07-03-2017 Es el capítulo final de la cuarta temporada de House of Cards. Todo parece haberse conjugado en contra de la pareja de Frank y Claire Underwood a pocas semanas de las elecciones. Desde ataques terroristas hasta una investigación periodística devastadora, con un candidato opositor que les lleva varios puntos de ventaja. Claire y Frank están en un área privada de la Casa Blanca, aturdidos.
“Tres semanas y luego las elecciones, dice Frank, y luego perdemos, nos investigan y todo está perdido.
“Ganemos tiempo, le propone Claire, no podemos luchar contra todos, de a uno por vez, pero si superamos esta situación la podemos hacer funcionar para nosotros. Creemos caos, más que caos.
“Guerra.
“Miedo.
“Algo brutal, devastador.
“Estoy harta de tratar de ganarme los corazones de la gente.
“Ataquemos sus corazones.
“Podemos usar el miedo.
“Claro que podemos, concluye Frank…”.
No se por qué, pero esa escena final de House of Cards, me vino a la mente cuando vi y escuché los discursos de la celebración del 88 aniversario del PRI, el fin de semana pasado. No es que el presidente Peña, Ochoa y Claudia Ruiz Massieu (una muy buena decisión su regreso y en esa posición clave en el partido) no quieran llevar conscientemente al país al caos, pero no me cabe duda que van a la guerra, una guerra política, retórica, electoral, no militar como la que planean los Underwood, guerra al fin.
Tiene razón Peña Nieto: no se debe subestimar al PRI. Tampoco se puede pensar que entregará la plaza sin dar la pelea. Es verdad que las encuestas lo tienen en tercer lugar y que hoy la competencia parece estar entre el PAN y Morena para el 2018, pero también lo es que el electorado se sigue fraccionando, que siguen apareciendo opciones a izquierda y derecha y que “yendo a la guerra”, con una candidatura viable, el PRI puede alcanzar con su voto duro esa cota de alrededor del 30% de los votos que alcanzarán para ganar las elecciones. Es más, aunque parezca una posibilidad cancelada, podría, en acuerdo con otros partidos, sacar adelante aquella reforma electoral propuesta por Beltrones de la segunda vuelta combinada con el gobierno de coalición, que abriría muchas otras posibilidades de permanencia y gobernabilidad, para el PRI y para el resto del sistema de partidos. Pero para eso el PRI necesita ir a la guerra, necesita ser competitivo en las cuatro elecciones que habrá este año y cumplir esas expectativas no será sencillo. Pero lo que vemos en el Estado de México se puede acercar al escenario que quieren ver dentro de un año: según la encuesta que publicó ayer El Financiero, Alfredo del Mazo y Josefina Vázquez Mota están empatados con 28% y 26% de los votos, con Delfina Gómez, de Morena, mordiéndoles los talones con 22%. Juan Zepeda como candidato del PRD-PT se conserva entre el 17% y 19% de los votos (mismos que hubieran sido determinantes si el perredismo se hubiera aliado con Josefina o con Morena).
Ése es el escenario que quiere el PRI para el 2018 y ése es el único en que puede ser competitivo. Claro que la credibilidad de las encuestas está, más allá de quien las elabore, en entredicho, sobre todo porque los que aparecen como indecisos son casi el doble de los que tienen una opción definida: 37% en este estudio. En ese 37% estará en realidad la elección, asumiendo, además, que, se diga lo que se diga, los millennials, los jóvenes de entre 20 y 29 años, son muchos, son antipriitas, pero votan poco.
Con todo, los escenarios no cambiarán: en el PRI la oficialización de la candidatura de Alfredo del Mazo (que parte con casi la mitad de las expectativas de voto con que comenzó Eruviel Ávila hace seis años) fue un evento para el aparato partidario. Ésa es la apuesta y con eso se quiere ganar. No hubo imágenes memorables, tampoco discursos que trascendieran en sí mismo. Simplemente había que mostrar músculo.
El domingo el de Vázquez Mota fue un acto, de apoteosis. Estuvieron todos (menos Moreno Valle, perdió la oportunidad para la foto), pero era clave el reencuentro entre Calderón, Zavala y Josefina, tanto como la presencia de Fernández de Cevallos y la de Anaya. No podía pedir mejor imagen Josefina para iniciar su campaña, no podía brindarla mejor el PAN y se confirmó que tantas semanas de negociaciones no eran para “deshojar margaritas”, sino para salir a campaña como nunca terminó de salir Josefina en el 2012: con su partido unido y convencido de que puede ganar. Porque esa división del voto en tercios también amplía sus posibilidades, y es más probable que entre ese 37% que está indefinido o que no quiere decir cuál será su candidato, haya muchos más votos opositores que oficialistas.
Si los Underwood se van a la guerra para ganar sus elecciones, los Del Mazo, Vázquez Mota, Gómez y Zepeda también recurrirán a ella en el Estado de México. El discurso de Josefina no dejó lugar a dudas. No fue el de la candidata “diferente” del 2012, sino el de una opositora dura y explícita, contra el PRI, su candidato, y contra Morena y López Obrador. Será una campaña durísima que prefigurará el escenario para el 2018, un escenario donde el fin de semana, el presidente Peña dejó en claro que no será un simple espectador.
El FBI CONTRA TRUMP
La acusación de Trump contra Obama, sin mostrar una sola prueba, de que desde la Casa Blanca habían intervenido sus teléfonos, ha logrado crispar aún más la vida política estadunidense y sigue enfrentando al Presidente con todos los cuerpos de seguridad de su país. Ahora es el propio director del FBI, el mismo que torció el rumbo electoral reabriendo una investigación contra Hillary Clinton unos días antes de las elecciones, el que desmiente a Trump y le pide a la Casa Blanca que se retracte de sus dichos, mientras Trump, fiel a su estilo, pidió una investigación en el Congreso. Una petición en la cual, si se confirma la mentira, el investigado puede terminar siendo él mismo.