13-01-2017 Para algunos es el villano favorito, para otros el Presidente que construyó las reformas más profundas que tuvo México desde el cardenismo. Para López Obrador, es “el jefe de la mafia”, que incluye a absolutamente todos los que no estén con el propio Andrés Manuel. Para algunos priistas significa la añoranza de un pasado cercano que se les fue y para otros es alguien que se debe escuchar y consultar. Los hay quienes creen que está distanciado con el presidente Peña, pero antes decían que había sido su creador.
Probablemente, todos tienen algo de razón y mucho de error. Carlos Salinas de Gortari sigue siendo un expresidente influyente (quizás, menos de lo que se cree en algunos ámbitos, más en otros), pero que sigue estando magníficamente bien informado y que resulta un personaje clave para saber qué hay que hacer y cómo con Estados Unidos. No sólo porque encabezó la negociación más larga e importante de la historia del país para concretar, después de cuatro años, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, sino también porque a partir de esa negociación pudo saber quiénes eran los sectores y personajes aliados y adversarios de México. Y los últimos están muy presentes en el futuro gobierno de Trump.
El miércoles y jueves pasados transmitimos en el programa Todo personal, en Proyecto 40, una larga entrevista con Carlos Salinas sobre la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el futuro del mismo. Me quedo con algunos momentos de esa plática.
¿Cuáles fueron, le pregunté, los no que su gobierno le antepuso al estadounidense? Dos cosas, dice Salinas y recuerda: la señora Thatcher le dijo a Pedro Aspe cuando hicimos la privatización de la banca, “mire doctor Aspe si van a privatizar sus bancos a extranjeros no se les olvide una cosa, jamás le entreguen los dos principales bancos a extranjeros porque, entonces, están entregando su sistema de pagos”. Por eso, explica, Aspe dijo que tenía que haber un límite a la propiedad de los extranjeros en la banca mexicana. Y, entonces, ésa fue una carta que decidimos no dar”.
Otra carta, me dijo Salinas de Gortari, fue la de no respecto al petróleo. “Dije desde el principio que no habría negociación de propiedad o participación en la exploración, producción o distribución de productos petroleros en México. No vamos a modificar la Constitución para adecuarla al Tratado, vamos a hacer que el Tratado se ajuste a la Constitución. Ésos fueron, sostuvo, los dos no, el financiero y el petrolero”.
Le pregunté cuáles fueron los no de ellos. Uno, “fue el tema de las patentes, de la propiedad intelectual, que se pagaran esos derechos, que no hubiera pirateo. En eso no hubo ningún problema”. Pero en otros productos “hubo una lata tremenda”. Uno fue el azúcar por el lobby de Florida. “No querían abrir su mercado, dice Salinas y así lo tuvimos que reconocer. Pero logramos apertura total para otros tres productos: jitomate, aguacate y chile. Hoy exportamos dos mil millones de dólares de jitomate y más de mil 500 millones de aguacate y chile”.
Salinas de Gortari cree que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte se debe modernizar, pero no reabrirse. “Reabrir es que otra vez todos los intereses que no quedaron totalmente satisfechos reclamen…y, bueno, la elección de Estados Unidos la decidieron los votantes de los estados que han perdido manufacturas, principalmente Michigan, Ohio, Pennsylvania. Y dicen que se han ido a México porque los salarios son muy bajos. Si fuera por los salarios bajos, dice Salinas, Haití sería el país más industrializado del mundo. No se dan cuenta de que esas manufacturas vienen desapareciendo desde los años 60, porque Estados Unidos se está convirtiendo en una economía de servicios: lo que pierden en manufacturas lo ganan en servicios”.
Le pregunto por la próxima renegociación del TLC. “Yo creo, dice Salinas de Gortari, que lo más importante es que haya unidad nacional alrededor del propósito de hacer una buena negociación frente al vecino del norte… Lo importante es que haya una gran unidad interna y claridad en los propósitos, y vuelvo al significado más importante del TLC. En lo comercial hoy exportamos mil millones de dólares diarios de productos (a Estados Unidos). Ése es un cambio fundamental, pero hay algo más importante y son dos cosas. La primera, nos permitió relacionarnos con Estados Unidos a partir de reglas y ya no de decisiones discrecionales. Y la segunda es que antes del Tratado, conforme cambiaba el sistema capitalista, venían las decisiones del sector financiero, jalaban a la parte comercial y los gobiernos lo que hacían era ver cómo con sus aranceles trataban de alcanzar esa dinámica que tenía el sistema financiero con las decisiones que iban tomando. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte revirtió eso, y nos ha permitido dar un horizonte de certidumbre a mediano y largo plazo, para poder de esa manera ordenar nuestros procesos de inversión”.
Coincido plenamente en que ésas son dos cosas no negociables: las reglas claras y no discrecionales, y evitar que las presiones financieras modifiquen los aranceles comerciales, claves para la futura negociación.