26-01-2016 Para mi amigo Marcos Ramírez, con un abrazo solidario
Era el 5 de junio de 1995. El Zócalo capitalino estaba tomado por un plantón de militantes del PRD de Tabasco que reclamaba por el fraude electoral en las elecciones de fines de 1994 en las que, por unos 20 mil votos, Roberto Madrazo había derrotado a Andrés Manuel López Obrador, quien ya había organizado dos marchas a la capital del país y había tomado el centro de Villahermosa. El gobierno de Madrazo no tenía la simpatía del presidente Ernesto Zedillo y tampoco de su secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma.
Zedillo había llegado a un acuerdo con todos los partidos para realizar una profunda reforma electoral que implicaría la definitiva ciudadanización de los procesos electorales. Fue la que encabezó Arturo Núñez, subsecretario de Gobernación, entonces destacado priista, ahora gobernador perredista de Tabasco.
Como parte de esos acuerdos, se decidió que dos gobernadores dejarían sus cargos, por las acusaciones de fraude electoral del PRD. En el caso de Eduardo Robledo, en Chiapas, la renuncia era también una de las exigencias del subcomandante Marcos en las negociaciones que tenía en curso Moctezuma con el EZLN. Robledo renunció y fue designado poco después embajador en Argentina. Hoy, su hijo, Zoé, es senador por el PRD y uno de los precandidatos a gobernador de ese partido.
El otro era Roberto Madrazo en Tabasco. Cuando Moctezuma le informó a Madrazo que quería su renuncia, Madrazo dijo que sí y que iba a Villahermosa a organizar sus cosas para presentarla. En realidad, se sublevó contra el gobierno federal. Finalmente, Zedillo decidió mantener a Madrazo. El distanciamiento político entre el Presidente y su secretario de Gobernación se ahondaba.
Todo ese escenario, hay que recordarlo, se daba en medio de una crisis feroz. Zedillo había roto con su antecesor, Carlos Salinas. En febrero de 1995, al mismo tiempo que el secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, lograba en Washington con el gobierno de Bill Clinton un préstamo de miles de millones de dólares para evitar que México entrara en cesación de pagos, Moctezuma negociaba el acuerdo de paz con el EZLN. Pero repentinamente en la Ciudad de México se libraron órdenes de aprehensión contra Marcos y otros dirigentes zapatistas. La posibilidad de acuerdo desapareció.
Unas semanas después, Moctezuma fue a desayunar con Carlos Salinas para negociar una salida política a su enfrentamiento con el presidente Zedillo. Al mismo tiempo, el hermano mayor del expresidente, Raúl Salinas, era detenido acusado por el procurador General de la República, el panista Antonio Lozano Gracia, de ser el autor intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu.
Las tres principales operaciones políticas de apaciguamiento que había emprendido Moctezuma habían sido, de una u otra forma, abortadas desde dentro del propio gobierno: la posibilidad de un acuerdo con Marcos; Madrazo no se fue y eso significó, paradójicamente, que una figura local, como López Obrador, trajera su protesta a la Ciudad de México y aquí se popularizara; la detención de Raúl implicó la ruptura abierta con Salinas y el salinismo, de la que nunca se recuperó el PRI. Esteban era, en marzo del 1995, apenas tres meses después de asumir el cargo, un secretario de Gobernación debilitado desde dentro de la propia administración.
Regresemos entonces a ese 5 de junio en el Zócalo. Al plantón lopezobradorista le llega un regalo sorpresa: una persona estaciona un auto frente a los manifestantes y comienza a sacar de él cajas llenas de documentos. Dice que es información para López Obrador y se va sin que nadie lo moleste. Dentro de las catorce cajas está la documentación, con originales, de la campaña de Madrazo: facturas, listas, pagos, nombres. Se habían gastado unos 65 millones de dólares, unas 60 veces más que el límite legal. Nunca se supo quién entregó esa información, pero era claro que sólo había una instancia que podía tener acceso a la misma: la Secretaría de Gobernación.
Todavía hubo un último gesto que habrá que recordar en estos días. El 28 de junio de 1995, el gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, ordena la matanza de campesinos en Aguas Blancas. En la noche, cuando se conocen los hechos, Moctezuma renuncia a Gobernación por “motivos de salud”. La distancia es definitiva. La versión oficial que se difunde, ya sin Moctezuma en Bucareli, es que se trató de un enfrentamiento y se exhibe un video de dos minutos, editado, que muestra a campesinos muertos con armas.
Pero unos pocos días después, el periodista Ricardo Rocha recibe en forma anónima el video completo, más de 14 minutos, que sólo podía provenir de una instancia gubernamental, la misma que había dejado Moctezuma. No cabe duda de que fue un crimen del gobernador Figueroa (uno de los que aspiraba a reemplazar a Esteban), quien tiene que renunciar. Lo reemplaza uno de sus más cercanos colaboradores: Ángel Aguirre, sí, el mismo que regresaría como perredista y tuvo que renunciar por el caso Ayotzinapa.
Las historias crean lazos y hoy Moctezuma, sin ser miembro de Morena, está en el equipo de López Obrador. Estas historias explican por qué.