30-11-2016 No, la propuesta de los gobiernos de coalición no surge para frenar a López Obrador. Morena tiene tantas posibilidades como cualquiera de formar gobierno o ser parte del ejecutivo en una estrategia de gobiernos de coalición. El punto es la gobernabilidad. Vamos hacia una elección donde habrá cuatro o quizás hasta cinco candidatos competitivos, donde nadie tendrá ni remotamente mayoría en el congreso, y quien sea el ganador, con el actual sistema, arribará a Los Pinos con cerca del 30 por ciento de los votos, en contiendas donde difícilmente participará más del 60 por ciento de los electores nominales.
Quien gane las elecciones del 2018, será por ende un presidente débil, con posibilidades escasas de poder sacar adelante proyectos estratégicos serios. Se podrá decir que la forma en la que llegó al poder Enrique Peña Nieto no fue muy diferente y que sin embargo salió adelante la agenda del llamado Pacto por México. Es verdad, pero también habría que asumir que esa fue más una excepción derivada de la coyuntura y de una ventana de negociación que se terminó cerrando en cuanto concluyó el propio ciclo de reformas.
Lo que viene para el 2018 será mucho más parecido a lo sucedido en España durante el último año, con cuatro partidos que se dividieron en cuatro el electorado, que no terminaron de llegar a un acuerdo y que generaron un vacío que duró casi un año. Ello se rompió sólo cuando dos de ellos, Ciudadanos y el PSOE decidieron darle al PP la oportunidad de gobernar aunque en un marcada minoría.
Las propuestas de gobiernos de coalición que han presentado, cada uno en su ámbito, Manlio Fabio Beltrones y el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, coinciden en lo sustancial y pueden ser el instrumento idóneo para ganar gobernabilidad y darle mucha mayor estabilidad a nuestros gobiernos, tanto en el ámbito federal como local.
Lo que ha propuesto Manlio y que ayer presentó como iniciativa de ley Moreno Valle para su estado Puebla, es un mecanismo que permite tener verdaderos gobiernos de coalición. Quien logre más del 42 por ciento de los votos se hace del ejecutivo y decide cómo y con quién gobernar: no necesita ni requiere si así lo desea coligarse con nadie. Si el ganador obtiene menos del 42 por ciento está obligado por ley a alcanzar con sus rivales, alguna coalición que le permita gobernar. Tiene un mes para presentarle al congreso, sea local o federal, esa propuesta institucional. Si en un mes tampoco se pudo conformar una coalición entonces se recurriría a una segunda vuelta, que sería entre los dos primeros en la elección, quienes podrían ir cada uno de ellos, con aliados para esa competencia. En la propuesta de Manlio, no sé si así también está contemplado en la de Moreno Valle, en esas listas de la segunda vuelta, cada candidato podrá competir con los logotipos de los partidos que deseen apoyarlo aunque no sea el suyo.
Sería muy difícil que se llegara a una segunda vuelta. Cualquier partido que haya ganado en la primera elección aunque no llegue al 42 por ciento, tendría que estar demasiado fuera de la realidad, para no ofrecerle a otro u otros, un espacio en su administración y una amalgama de sus programas, con tal de llegar al poder. Pero, por sobre todas las cosas, eso es lo que permitiría tener un programa claro de gobierno, con una mayoría parlamentaria que evitaría que las iniciativas terminen en la congeladora. Hay algunos puntos que tienen que afinarse, por ejemplo, qué sucedería si, por la razón que fuera, esa coalición gobernante se rompiera. Pero en términos generales, es una propuesta que genera estabilidad, gobernabilidad, y que combina muy adecuadamente el mantenimiento de un sistema presidencialista con un fuerte componente parlamentario.
Se trata de las dos mejores propuestas de reforma que se han planteado en muchos años. Y una solución a los muchos problemas de gobernabilidad que se presentan y que se acrecentarán con el paso de los años en un país cada día más plural y con menos fuerzas hegemónicas.
Castro y Mandela
Ya es un exceso que López Obrador se compare a sí mismo nada menos que con Benito Juárez, pero que diga que Fidel Castro fue un hombre que estuvo a la altura de Nelson Mandela es un insulto a la inteligencia. Castro llegó al poder en 1959 y lo conservó en forma unipersonal hasta el 2008 aunque desde entonces hasta su muerte lo siguió compartiendo con su hermano Raúl. Cuando llegó al poder, Fidel se dijo indignado en un discurso en La Habana de que Fulgencio Batista hubiera gobernado nada menos que once años. Los Castro han estado 58 años en el poder, ejercidos de forma unipersonal, sin partidos de oposición, sin más medios de comunicación que los suyos, sin libertad de manifestación ni de opinión, mucho menos de movimiento de su gente.
Mandela luchó contra el colonialismo y la segregación racial. Estuvo preso en las peores condiciones durante 27 años, cuando salió de prisión impulsó una política de reconciliación entre razas y clases, fue el primer presidente de raza negra en su país y dejó el gobierno al concluir su periodo de cinco años, porque no quiso perpetuarse en él. Pudo construir una dictadura pero decidió ser un demócrata. Sus recursos los dedicó a la filantropía. En sus exequias estuvieron todos los líderes mundiales, de todos los colores políticos. Prácticamente ninguno de ellos fue el día de ayer a despedir a Castro.