18-05-2016 La escena ya la conocemos: en una de las avenidas de acceso a Toluca avanza un Rolls Royce (precio aproximado unos 340 mil euros, o sea unos siete millones de pesos) resguardado por dos automóviles y dos motocicletas que cubren sus laterales, el frente y la retaguardia, ocupados por seis custodias armados. Para abrirse paso en el tránsito, las motos dan encerronas a los carros que no quieren apartarse para dejar pasar al Rolls Royce. Una joven conduce su carro y transporta a su padre, un Policía Federal que viene de cubrir dos turnos completos en la corporación. El carro de la joven es encerrado por una de las motos lo que casi le provoca un accidente. El padre reclama al motociclista que con ayuda de otros cinco custodios, acompañados por el fornido, en realidad notablemente gordo e inconfundible, conductor del Rolls Royce, lo bajan del carro y le dan una paliza formidable. Al policía lo salva que es pleno día y que hay gente que comienza a videograbar el ataque. Los agresores huyen e incluso se dejan abandonada una moto BMW en plena calle.
Ocurre en muchas ocasiones con distintos cuerpos de custodia pero éste es doblemente perturbador, primero, porque participa el conductor de un automóvil de lujo tan singular (se venden unos muy pocos al años en México) que es tan fácilmente identificable, como un signo de opulencia hasta casi insultante en una sociedad como la nuestra; segundo, por el despliegue de seguridad del personaje; tercero, por la saña con que él mismo golpea al policía en cuestión que obviamente no está en condiciones de enfrentarse a seis custodias y un energúmeno, todos armados. Cuando las imágenes comienzan a divulgarse, en redes sociales apodan el caso como el de Lord Rolls Royce. No me gustan esos sobrenombres, no se trata de un Lord, mucho menos de un caballero: es un patán que se llama Emir Garduño Montalvo. Dice ser constructor y tener diversos negocios aunque nadie sabe, bien a bien, de qué vive, ni siquiera su hermano, un regidor por la alcaldía de Toluca que dice que no habla con él de esos temas porque respeta su provacidad (¿si su hermano llega a la comida familiar con un carro de lujo extremo, con seis custodias armados, incluyendo dos carros y dos motos de resguardo, usted no le preguntaría para qué diablos necesita tanta seguridad, a qué se dedica?).
Lo cierto es que hasta el día de hoy este hombre no ha sido localizado. Tendría que ser fácil hacerlo, no es alguien que sea difícil de reconocer, asumiendo además que ahora sabemos que este tipo también está relacionado con una averiguación de homicidio y que apenas el 22 de noviembre pasado fue visto y captado por las cámaras de un bar en Metepec cuando amenazaba a otras personas con una pistola y sus custodias trataban de contenerlo. Sin embargo, si no hubiera ocurrido este incidente que se tornó viral, nadie hubiera sabido de los crímenes y desmanes de Emir Garduño Montalvo, nadie, ninguna autoridad, estaba interesada en localizar a un presunto criminal que se paseaba por Toluca con un Rolls Royce, seis custodias, dos motos y dos carros de seguridad.
Es una burla y un drama. Una burla porque éste hombre, por la causa que sea, goza de impunidad. Un drama porque como resultó con ese otro personaje oscuro, aquel que apodaron Lord Ferrari, nos encontramos con hombres que cuentan con custodias armadas y un despliegue de seguridad que no usan empresarios o políticos poderosos y que no se sabe sencillamente siquiera de dónde salen. ¿Quién les da las licencias, quién les proporciona las armas, quién certifica que esos custodios sean honestos, quién garantiza que lo sean ellos mismos?.
La seguridad privada es una necesidad, pero quienes gozan de ese privilegio deben cumplir normas estrictas, deben ser personas con integridad para que no la terminen utilizando como un verdadero ejército privado que opera con total impunidad. Según Alto al Secuestro, en el estado de México hubo el mes pasado 45 secuestros ¿cómo evitarlos o combatirlos si pueden transitar caravanas de hombres armados agrediendo transeúntes y protegiendo a un presunto criminal sin que nadie los moleste?¿quién puede asegurar que con ese despliegue no se pueda, además de agredir, delinquir, secuestrar, matar?.
La seguridad privada puede ser de una gran ayuda en la seguridad pública, pero sin un control estricto de quienes gozan de ella y de sus elementos, nadie puede garantizar que esos ejércitos privados no se conviertan en un instrumento más de la delincuencia. Por eso, en todos los casos, quienes contratan esos elementos de seguridad se tienen que hacer responsables de sus hechos mientras estén en funciones. No vaya a ser que, como sucedió con Lord Ferrari, el día de mañana, uno de los custodias aparezca muerto y su jefe, pagando un dinero a sus víctimas, libre cualquier responsabilidad penal. Basta de ejércitos privados sin control de la fuerza pública.