29-09-2016 El mejor momento del debate entre Hillary Clinton y Donald Trump se produjo cuando la candidata demócrata le recriminó al republicano que, por primera vez en 40 años, un aspirante presidencial no quisiera dar a conocer su declaración fiscal. Clinton con toda razón se preguntó por qué Trump no quería dar a conocer esa declaración: podía ser, dijo, porque lisa y llanamente no pagara impuestos (las dos únicas declaraciones que se conocían de Trump habían sido presentadas en ceros); porque estuviera encubriendo propiedades; porque sus negocios no fueran tan exitosos como dice.
La respuesta del republicano fue que no podía dar a conocer su declaración fiscal porque estaba siendo auditado. Tanto Clinton como el moderador del debate le dijeron que las autoridades fiscales habían dicho que no había problema alguno para divulgar esos documentos, estuviera o no auditado, pero Trump sigue negándose a divulgar esos documentos “por consejo de sus abogados”.
Trump alega que como es un empresario metido a político, puede ser “injustamente perseguido” por ello. En realidad, es exactamente lo contrario: Trump está obligado a dar a conocer esa información, primero porque la gente tiene derecho a saber por quién vota y qué representa, pero además, porque los conflictos de interés que existen en torno a Trump son enormes. Ayer nos preguntábamos, por ejemplo, qué influencia tendrían a la hora de gobernar, los 22 países del mundo donde tiene negocios, si su simpatía con Vladimir Putin deviene de las sociedades que tiene en Rusia o si su animadversión con México no tiene como fondo las demandas por fraude que recibió en nuestro país luego de estafar a un grupo de inversionistas en el 2009 con un desarrollo en Baja California Sur. Según Trump sus conflictos de interés se solucionarán porque si es elegido Presidente, pasará el control de sus negocios a sus hijos, como si eso pusiera una distancia entre él, sus propiedades e intereses.
En fin. Lo cierto es que en eso, y en muchas otras cosas, se parece a Andrés Manuel López Obrador. Trump miente sobre su fortuna, López Obrador sobre su austeridad. Durante años hemos preguntado de qué vivía López Obrador y nunca hemos tenido respuesta. Luego de cansarse de descalificarla, López Obrador tuvo que presentar su declaración Tres de Tres y mintió: dice que no tiene cuentas de cheques ni tarjetas de crédito, no tiene automóvil ni propiedades, vive con apenas 50 mil pesos al mes que le paga el Movimiento Regeneración Nacional (antes había dicho que él no recibiría un peso de su partido) y a pesar de que días antes de la declaración presumía de pagos de hasta 20 mil dólares por conferencia y de que en muchas ocasiones había dicho que vivía de las regalías de sus libros (que algunos calificaban como de “los más vendidos” de México, lo que estaría, por lo menos, por comprobarse), lo cierto es que en su declaración Tres de Tres no aparece ingreso alguno por conferencias o regalías. Según López Obrador no tiene nada porque todo, como Trump, se lo pasó a sus hijos.
Pero desde que dio a conocer su Tres de Tres, se ha descubierto que López Obrador no sólo no informó de sus hipotéticos ingresos de regalías y conferencias, sino que tampoco declaró sus propiedades, como el rancho de La Chingada, del que tiene usufructo vitalicio. Y ahora The Wall Street Journal informa que además tiene dos departamentos en Coyoacán, de unos 250 metros cuadrados, adquiridos en el 2002, cuando era jefe de gobierno capitalino, por 109 mil dólares de aquella época, que tampoco ha reportado.
Olvidemos por un momento preguntar cómo con un salario de 60 mil pesos mensuales y manteniendo, entonces, a su familia y sus hijos que eran estudiantes, ahorró para comprar los departamentos: pudo haber recibido un crédito hipotecario bancario o de alguna institución pública, incluyendo el gobierno capitalino, sería bueno saberlo, pero el hecho es que López Obrador hoy es el propietario de esos inmuebles y, como sucede con el rancho de Palenque, no lo declaró. Dicen en su equipo de campaña que lo que sucede es que la transferencia a sus hijos ha tardado porque la anterior esposa de López Obrador, fallecida en 2003, murió intestada. Puede ser, pero resulta difícil de creer que un proceso notarial tan sencillo dure la friolera de 13 años. Más allá de eso, el hecho es que los departamentos siguen siendo de su propiedad.
Se ha dicho que son descuidos, que López Obrador es un hombre tan desinteresado de los bienes materiales que hizo con prisas su Tres de Tres y que por eso tiene errores. En lo personal no lo veo tan desinteresado de los temas materiales, pero independientemente de ello, un hombre que por tercera ocasión quiere ser Presidente de todos los mexicanos lo menos que podría hacer es exhibir con claridad su patrimonio y no tratar de ocultarlo una y otra vez. Lo que hace que se especule sobre su honestidad es, sencillamente, la falta consciente de transparencia y la negativa constante de respondernos la pregunta más sencilla ¿de qué vive? ¿Paga o no impuestos? Como Trump.