15-02-2017 La decisión del jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, de pedir la renuncia al secretario de turismo de la CDMX, Miguel Torruco, no fue porque se “enteró” por un reportaje periodístico de que el consuegro de Carlos Slim estaba en el equipo de asesores de López Obrador. La cercanía y el trabajo de Torruco con Andrés Manuel viene de mucho tiempo atrás. El mensaje de Mancera fue doble: utilizó la publicación de ese reportaje para enviar un mensaje a todo su equipo de que no se puede tener dos filiaciones diferentes y, quizás más importante, les reafirmó que sí buscará un espacio propio en el 2018.
Hace tres meses Emmanuel Macron, un joven de 39 años que había sido un socialista cercano a Jacques Attali y secretario de economía de Francois Hollande, anunció que dejaba el gobierno para formar un nuevo partido y lanzarse como candidato a la elección presidencial del 27 de abril próximo. Nadie apostaba por Macron: era demasiado joven, había implementado una reforma laboral que fue rechazada por los sindicatos, estaba casado con una mujer muchos años mayor que él, apenas aparecía en las encuestas.
Pero en apenas tres meses los astros se alinearon: a Marine Le Pen, la candidata del Frente Nacional, de la derecha ultra, que quiere separar a Francia de la Unión Europea, que es proteccionista, antiinmigrante y pública partidaria de Trump, no le alcanza para ganar: en Francia hay segunda vuelta entre los dos primeros candidatos si nadie tiene mayoría absoluta, y se ve francamente difícil que pueda alcanzar esa mayoría. El candidato de la izquierda Benoit Hamon, pertenece al ala más dura del partido socialista, derrotó a Manuel Valls y paradójicamente dejó casi sin candidato viable a los socialistas. El aspirante de la derecha, François Fillon, que tenía todo para ganar, repentinamente se vio envuelto en tantos escándalos de corrupción familiares que su candidatura se derrumbó. Y apareció Macron: joven, con cierto carisma, que reconoce no sólo no ser socialista sino que dice no ser ni de derecha ni de izquierda, con un programa liberal en lo social, europeísta con disciplina económica y mayor competitividad. Hoy, a pocos más de dos meses de la primera vuelta electoral, prácticamente nadie duda que tendrá un lugar en la boleta de la segunda vuelta y altas posibilidades de ser el sucesor de Hollande.
México no es Francia, tampoco tenemos un sistema electoral como el suyo (lamentablemente), pero los electorados contemporáneos se parecen, aprenden con rapidez de otras experiencias. Hoy las encuestas dan en las preferencias electorales para el 2018 como favorito a Andrés Manuel López Obrador, con un PAN que comienza, en ese terreno, a pagar costos por la división entre sus precandidatos y un PRI que ha caído en forma muy dura luego del gasolinazo, lejano de sus dos principales adversarios. El PRD, lamentablemente luce desfondado.
Pero como bien apuntaba ayer Leo Zuckerman uno de los puntos importantes de las encuestas es que muestran que hay un 40 por ciento de los mexicanos que no saben o no quieren decir por quién votar. Algunos creen que ese es terreno fértil para un independiente. Puede ser, pero veo difícil construir una candidatura presidencial desde la nada: un perfil como el de Macron, un hombre que participó en un gobierno de izquierda, pero que no se define ideológicamente, joven, progresista pero pragmático y con buen manejo financiero, puede convertirse en una opción.
El panorama de México no es muy diferente al francés de hace unos meses antes de que apareciera Macron, pero ¿qué pasaría si López Obrador no logra crecer más, si no logra, como lo está buscando conscientemente, el voto del centro? ¿qué sucedería si el PAN y el PRI no logran candidaturas sólidas y sin divisiones y si el PRD decide encapsularse en su estancamiento? Se abren ventanas de oportunidad. Es más, si no fuera por el factor López Obrador que polariza inevitablemente la elección, ese espacio estaría hoy disponible en forma mucha más amplia aún.
Mancera buscará ese espacio. También trata de construirlo, con hombres y mujeres de izquierda que no están contemplados por Andrés Manuel, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, colaborador y cercano políticamente al jefe de gobierno. Hay muchos otros que lo intentan desde otros ámbitos: desde Claudio X. González hasta Denisse Dresser, pasando por Pedro Ferriz. Pero creo que, como ocurrió con Macron, esas candidaturas se tienen que armar desde espacios de poder y conjuntando en torno a ellas fuerzas políticas con cierto espacio propio, más en un sistema electoral como el nuestro, donde el mismo queda en manos, desde los recursos hasta los spots de la llamada partidocracia.
No sé si Mancera pueda ser nuestro Macron, tampoco si se abrirá una ventana de oportunidad para que lo sea, pero de lo que no me cabe duda es que esa es la idea que lo está moviendo de cara al 2018.