24-02-2017 Cuando uno platicaba con el entonces gobernador de Veracruz, Javier Duarte, en los preámbulos de la elección estatal, siempre insistía en un punto: había que hacer crecer a Morena en el estado para contrarrestar a la alianza PAN-PRD y a Miguel Ángel Yunes. Duarte dijo en muchas ocasiones, en privado, que él estaba impulsando a Morena en su estado.
El acercamiento con Morena, Duarte también lo planteó en varias ocasiones con quien era entonces el presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, con quien tenía una relación que en el mejor de los casos podía calificarse como mala. Argumentaba Duarte, siguiendo una tesis que uno de sus principales asesores, José Murat (insólito futuro líder de la CNOP), siempre repite y trata de aplicar: para que gane el PRI hay que fragmentar a la oposición. Y en Veracruz eso pasaba por hacer crecer a Morena. Según Duarte, esa era la estrategia que le había permitido ganar en el estado las elecciones intermedias de 2015 y también las municipales de 2013. Duarte estaba seguro que así ganaría también la estatal, si le dejaban poner candidato, que no lo dejaron.
El resto de la historia ya la conocemos, pero que Duarte mantuvo una relación política con Morena en Veracruz es indudable, como lo es constatar que ni muy remotamente Morena en el estado llegó al nivel de confrontación que tuvieron Duarte y Yunes Linares (casi similar al que tuvo el gobernador con los Yunes priístas, Héctor y José). Con el descubrimiento de la bodega de Duarte (que quizás haya sido un hallazgo sospechoso pero oportuno) Miguel Ángel Yunes dice que ha encontrado documentación que demostraría que esa relación Duarte-Morena tenía también un respaldo económico.
No ha exhibido esa información, pero ha logrado sacar de sus casillas a López Obrador que, en cuanto llegó anteayer a Veracruz acusó a los periodistas de estar comprados. Se enojó y se fue. Utilizó las redes sociales para atacar a Yunes, algo en lo que el gobernador de Veracruz, luego de la última campaña local está más que curtido. Por eso su respuesta fue durísima, de esas que López Obrador no está acostumbrado a recibir: “Hoy, dijo en un video Yunes Linares, se descubrió cómo es (AMLO). Se enojó porque di a conocer la bodega donde Duarte guardaba información. Seguramente le preocupó que haya información que involucre a Morena en los hechos de corrupción de Duarte. Duarte les daba dinero, López Obrador, y tú lo sabes. No voy a permitir que este individuo desquiciado y bocón siga de manera impune ofendiendo, lastimando, sin que tenga respuesta”.
Luego vino la tormenta en redes sociales pero lo que es realmente importante es que Yunes Linares con esta respuesta y estrategia, logró poner a la defensiva a López Obrador y lo podrá confrontar de aquí hasta el 2018, sobre todo si logra confirmar la relación Duarte-Morena en el estado.
No es un tema menor: para este tipo de confrontación Miguel Ángel Yunes es un enemigo formidable, como lo demostró en la reciente elección veracruzana, la más dura, ruda y sucia que hemos conocido en mucho tiempo. Y López Obrador está acostumbrado a atacar pero a no a que lo ataquen, y cuando eso ocurre, suele mostrar su peor actitud, como acaba de ocurrir en el caso Tepic.
Para Yunes y para el PAN esto tiene trascendencia local y nacional. Local porque la verdadera disputa en las elecciones municipales de junio próximo en Veracruz, será entre la alianza PAN-PRD y Morena, el PRI llegará increíblemente debilitado. Y hay municipios veracruzanos que definirán el equilibrio de poder en la entidad para las elecciones de gobernador del 2018.
Pero, además, ese debate rudo entre Yunes y López Obrador se reflejará, como ha sucedido ahora, en los medios nacionales. Y a todas luces el que más tiene que perder en él es el propio López Obrador, en Veracruz y en el ámbito nacional. El candidato de Morena me parece que acaba de descubrir en Yunes aquello que decía José Francisco Ruiz Massieu de sí mismo: “como amigo soy muy bueno, como enemigo el mejor”.
Amigos y enemigos
Hablando de amigos y enemigos. Es una tontería decir que el gobierno de Peña se debía comportar con Rex Tillerson y John Kelly en forma ruda e incluso que era inútil el encuentro. México más allá de la firmeza de sus planteamientos debe actuar con la seriedad, la responsabilidad y la coherencia que le reclamamos a los otros. Con ambos funcionarios hay terreno para avanzar y ambos, en sus comparecencias de confirmación fueron serios y respetuosos con México.
Tampoco es verdad que aquel 25 de enero en Washington, Videgaray, Guajardo y Guzmán fueron maltratados por estos y otros funcionarios cuando visitaron la Casa Blanca. Más allá del desencuentro duro del presidente Peña con Trump que llevó a cancelar la visita presidencial a Washington, los funcionarios mexicanos fueron instalados en una amplia estancia en la Casa Blanca a pasos de la Oficina Oval y allí fueron a encontrarse con ellos sus homólogos estadounidenses. Si no se comprende que la administración Trump es todo, menos homogénea, no se entiende nada.