15-06-2016 Andrés Manuel López Obrador ha mostrado, por un momento, su verdadero rostro con su toma de posición ante el encarcelamiento de los dirigentes de la Sección 22 de la Coordindora, Rubén Núñez y Francisco Villalobos: “Es un acto cobarde, propio de rufianes” dijo, y formó una comisión encabezada por Martí Batres, para buscar la liberación de los sindicalistas, además de convocar una marcha… el Día del Padre.
A López Obrador que su gente robe dinero para la causa nunca le ha parecido un problema. No reaccionó cuando vimos a René Bejarano y otros dirigentes suyos llevándose maletas de dinero en las oficinas de Carlos Ahumada, mucho menos cuando éste aseguró que eran el pago de las extorsiones que le hacían esos dirigentes y funcionarios. La reacción con Ahumada fue terrible: lo envió largos años a la cárcel. A Bejarano lo envió a un cómodo spa en el reclusorio oriente por un año y los demás, en su mayoría, siguieron junto a él: ahí está Claudia Sheinbaun, constructora de los segundos pisos, de los que no tenemos aún información oficial, y ahora delegada en Tlalpan, aspirante a gobernar la Ciudad de México, que se regaló un viaje a Europa todo pagado con sus hijos con el dinero que recogió su esposo de las oficinas de Ahumada, según decía en la grabación Carlos Imaz.
Ya lo dijo López Obrador, cualquiera que se afilie a Morena queda libre de pecados y eso se aplica para todo tipo de corruptos y de políticos que han estado siempre en sus antípodas, como Manuel Bartlett, ahora cercanísimo a Andrés Manuel. Le ha dado trabajos de todo tipo a sus colaboradores, incluyendo la venta de alimentos en cárceles a su chófer y luego jefe de seguridad, Nicolás Mollinedo. López Obrador jamás se ha dignado a explicarnos de qué vive, aunque en toda su vida adulta desde que dejó el Partido Revolucionario Institucional de Tabasco, en 1987, sólo tuvo un empleo remunerado en los cinco años en que fue jefe de Gobierno del Distrito Federal, tampoco de dónde vienen sus ingresos (dice que como presidente de Morena recibe 60 mil pesos mensuales) y los de su familia, se opone a cualquier mecanismo que le exija presentar su tres de tres (¿paga impuestos, tiene conflictos de interés?). ¿Por qué, entonces, tendría que ser diferente con los líderes de la Coordinadora?
¿Qué importa si se robaron el dinero de los trabajadores, si lo pusieron a trabajar ilegalmente en un esquema de lavado similar al de los grupos delincuenciales? ¿Qué importa si bloquean una ambulancia en Chiapas ocasionando la muerte de dos niños llevados de urgencia a un hospital o si este fin de semana en Tabasco, queman, con su ocupante dentro, el carro de un médico que quería llegar a atender a un paciente? ¿Qué importa si secuestran y trasquilan a otros maestros porque simplemente quieren trabajar? ¿Si venden sus plazas, si se roban millones, si secuestran camiones y tráileres para robarse la mercancía (o la gasolina) y después revenderla? ¿A poco es importante que sus miembros, también dizque para financiarse, se hayan convertido en secuestradores, que hayan mantenido a niños durante cinco meses en una cisterna, encadenados, para cobrar un rescate? ¿Qué importa que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación le descuente 20 pesos mensuales a cada uno de sus afiliados para “defender” a esos secuestradores encarcelados?
Alguna vez le preguntaron a Franklin Delano Roosevelt (al que ahora a Andrés Manuel López Obrador le gusta citar) por qué no se deshacía de Anastacio Somoza, el terrible dictador nicaragüense. Roosevelt, pragmático, contestó que “Somoza era una hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Lo mismo podría decir López Obrador de Núñez, Villalobos y los demás dirigentes de la Coordinadora: son los suyos, no importa lo que hagan. En el momento en que se convierten, quedan libres de todo pecado.
Hace algunos meses, Hugo García Michel hizo un largo recorrido por las características de la que muchos llamamos la izquierda idiota, la que abreva de los Castro, de Chávez, de Maduro, de los hermanos Ortega, la que un día es peronista y al otro nacionalista, lulista o papista, pero siempre caudillista, que abjura de los valores liberales y de los derechos de los demás, pero que los reclama para sí. En ese texto García Michel decía que la izquierda idiota es, esencialmente, reaccionaria, maniquea, cursi, ciega, caudillista, prejuiciosa, intolerante, políticamente correcta y políticamente torpe. Pero, por sobre todas las cosas, es una izquierda que no sabe de principios sino de intereses, cuyo objetivo es, simplemente el poder y para llegar a él está dispuesta a todo.
Y ahí van de la mano con los líderes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, haciéndole guiños a las iglesias para negar derechos a mujeres y gays a cambio de apoyo y prometiendo el cielo a los conversos. Aliados así, no los tiene ni Obama.
Por cierto, qué rápido que aprendió ese juego Agustín Basave que ya ha pedido la liberación de Núñez y Villalobos esos dos “militantes sociales”.