18-10-2016 Lo que queda del EZLN ha convertido una buena parte de los Altos de Chiapas y de la selva chiapaneca en una suerte de territorio liberado, gobernado por sus propios usos y costumbres y manteniendo a la población en la ignorancia y el atraso, todo eso financiado, desde el gobierno de Ernesto Zedillo, por generosos recursos públicos que llegan con regularidad, gobierne quien gobierne el estado y el país.
Los acuerdos firmados durante la administración Zedillo, le dieron al EZLN el control tácito sobre un territorio tan grande como Suiza y desde allí, luego de una intensa disputa entre los comandantes de esa organización, sobre todo después de aquella gira que realizaron al iniciar el gobierno de Vicente Fox, que llevó a la separación de Marcos de la máxima dirigencia de ese grupo, el EZLN se ha concentrado en hacer crecer esas bases y a toda una generación de jóvenes indígenas formada en una especie de escuela de cuadros permanente. Han tenido recursos, control político y social, y el resultado es que hoy son más pobres que en 1994. De allí provienen muchos de los grupos que han intentado desestabilizar en los últimos meses a Chiapas y también algunas de las expresiones más radicales de la Coordinadora; ellos son los que han ocupado reservas naturales y los que juegan políticamente cada fin de sexenio, como lo han hecho desde su levantamiento original, para mantener sus espacios y prerrogativas.
Ahora, el EZLN ha dado una nueva vuelta de tuerca y ha anunciado que participará en las elecciones de 2018, lanzando la candidatura independiente de una mujer indígena. Todo mundo ha celebrado que, aunque sea con todas reservas del caso, el EZLN (que salvo esos pocos días de 1994, nunca se comportó realmente como una guerrilla) se reconozca como lo que es, una fuerza política, así sea menguante, y acepte participar en la vida electoral del país. El único que rechazó con duros términos esa participación ha sido Andrés Manuel López Obrador, que en su cuenta de Twitter calificó al EZLN de “huevo de la serpiente”, de dividir a la izquierda y de trabajar para el gobierno.
Y es que a López Obrador la aparición de cualquier opción que no lo reconozca como líder en el ámbito de la izquierda le parece una traición. Buscó acuerdos estratégicos con la Coordinadora, sobre todo en Oaxaca, y no los encontró: la CNTE quizás pueda confluir con Morena en 2018, pero ellos desde hace décadas llevan su propia ruta y agenda. Por cierto, allí en Oaxaca, fueron clave para que no ganara precisamente la candidatura de izquierda, dividiendo los votos del sector.
Ahora, el EZLN lanza una candidatura que buscará aglutinar a parte de la llamada izquierda radical que cuando vota lo hace por López Obrador. Mientras tanto, el PRD está construyendo también su propia candidatura para 2018: pese a las enormes presiones que ejerce Morena sobre el PRD, lo cierto es que la mayoría del partido del sol azteca es consciente de que ir junto con López Obrador en los comicios presidenciales significaría, en los hechos, su desaparición como partido, porque terminarían absorbidos por la estructura de Morena. Pero, además, porque ya es hora de que el PRD asuma su propio perfil. Por eso está construyendo una candidatura en torno a Miguel Ángel Mancera, en la que aliado con grupos independientes, Movimiento Ciudadano y el PT, intentará dar la pelea en 2018.
Sin duda tres candidaturas de izquierda debilitarán las posibilidades de López Obrador, que no está dispuesto a negociar su propia candidatura con ninguna de las otras fuerzas, pero demuestra también que eso que llamamos izquierda (al igual que las derechas) no tiene un común denominador, una ideología común y tampoco lo son sus aspiraciones políticas. Hay que insistir en un punto: ser opositor férreo no significa ser de izquierda; decir que se está a favor de los pobres, tampoco. Decirse de izquierda y tener una alianza con sectores muy conservadores de la iglesia para no abordar temas como el matrimonio igualitario o los derechos de la mujer es una falacia tan grande como decirse revolucionario y mantener a los pueblos indígenas de Chiapas atados a usos y costumbres que frenan a las mujeres y le impiden educarse a los niños y jóvenes.
Hay muchas izquierdas en México (la mayoría de las cuales terminan siendo en realidad grupos nacionalistas, conservadores y restauradores del “pasado revolucionario”) y lógicamente tendrán sus propias expresiones electorales. Ésa es una buena noticia porque sólo así podrá expresarse y consolidarse una verdadera alternativa socialdemócrata y moderna en el país.
Por cierto, ¿qué mejor expresión de esa seudoizquierda nacionalista, conservadora, restauradora, que la oposición terminante, militante, de Morena y de los representantes de Ayotzinapa para que se le otorgue la Medalla Belisario Domínguez a Gonzalo Rivas, el hombre que murió al salvar decenas de vidas en diciembre de 2011, cuando los jóvenes de esa normal prendieron fuego a una gasolinería en Chilpancingo?