01-12-2016 “Oh, vosotros los que entráis,
abandonad toda esperanza”.
Dante Alighieri
Hoy cambiarán los gobiernos de Veracruz y Oaxaca. Por distintas razones, los dos estados tendrán una jornada convulsa, compleja. Veracruz está viviendo una crisis de gobernabilidad que abarca casi todo, desde las finanzas hasta la seguridad, con un gobernador, Javier Duarte, con licencia y prófugo de la justicia y un gobernador entrante, Miguel Ángel Yunes Linares, que promete dar a conocer información que, dijo hace semanas, “estremecerá” a México.
Mientras tanto, en Oaxaca, el joven priista Alejandro Murat reemplazará a Gabino Cué, que fue gobernador por la coalición PRD-PAN, y allí la tensión es generada por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que amenaza con boicotear la toma de posesión del hijo del ex gobernador José Murat.
En el caso de Veracruz, el desafío de Miguel Ángel Yunes es enorme. Veracruz es uno de los estados más ricos del país y sin embargo hoy está azotado por crisis de todo tipo, desde financiera hasta de seguridad, de gobernabilidad y energética, laboral y educativa. No hay dinero, las instituciones no están funcionando adecuadamente o de plano algunas de ellas no funcionan, estamos ante un estado que puede terminar de derrumbarse si no se toman medidas adecuadas en forma rápida.
Yunes Linares no es un político improvisado, al contrario. Ha tenido importantes posiciones a nivel estatal y federal. Es también un hombre controvertido pero que si logró neutralizar la durísima andanada que recibió en el proceso electoral puede encaminar las cosas. Su mayor problema, si no lo traicionan los rencores, es el tiempo.
Los cambios constitucionales que modificaron el calendario electoral, estaban pensados para un estado con estabilidad y gobernado por el PRI. Ahora en plena crisis, habrá alternancia de poder, en seis meses habrá elecciones para renovar todas las alcaldías del estado (los comicios municipales en Veracruz son históricamente muy competidos), y en julio del 2018 habrá nuevamente elecciones para gobernador que coincidirán, además, con las presidenciales. O sea que de los dos años que durará la administración de Yunes Linares, un año y medio el estado estará en campaña electoral y los meses restantes serán los de la transición hacia el nuevo gobernador. Restaurar instituciones, economía, poder, autoridad, seguridad en unos pocos meses y en una estado en constante efervescencia electoral será muy difícil. Yunes podría hacerlo pero la ambición, legítima de hacer justicia con el pasado tendrá que combinarse con una muy intensa búsqueda de acuerdos para el presente y el futuro inmediato.
¿Qué pasará con Javier Duarte? Me imagino que poco después del cambio de poderes será detenido. Si eso aún no ha ocurrido es porque hacerlo mientras mantenía su licencia como gobernador generaba dudas sobre si aún contaba o no con fuero, un tema sobre el que no hay opiniones definitivas. Una decisión posterior de la justicia respecto a que al momento de ser detenido todavía contaba con fuero hubiera tirado cualquier acusación en su contra por faltas al debido proceso.
En Oaxaca, la crisis la pone la Coordinadora y la propia política local, que suele estar tan enredada y hecha bolas como su delicioso quesillo. Alejandro Murat ganó con poco más del 32 por ciento de los votos. La alianza PAN-PRD obtuvo cerca del 25, Morena casi 23 y el PT 11 por ciento. Una coalición antipriísta, aún sin Morena hubiera ganado con facilidad. El PRI obtuvo en estos comicios menos votos que en el 2010, cuando perdió el estado, pero en esta ocasión sus opositores estaban divididos. Allí Benjamín Robles fue el que rompió, se fue al PT (que a su vez rompió la alianza que ya había hecho con PRD y PAN) y permitió, con ello, el triunfo de Alejandro.
Si bien Alejandro tendrá en el congreso una representatividad mayor, lo cierto es que enfrentará una oposición muy dura que, por otra parte, y como vimos en el proceso electoral, tiene la costumbre de pulverizarse en varios grupos que, además, suelen cambiar con frecuencia de posición o mejor dicho traicionarse entre sí. Y tiene enfrente a los grupos de la Coordinadora, con su extraña relación con otras organizaciones radicales e incluso armadas.
Alejandro Murat tendrá que llegar a acuerdos, a consensos muy amplios para gobernar, pero también tendrá que poner distancia política con su padre, con el ex gobernador José Murat, un hombre controvertido, activo políticamente y con adherentes y muchos adversarios en el estado. Seguir una línea identificada con su padre, con funcionarios u operadores que hace apenas dos sexenios gobernaron con su padre perpetuaría la división profunda que ha habido entre los más poderosos grupos políticos del estado en los últimos cuatro o cinco sexenios locales.
Esa será la primera prueba con la que Alejandro será medido, por sus aliados y adversarios. Cuenta a su favor con su inteligencia, juventud y con la cercanía y aprecio que le tiene el presidente Peña.