23-06-2016 La renuncia de Manlio Fabio Beltrones a la presidencia nacional del PRI no es, ni remotamente, un adiós a la política activa. Es, sí, una forma de asumir responsabilidades y errores, que los tuvo, en la dirigencia partidista, pero ha sido también una forma de mostrar, desde su perspectiva, qué es lo que no está funcionando en su partido, en el gobierno, en la relación recíproca entre ambos y, sobre todo, por dónde deben ir los caminos que lleven al PRI hacia el 2018.
En México, los políticos no renuncian con discursos largos y conceptuales y tampoco abriendo expectativas de futuro. Manlio habló el lunes más de media hora ante el comité político nacional de su partido y si bien asumió su responsabilidad por las derrotas, lo que quiso fue mostrarse como un político que ve más allá de esos resultados (obviamente sin ignorarlos), pero también reclamó corresponsabilidades. Demandó a los gobiernos priistas que se comprometan con su partido, que compatibilicen posiciones y las integren, pero también le pidió al PRI manejarse con autonomía para atender las demandas sociales y convertirse en vigilante de las propias administraciones priistas. Dijo que en ese terreno el verdadero desafío era pelear por un proyecto de nación, que es el que está en peligro, y anunció tras su renuncia que se tomaría un periodo de reflexión.
¿Cuál es el futuro de Manlio? Se va de la dirigencia del PRI con una dolorosa derrota en las espaldas, pero no derrotado: sabe que debe buscar un nuevo camino, pero también que tiene varias opciones, incluso la de la candidatura presidencial de 2018 si decidiera lanzarse como una suerte de outsider del propio priismo, en caso de que ninguna de las candidaturas impulsadas desde el gabinete por el propio presidente Peña (con el que tuvo mucho cuidado de no deslindarse) puedan fructificar.
En estos días, se supone que el presidente Peña deberá tomar decisiones en torno a su equipo, sin duda respecto a la presidencia nacional del PRI y, sobre todo, después de los resultados electorales y de un escenario que se le ha deteriorado durante todo junio de forma increíble, respecto a su propia administración y a cómo encarar el 2018. Escribía Aguilar Camín días atrás, haciéndose eco de muchos que piensan igual, que Peña debe decidir entre su proyecto de gobierno y su partido, incluyendo el 2018. Creo que se equivoca: Peña debe tomar decisiones que le permitan sacar adelante un gobierno demasiado instalado en su zona de confort, al mismo tiempo que debe idear las condiciones para hacer competitivo al PRI en el 2018.
Las dos cosas no son excluyentes, deben ser complementarias, porque en las actuales condiciones y de frente ya al quinto año de gobierno no se puede avanzar sin generar expectativas para el futuro. Y eso es lo que está diciendo Manlio Fabio en su discurso de despedida de la presidencia del PRI.
El escenario se tendrá que definir en estos días con la designación del sucesor de Manlio, pero también con otras medidas que le permitan al gobierno recuperar una iniciativa que ha perdido. Habrá que estar atentos a quién se designa al frente del PRI (¿José Calzada? ¿Emilio Gamboa? ¿Osorio Chong? ¿Una figura absolutamente nueva pero con prosapia priista como Claudia Ruiz Massieu?), porque tendrá la tarea de renovar el discurso y la organización de ese partido pero, sobre todo, debe hacerse cargo de las elecciones del Estado de México, Coahuila y Nayarit. Malos resultados del priismo en esos estados podrían dejarlo fuera de la competencia real en el 2018.
Pero también hace falta instrumentar otras políticas gubernamentales mucho más integrales, en las que el gobierno defienda sus propias visiones de la realidad. Me parece muy bien que se dialogue con la CNTE y la Sección 22, pero ¿cuándo defenderá y se reunirá el gobierno federal con los maestros que sí trabajan en Oaxaca, en Chiapas y en el resto del país?, ¿con los comerciantes, los operadores de turismo, los padres de familia, con los transportistas que han perdido desde autobuses hasta tráileres, con los empresarios a los que les han robado sus productos o que han sufrido daños graves a su economía por los bloqueos o los robos de la Coordinadora, con los propietarios de tiendas departamentales, de conveniencia, de agencias de automóviles que han sido saqueadas, quemadas, bloqueadas?, ¿cuándo con los familiares de los policías heridos, mutilados, quemados?, ¿cuándo con los familiares del fotógrafo Elpidio Ramos, asesinado el sábado en Juchitán por los saqueadores, cuándo con los maestros violentados y trasquilados en Comitán? Porque hacer política sólo para los que recurren a la violencia más extrema es legitimarles, al tiempo que ignorar a sus víctimas es dejarlas nuevamente en el desamparo legal y político.
Para quienes sufren cotidianamente de la violencia y las agresiones de los grupos más radicales también debe haber respuesta y política. Esos son los que han votado por un cambio en contra del PRI, pero no han elegido a Morena. Y fueron los que el 5 de junio ganaron las elecciones.