01-07-2016 A pesar de que toda la atención pública se ha concentrado tanto en las consecuencias de los bloqueos en Oaxaca como en las del Brexit, con sus repercusiones tanto en la economía global como en la campaña presidencial estadunidense, lo cierto es que hay cosas que se están moviendo en el escenario político nacional que muestran hasta qué punto los procesos electorales de 2017 y 2018 están ya entre nosotros.
Para empezar, en Veracruz se han dado dos movimientos importantes. Por una parte, la vergonzosa agresión que sufrieron el gobernador electo de ese estado, Miguel Ángel Yunes Linares, el presidente nacional del PAN, Ricardo Anaya, y el responsable electoral de ese partido, Santiago Creel, por parte de ese impresentable instrumento político llamado Los 400 Pueblos, encabezados por César del Ángel, un personaje que ha estado en cuantas provocaciones se han presentado en ese estado, y en otros, en los últimos años.
Para nadie es un secreto tanto la cercanía de César del Ángel con el exmandatario Fidel Herrera, como la animadversión alimentada por años de rencores contra Yunes Linares, desde que éste fue secretario de Gobierno en la administración de Patricio Chirinos. Los 400 Pueblos es el grupo que el sexenio pasado, día con día, por un dinero, engalanaba el Paseo de la Reforma con sus mítines de hombres y mujeres encuerados para demandar algo que nadie sabía muy bien qué era, más allá de la mera provocación política.
El hecho es que el miércoles, cuando los tres dirigentes panistas fueron al Congreso local a pedir que no se eligiera el nuevo fiscal anticorrupción hasta que se instalara la próxima administración estatal, fueron despedidos con golpes, les arrojaron piedras, destrozaron sus camionetas, varios de los integrantes de la comitiva terminaron heridos. Un hecho vergonzoso que no registró intervención alguna de las fuerzas de seguridad para impedirlo.
Un día después, desde las oficinas de Bucareli llegó una orden terminante al priismo local: cuando se instalara la sesión del Congreso, se tendría que retirar en forma inmediata de la orden del día la designación del fiscal anticorrupción. Era el corolario de lo que horas antes, casi al mismo tiempo que se producía la agresión a los panistas, había dicho la presidente del PRI, Carolina Monroy, que esa designación podía ser legal, pero no era ética.
Es una señal de que se van a mover muchas cosas en el ámbito de las demandas anticorrupción en varios estados, desde el PRI y desde los otros partidos y puede haber algunas sorpresas en forma rápida, antes de que incluso asuman las nuevas administraciones locales. No se quiere llegar a las elecciones de 2017, y mucho menos a las de 2018, con la carga de la denuncia.
Por otra parte, ahondando en 2017, la propia Carolina Monroy aceptó que sí quiere ser candidata a gobernadora por su partido en el Estado de México. Estará en la presidencia nacional del PRI por lo menos durante 60 días y, una vez que el Consejo Nacional de ese partido designe a un nuevo presidente, regresará a la Secretaría General y buscará esa candidatura. Existe, claro, la posibilidad de que pueda quedarse al frente del partido, pero todo indica que su mira está puesta en Toluca.
Allí, en la capital mexiquense, su declaración movió intereses, y el mismo día del anuncio de Carolina se informó que otra aspirante, Ana Lilia Herrera, dejaba el Senado para incorporarse al equipo de Eruviel Ávila, como secretaria de Educación. Ana Lilia tampoco oculta que quiere ser gobernadora. Y faltan otros aspirantes, como Alfredo del Mazo, que también buscarán suceder a Eruviel.
Mientras tanto, el PAN tiene un problema en el Estado de México: su candidata más idónea es Josefina Vázquez Mota (que podría garantizar una alianza con el PRD), pero la exaspirante presidencial no quiere tomar decisiones hasta que no se decida el liderazgo del blanquiazul en la entidad. No irá con un partido que esté encabezado por Ulises Ramírez. Eso tendrá que decidirse en septiembre.
En el PRD, este fin de semana, se tiene que decidir quién reemplazará a Agustín Basave en la presidencia nacional. Hay, como siempre, muchos nombres, pero todo indica que en esta ocasión a la corriente Nueva Izquierda no le alcanzará para imponer nueva presidencia. La razón estaría en el distanciamiento que han tenido con Miguel Ángel Mancera, que sigue aumentando su peso en el partido, y en la confluencia de las demás corrientes en busca de una candidatura propia. Y si las cosas no cambian, la nueva presidenta tendrá que ser la actual secretaria de Educación de la Ciudad de México, Alejandra Barrales, quien es, de todos los nombres que se han puesto en circulación, sin duda la más capacitada para esa posición.
Mientras tanto, en Morena, donde no tienen que decidir ni dirigente ni candidato, juegan su propio juego, que se llama, de la mano con la CNTE, desestabilización. A ver hasta dónde estiran la liga.
PD: Nos tomaremos unos días de vacaciones. Estas Razones estarán con ustedes nuevamente el lunes 18 de julio.