23-11-2016 En los primeros días de diciembre, se presentará públicamente el proyecto en el que viene trabajando desde hace meses el jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, de cara al 2018. Se trata de una amplia alianza en la que participaría el PRD, junto con Movimiento Ciudadano (en forma destacada Enrique Alfaro y Dante Delgado), el PT y personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, Alejandro Encinas, Patricia Mercado, independientes (incluso se estaba negociando con Jaime Rodríguez El Bronco al respecto) y distintos grupos sociales y políticos en torno a la candidatura del propio Mancera, pero, sobre todo, de una propuesta que el jefe de Gobierno insiste en calificar como progresista, más allá de cualquier otra etiqueta.
Como decíamos días atrás, es una buena propuesta que puede y debe tener tiempo de maduración para afianzarse y que puede nuclear a muchos disconformes con las fuerzas políticas tradicionales, incluyendo en ello al PRI, al PAN, a Morena y, por supuesto, al propio PRD, que tendría en una alianza como esa la posibilidad de reconfigurarse y encontrar esa personalidad que le ha robado, en parte, Morena.
Hay muchos que en el PRD ven con buenos ojos ese avance conceptual y político, incluyendo a la presidenta nacional del partido, Alejandra Barrales, y también, me dicen, corrientes como Los Galileos y personajes como Fernando Belaunzarán y Miguel Barbosa. Otros, los menos, están desde hace tiempo mirando hacia López Obrador, aunque saben que serán “perdonados” no tendrán posiciones de peso con él, pero lo suyo es acercarse al poder no a las convicciones. Y hay varios más que miran hacia el pasado.
La creación de un polo como el que plantean Mancera y otros es imprescindible para el perredismo porque es el instrumento que lo puede blindar políticamente, acercarlo al electorado independiente harto de las fórmulas partidarias tradicionales y evitar así que el partido se termine fracturando ante las presiones que el Movimiento Regeneración Nacional ejercerá sobre él y sus militantes en la misma medida en que se vaya acercando el 2018. Es una muy buena noticia para quienes creen, creemos, en la necesidad de consolidar una corriente de centroizquierda en el país.
Por eso resulta tan desconcertante que los gobernadores Graco Ramírez, Silvano Aureoles, Arturo Núñez y, más desconcertante aún porque no es miembro del PRD, Carlos Joaquín, hayan convocado el lunes a un encuentro del cual “enteraron, pero no invitaron” a otros actores del perredismo, como la propia Barrales, y al que le dieron un tono claramente anti-Mancera. Lo del nuevo gobernador de Quintana Roo creo que fue una novatada, que él fue el primer sorprendido por el sentido del encuentro y por eso mismo durante la conferencia de prensa, simplemente, no dijo ni una palabra. De los otros tres gobernadores, por lo menos, dos de ellos, Graco y Silvano han dicho alguna vez que quisieran ser candidatos presidenciales, aunque no cuentan con una carrera que ya inició y ninguno de los dos entra en la lista de simpatías de López Obrador. Arturo necesita más que nadie el cobijo del PRD porque Morena lo ha colocado en las filas de sus enemigos.
¿Qué sentido tiene esa suerte de TUCOM antimancerista y que se quiere llevar en el camino a la propia Barrales? Alejandra ha dicho que es una expresión legítima de un grupo de perredistas y es verdad, pero esa expresión legítima se equivoca y está lastimando lo que dice que quiere defender.
Si nos basamos en las encuestas, hoy el PRD, incluyendo el polo amplio que se intenta crear, está todavía lejos del primer lugar. Pero, más allá de que a las encuestas les ha ido muy mal últimamente, lo que hay que medir es otra cosa, es, sobre todo, la necesidad de un discurso y una opción progresista y si las cosas son operadas correctamente estoy convencido de que es un movimiento que puede crecer y, sobre todo, tener agenda en lo electoral y también para después, de cara al futuro. Parece que Graco y Silvano están viendo al pasado o utilizando ese instrumento como una mala carta de negociación.
Para el PRD los caminos parecen bifurcarse y ello implicará, más temprano que tarde, tomar definiciones, en primer lugar en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, donde necesitará ir con alianzas que le den peso y trascendencia a su voto.
NO INVESTIGARÁ A HILLARY
Uno de los gritos que se escuchaban siempre en la campaña de Donald Trump era que enviaría a Hillary Clinton a la cárcel por el sonado caso de los mail enviados desde una cuenta personal cuando era secretaria de Estado. Pero la política de mandar a la cárcel a los adversarios no es buena, y eso deberíamos aprenderlo en México, donde con tanta facilidad se cree que la cárcel es la solución a todos los problemas. Ayer en The New York Times (otro enemigo electoral de Trump) le preguntaron al Presidente electo si investigaría a Clinton y lo rechazó: “Sería algo muy divisivo para el país”, dijo Trump, y “no es algo que sienta que necesito hacer”. Mucho de lo que se dice en las campañas no se hace en el poder.