27-05-2016 Son sencillamente impostores. Manejan discursos que no tienen nada que ver con sus reales intenciones y convicciones. Levantan banderas que pisotean diariamente con su accionar. Agreden y lastiman porque saben que mientras se ejerce la violencia nadie puede pensar. Hay muchos: en las campañas electorales en curso nos vamos a encontrar a más de un candidato en los que se adivina la impostura, pero pocos movimientos políticos pueden competir con la impostura de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), sobre todo, porque intentan sostener en un discurso, como el derecho a la educación, a un movimiento político profundamente reaccionario que desprecia, tanto, la educación como a los verdaderos maestros y a los niños que se forman con ellos.
Decía Mahatma Gandhi que “en la actualidad la gente sólo se preocupa por sus derechos. Recordarle que también tiene deberes y responsabilidades es un acto de valor que no corresponde, exclusivamente, a los políticos. A pocos se les puede aplicar tan bien como a los líderes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. En la contaminada Megalópolis han realizado un bloqueo de cuatro horas en la autopista México-Toluca y, luego marchas, plantones en el centro de la ciudad y han decidido instalarse en Bucareli, frente a Gobernación, de donde, verá usted, serán nuevamente desalojados.
En Chiapas estos dizque maestros, alimentados por activistas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Ejército Popular Revolucionario, han desatado todo tipo de actos violentos. Se dan el lujo de secuestrar dentro de la iglesia de San Cristóbal al presidente del Congreso local y al de un partido político, atarlos en el kiosco de la plaza central, amenazar con quemarlos vivos y pensar que esos son actos de legítima protesta. Es una barbaridad y cuando uno ve los medios afines a este movimiento, dicen que en Chiapas hay represión y mano dura porque osaron desalojar a los de la Coordinadora de los bloqueos que tenían desde hace días paralizada la ciudad. En Oaxaca, los de la Sección 22 bloquean centros comerciales, avenidas y carreteras porque exigen, además de revocar la Reforma Educativa, la libertad de los maestros presos: lo que no dicen es que los “maestros presos” están en esa condición acusados de secuestro, intentos de homicidio, graves delitos electorales, entre otros, incluyendo fraude y mal uso de recursos públicos. No son maestros presos, son presuntos delincuentes encarcelados por violaciones graves a las leyes. No importa: vienen los comicios del 5 de junio y a ver si a río revuelto pueden pescar algo.
Hasta ahí no hay nada nuevo. Lo que llamó la atención es que en Chiapas, Oaxaca, Michoacán y Guerrero, donde operan estos señores de la Coordinadora, el 99 por ciento de las escuelas trabajó normalmente. Qué bueno, pero entonces la pregunta es quiénes son los que marchan hacia la Ciudad de México y los que participan en bloqueos y enfrentamientos en los estados, si el 99 por ciento de los maestros está en clase. Y la respuesta es obvia: no son maestros, quizás muchos de estos personajes pueden ocupar y cobrar una plaza de maestro, pero, sin duda, nunca han estado frente a un salón de clases. Su sueldo no lo ganan ejerciendo como maestros, sino como manifestantes y algunos como golpeadores. Son impostores.
Llama, también, la atención que en las marchas de Chilpancingo, Acapulco y en la Ciudad de México se insista ahora en que los de la Coordinadora son acompañados por familiares “de los 43”. Insisto en un punto los jóvenes desaparecidos y asesinados en Iguala tienen una multitud de familiares o éstos tienen el don de la ubicuidad. Pero más allá de eso: ¿qué tienen que hacer los familiares de los 43 protestando contra la Reforma Educativa? ¿No que lo suyo era un movimiento humanitario en busca de sus hijos? Entre los que manejan a los familiares y, entre ellos, algunos de los mismos familiares la impostura es, sencillamente, una norma más.
Por cierto, y hablando de los 43 y de imposturas. Resulta que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dice que está en quiebra y que requieren que los países miembros paguen sus cuotas para sobrevivir. Alguno de sus dirigentes dijo que uno de los países en deuda era México, pero resulta que México no sólo está al día con sus cuotas, sino que, incluso, ha aportado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos más de lo que por obligación le correspondía. Con un agregado: la saña (algunos dirán rigurosidad) con que se han portado los señores de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con México, no tiene paralelo con la notable tibieza con que la CIDH trata a dictaduras y gobiernos profundamente autoritarios como Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, no han intervenido en la crisis de Brasil, jamás cuestionaron al régimen de los Kirchner ni tampoco las violaciones a derechos humanos con nuestros migrantes en Estados Unidos, y esos sí son, paradójicamente, los países que no pagan sus cuotas a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El dramaturgo Heinar Kipphardt decía que “hay gente dispuesta a defender la libertad hasta que no quede de ella el menor vestigio”. Los impostores son de esos.