02-09-2016 El episodio Trump será uno de los más recordados de esta administración. El diálogo y la negociación son partes consustanciales de cualquier estrategia política y en ese sentido no está mal que un mandatario de México, como se llame, se siente con un candidato a la Presidencia de Estados Unidos, aunque éste represente, como lo reconoció el propio presidente Peña, luego de escuchar el discurso de Donald Trump en Arizona, un peligro para México.
Muchos han dicho que no les gustó la visita de Trump a México, a mí tampoco. Incluso, la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México lo declaró persona non grata. El personaje es detestable, pero no es ni el único ni el primero de esa categoría que nos visita. En México hemos tenido como visitantes e invitados a más de un sátrapa y a personajes que no pueden generar el más mínimo entusiasmo democrático. Si dicen que en la política se deben tragar sapos, en la diplomacia mucho más. Así que, aunque no se comparta, se puede entender la necesidad de invitar a un tipo como Trump.
Ahora bien, el propio Trump le ha dado al gobierno mexicano el mejor argumento para distanciarse, definitivamente, de él. El candidato republicano, una vez más, mintió y lo hizo frente al propio Presidente de la República. No vino, como algunos creyeron, a mostrarse con un tenor más presidencial, vino a mentir. Cuando aseguró que habían hablado del muro, pero no de quién lo pagaría, mintió como lo señaló el presidente Peña, quien pecó de ser demasiado buen anfitrión al no corregir a Trump en la propia conferencia de prensa.
También, creo, como dijo Andrés
Oppenheimer, que el presidente Peña perdió una buena oportunidad de hablarle a los estadunidenses, no a los mexicanos, en su intervención del miércoles, junto a Trump. Está muy bien que el presidente Peña pida respeto por los mexicanos y que diga que su responsabilidad es defenderlos en donde estén. Pero faltó decir que, precisamente, por ello, el señor Trump no puede calificar a los mexicanos de “violadores y criminales”, tengan o no papeles. Ésas son las palabras de la ofensa de Trump que han dejado marcado en los mexicanos y en la campaña estadunidense. Y frente a él habría que haberlo reiterado.
Alguien dirá que de esa forma se rompían los acuerdos que permitieron la reunión, pero la verdad es que el primero que rompió esos acuerdos fue Trump cuando mintió sobre el tema del muro y cuando saltando, también, los mismos, permitió preguntas de la prensa estadunidense en un evento donde se había explicitado que no las habría. Y faltaron reflejos para, entonces, permitir un par de preguntas de la prensa mexicana, a Peña y, sobre todo, a Trump que estoy seguro que no hubieran sido muy indulgentes.
Pero me parece mucho más grave lo que ocurrió después, en Phoenix, Arizona. En su discurso sobre migración el candidato Trump dijo todo lo contrario de lo que sostuvo en México, o mejor dicho, dijo lo que no dijo en nuestro país cinco horas antes. Volvió a reiterar que expulsará a 11 millones de migrantes, anunció un mecanismo de deportación directa de cualquier persona sin papeles que redundará en una ruptura de familias de dimensiones inconcebibles, reiteró el compromiso sobre la construcción del muro, incluso, se dio tiempo de burlarse de las autoridades de México cuando aseguró que el muro se construirá y que México lo pagará: “Ellos todavía no lo saben, dijo, pero lo pagarán”.
¿Qué beneficio dejó, entonces, la visita de Donald Trump? Prácticamente ninguno, por ende, las autoridades mexicanas tienen que actuar ante un desaire diplomático y político a una invitación realizada de buena fe. Y tiene que existir un deslinde con Trump y lo que él representa. Si el presidente Peña, realmente, piensa que las propuestas de Trump son un peligro para México, una vez realizado el gesto de invitarlo, luego del desaire, lo que corresponde es combatir esas propuestas. Donald Trump no aceptó la mano que se le tendió y hay que actuar en consecuencia.
Pocas cosas son en este sentido más importantes para la diplomacia mexicana que un encuentro del presidente Peña con Hillary Clinton, porque, aceptando que la reunión que sostuvo con Donald Trump tenía como base la posibilidad de que éste fuera el próximo mandatario estadunidense, lo cierto es que las encuestas muestran que mientras las posibilidades de Trump de llegar a la Casa Blanca son de apenas 20 por ciento, las de Clinton son de 80 por ciento. Y creo que ante
Hillary, por la forma y el tiempo en que se dio la visita de Donald Trump, las autoridades mexicanas han quedado mal colocadas.
Debe haber una rectificación y un gesto político importante en ese sentido: si Clinton viene a México la recepción debe ser mucho más abierta y cálida, incluso, si no puede venir a México en una fecha muy próxima se debe acordar un encuentro con Peña en la frontera o en Estados Unidos. Porque apenas terminada la visita a México, Trump demostró en Arizona por qué política y diplomáticamente, hay que votar por Hillary Clinton.