante quince años es la mejor demostración de lo grave del deterioro en los sistemas de impartición de justicia y de su percepción por la sociedad.
Lejos de CU, en el barrio de Tepito, casi al mismo tiempo que se detenía al Yorch, Elementos de la Policía de Investigación (PDI) de la procuraduría capitalina,ingresaron a un bodegón en la calle Tenochtitlan donde aseguraron más de 80 kilos de marihuana y detuvieron a cinco posibles distribuidores. Cuando estaban intentando trasladar a los detenidos, los agentes fueron violentamente atacados por un grupo de supuestos vecinos, que golpearon policías y destrozaron patrullas, generando un enfrentamiento que duró varias horas.
En el barrio de Tepito, donde coexisten historias de gran raigambre popular y social, junto con una vieja, antiquísima, tradición comercial, operan los grupos más violentos de la delincuencia en México. Allí tampoco puede existir extraterritorialidad. Cada vez que se intenta un operativo en Tepito las cosas terminan en fuertes enfrentamientos. Ocurrió la semana pasada y había ocurrido la anterior y también en enero. Pero lo cierto es que en Tepito se puede encontrar de todo, desde armas de asalto hasta drogas, desde allí operan desde extorsionadores hasta secuestradores y el hecho es que hay quienes creen que la autoridad, como ocurre con CU, no puede o no debe ingresar a Tepito para no generar violencia.
Es, se ha dicho muchas veces, el síndrome del 68: el temor a que la intervención de las autoridades termine en matanzas. Creo que mucho más allá de eso (han pasado ya muchos años, tres generaciones para que ese sentimiento siga vivo) lo que hay es una debilidad institucional creciente que va de la mano con una falta de respeto a las leyes, a las normas básicas de conviviencia, que son las que generan, al final de cuentas, esa impunidad que tanto nos duele pero que exigimos cuando algún acto legal nos afecta, sin importante si es siquiera justo o no. No puede, no debe haber ni fueros ni espacios de extraterritorialidad, ni impunidad, y eso se aplica tanto a Tepito como a Ciudad Universitaria.