17-05-2016 Puede ser el pulso definitivo, el duelo de cara al sol del cual uno de ellos no podrá salir vivo. La CNTE ha iniciado el que puede ser su camino hacia el fin. Ha lanzado un paro nacional en su momento de mayor debilidad y cuando no logra organizar y movilizar ni siquiera sus bases en Oaxaca, Michoacán, Guerrero y Chiapas.
El intento es desesperado como escribió ayer Pascal Beltrán del Río, pero tiene una lógica detrás: buscar el error del enemigo, o sea del Estado en general y de Aurelio Nuño, el secretario de Educación Pública, en particular. No están esperando ganar, esperan que el otro pierda. No van por el largo plazo sino por la coyuntura: el objetivo es tratar de mantener el movimiento hasta el 5 de junio y tratar así de influir y jugar con los resultados electorales.
No será fácil para la CNTE: se han quedado sin los recursos de antaño, sin respaldos más allá del que les ofreció Morena y se han enfrentado a una voluntad política diferente a la de los dos primeros años de esta administración. Si entonces la norma fue concederles todo, ahora es aplicar la reforma y la ley. Esa es el arma pero también el principal instrumento de Nuño: de la misma forma en que se le arrebató de las manos el IEEPO a la sección 22 (que era la verdadera fuente de poder y recursos de la CNTE) y se han ido imponiendo los criterios de la reforma educativa, ahora le tocará demostrar que la ley no será letra muerta para quienes falten tres días consecutivos a clases: deberán perder su plaza.
Es en ese terreno en cual intenta desafiar la Coordinadora y es precisamente allí donde, según lo visto en este primer día de “paro nacional”, está fracasando estrepitosamente: las escuelas de Oaxaca están trabajando, como la mayoría de los otros tres estados donde la Coordinadora tiene influencia. En el resto del país no hay visos ni siquiera remotos de un paro nacional.
Si el paro no es masivo, como no lo ha sido hasta ahora, la aplicación de la ley se facilita y los costos de hacerlo son menores. Si a eso se suma que existe una convocatoria para hoy para una nueva etapa de evaluación en Michoacán, tenemos el escenario idóneo para una posible derrota estratégica de la Coordinadora si es que el gobierno federal no comete errores. ¿Cuál podría ser el error? Tener la tentación de negociar cuando la correlación de fuerzas le favorece.
Eso se relaciona también con el movimiento del Instituto Politécnico Nacional, convergente con el de la Coordinadora. La movilización del Poli debería haber confluido con el de los maestros de la CNTE pero, como le está sucediendo a ésta, el del Poli se desinfló demasiado rápido y ahora lo único que mantiene a los restos de ese grupo es, nuevamente, buscar un error gubernamental: y en ello sería tan grave que se diera marcha atrás y se decidiera establecer un encuentro cuando ellos mismos desdeñaron el que ya estaba acordado, como cometer alguna acción represiva que les diera argumento para continuar un movimiento que ya está muerto. Nuño tenía ahí también un instrumento muy importante y que mostró que estaba decidido a usar: si continuaban tomadas las vocacionales y se seguían perdiendo días de clase, los alumnos perderían el semestre. Los dirigentes del movimiento han perdido, desde entonces, todas las votaciones en las escuelas y han tenido que ir regresando los planteles, aunque han tratado de mantenerlos aún cuando no cuenten con el apoyo de la mayoría de los alumnos.
Lo que sucede tanto con el movimiento de la CNTE como con el del Poli es sencillo: no pueden prosperar y crecer porque no tienen fundamento y por lo tanto tampoco bases reales. Y sus posibilidades dependen, básicamente, de un error de su adversario, en primer lugar de Aurelio Nuño, que el secretario de Educación ni ha cometido ni está dispuesto a cometer. Por lo pronto algunos de sus adversarios están tratando de ver con estos lances de qué madera está hecho.
La historia más negra de la izquierda
Se cumplen 50 años del inicio formal de la llamada Revolución Cultural China, la página más ignominiosa de la izquierda maoísta en la historia (sólo emulada por sus discípulos del khmer rouge, de Pol Pot en Camboya), cuyas repercusiones siguen hasta hoy. El desprecio de cierto sectores que se dicen de izquierda radical por el pensamiento independiente, por la cultura que no sea militante, por una educación de calidad y por el respeto a las costumbres de la sociedad, es un reflejo de esa “revolución cultural” que encandiló a muchos en los años 60 sin comprender que estaba basada en el desprecio por la inteligencia, en la intolerancia, la persecución y la tortura, en un ejercicio de escarnio de las masas contra todo el que fuera disidente o diferente, incluyendo aquel que tuviera el arrojo de leer un libro que no fuera el famoso y tristemente célebre librito rojo de Mao. Era en realidad, un intento profundamente conservador de destruir la vieja tradición humanista, basada en la fe en el futuro, la educación y la cultura sobre la que nació la verdadera izquierda.