13-04-2016 No entiendo porqué el presidente Peña no irá a la cumbre de las drogas de la ONU, el próximo día 19. Incluso por la forma en que se divulgó el comunicado de prensa, la semana pasada, parecía que lo que se cancelaba era el viaje de la fuente presidencial y que como ya ha ocurrido en otra ocasión, el presidente Peña iría en un viaje relámpago a Nueva York, participaría en la cumbre y estaría de regreso ese mismo día. El lunes, en Alemania, Claudia Ruiz Massieu aclaró que será ella la que llevará la representación de México a la cumbre y que establecerá una posición clara y firme sobre el tema.
No dudo que la canciller, que está teniendo un muy buen desempeño, puede hacerlo con toda certidumbre, pero salvo que se sepa algo muy diferente a lo que todos sabemos respecto a lo que ocurrirá en la cumbre, creo que hubiera sido mejor que el presidente Peña presentara la posición de México.
Quizás lo que sucede es que no sé si como país tenemos una posición definida sobre el tema y me imagino que el presidente no ha querido asumir costos.
Porque hay posiciones muy divergentes sobre el tema de las drogas que oscilan desde una visión absolutamente prohibicionista y por ende represiva, hasta la de la absoluta legalización de las drogas, como si ello fuera una panacea. Esas dos posiciones son demasiado integristas, extremas y es en el centro, en los grises, donde pueden encontrarse los espacios de consenso.
Que los acuerdos aún son escasos lo demuestra la respuesta que ha tenido la propuesta del senador Roberto Gil Zuarth sobre la legalización de la marihuana. Terminó siendo una iniciativa personal en la que ni siquiera una parte de los senadores del PAN acompañó al líder de la cámara alta. No es una mala iniciativa, al contrario, pero creo que estamos muy lejos aún de ese tipo de consensos sobre la marihuana.
Este es un camino que se debe recorrer en etapas. Todo indica que sí saldrá adelante la autorización para el uso medicinal de la marihuana. Me parece un buen primer paso, incluso la Suprema Corte, que negó la semana pasada un amparo a una empresa que quería autorización para desarrollar productos medicinales con base en la cannabis, explicó que eso no implicaba que su posición fuera necesariamente en contra del uso medicinal de la yerba. Y en el Congreso (y también en el Ejecutivo, con base en lo dicho por el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio) existen consensos para sacar adelante el uso medicinal, incluso antes de que concluya este periodo ordinario.
Las diferencias están en otros puntos: el principal de ellos cuando se confunde lo que debe ser un tema de salud pública con uno de seguridad. Legalizar o no la marihuana desde la óptica de la salud pública es un debate legítimo. Desde una visión prohibicionista se podría decir que resulta irracional que en épocas en que estamos poniendo límites al consumo del tabaco se intente abrir espacios de consumo para un producto que, se diga lo que se diga, puede causar daños en muchos ámbitos de la salud y de la vida social. Pero el hecho es que existe un consumo amplio de marihuana y el mismo se está generalizando en muchas naciones de Occidente. La simple decisión de prohibir el consumo ni es suficiente ni puede tener éxito por sí mismo. Una posición más abierta que con claridad despenalice el consumo (ya despenalizado en parte) me parece justa y necesaria. Aunque en eso, también debe existir claridad. Si las autoridades no se pueden poner de acuerdo ni siquiera en la cantidad de droga que puede portar realmente un detenido para su consumo, ¿cómo van a diferenciar a un consumidor de un narcomenudista?.
Pero eso nos lleva a otro tema. La seguridad pública. Lo que no se puede hacer, porque sencillamente es un falacia, es sostener que legalizando la marihuana se fortalecerá la seguridad pública. No es verdad. No existe un solo dato que avale esa afirmación y mucho menos la avala la realidad. El crimen organizado, en todas sus variables, hace ya tiempo que dejó de ser el de bandas dedicadas a la venta de marihuana, un comodities que está lejos de ser el más valioso: el dinero (y el poder) de verdad está en las drogas sintéticas, la cocaína, la heroína, pero también en el secuestro, la extorsión, el robo de gasolinas y de todo tipo de productos.
No se puede engañar a la gente diciéndole que legalizando la marihuana mejorará la seguridad pública. La respuesta para el desafío que implican las drogas tiene que pasar por despenalizar y legalizar progresivamente el consumo y la producción de marihuana para uso personal y, al mismo tiempo, mantener con mucha firmeza una estrategia de seguridad que rompa los grupos que, a partir de la droga, han destrozado la vida de millones de familias. Esa visión integral, salud, derechos y seguridad pública, me hubiera gustado que estuviera presente, a través del presidente Peña, en la cumbre de la ONU.