Mancera, la libertad y el destino
Columna JFM

Mancera, la libertad y el destino

18-09-2017 El de ayer ha sido, muy probablemente, el último informe como jefe de gobierno capitalino de uno de los pocos políticos originales que tenemos en nuestro país. Un político que más allá de aciertos y errores en su desempeño, ha hecho de la capacidad de diálogo, de empatía, de respeto real a las libertades, una norma, aunada a un cierto desapego a las consignas y esquemas partidarios que lo convierten en el más independiente, en el mejor sentido de la palabra, de los muchos que pululan intentando adjudicarse esa condición.

 

Miguel Ángel Mancera, quien ganó en el 2012 la ciudad de México obteniendo en la capital bastantes más votos que López Obrador (Mancera obtuvo la votación más alta del país, un 64 por ciento), siempre fue visto como un rival por el ahora presidente de Morena. Morena se ha encargado de boicotear y desprestigiar cualquier acción del gobierno de Mancera: no ha habido obra vial que no haya tenido que sortear, algunas veces con éxito, otras no, la oposición no de los vecinos, sino de grupos organizados de Morena; los delegados emanados de ese partido no han trabajado con el gobierno de Mancera, lo han boicoteado; Morena ha intentado en la Asamblea Legislativa una y otra vez bloquear el presupuesto capitalino. Una de las razones decisivas de la ruptura de López Obrador con Ricardo Monreal, delegado en la Cuauhtémoc, es que éste, con diferencias, siempre aceptó trabajar con el gobierno capitalino e incluso los legisladores locales cercanos a Monreal evitaron que se bloqueara el presupuesto de la ciudad.

En ese ambiente, no hemos visto nunca a Mancera haciendo una campaña antiMorena o declarando una y otra vez contra López Obrador, mucho menos iniciando una persecución en su contra. Tampoco contra ninguno de sus adversarios. Quizás tendría que haberlo hecho, pero iba en contra de su forma de entender el gobierno. Ha sido, Mancera, un hombre siempre abierto al diálogo, en ocasiones hasta la exasperación. Ha decido apostar por las libertades, aunque se abuse de éstas en los múltiples, cotidianos, insoportables, plantones y marchas en la ciudad. Pero poco a poco también ha ido recuperando espacios que estaban perdidos, desde el Zócalo de la ciudad hasta el Monumento a la Revolución.

La ciudad tiene la mejor policía estatal del país, la única con un mando unificado y que goza de un gran despliegue tecnológico que no tenía años atrás. Para nadie es un secreto que hay problemas, pero por la poca memoria histórica que tenemos, olvidamos que son infinitamente menores que en los años del gobierno de López Obrador. Y por sobre todas las cosas, se deben dimensionar esos problemas con el entorno: el estado de México vive el mayor auge de la criminalidad en su historia y pasar del estado a la ciudad de México implica sólo cruzar una calle. Pese a ello la diferencia de incidencia criminal entre el estado y la ciudad es alta, incluyendo los municipios metropolitanos.

Tampoco se puede olvidar la protección a los propios grupos criminales. El golpe contra el cártel de Tláhuac y otros grupos, como la Unión, no puede desligarse de la protección que Morena le ha brindado a Rigoberto Salgado, el delegado de Tláhuac que no termina de ser destituido de su cargo porque lo impide no sólo el voto de los legisladores locales de Morena, sino también el de los neomorenistas, esos que están cambiando apresuradamente de bando esperando encontrar hueso con el partido de Andrés Manuel el próximo sexenio.

Todos sabemos que hay corrupción. Pero en la administración de Mancera no hemos tenido un solo caso escandaloso, como el de la Línea 12 del gobierno de Ebrard, donde se malversaron más de 10 mil millones de pesos en una obra que, además, se construyó mal y donde los trenes que se rentaron no coinciden siquiera con el tamaño de las vías. En todo caso lo que se puede criticar a la administración Mancera (y a la federal) es no haber sido mucho más dura en el castigo a todos los responsables de ese delito.

Los capitalinos nos desesperamos con una movilidad que está lejos de las exigencias de una ciudad como la nuestra y con un transporte público insuficiente; con el atropello que ejercen contra nuestros derechos movilizaciones y plantones que podrán tener causa (no siempre la tienen) pero que lo que buscan no es reivindicarlas, si no irritar al ciudadano; nos molesta que el mantenimiento de la infraestructura no esté a la altura de las exigencias o que ante lluvias extraordinarias (a esta altura del cambio climático tendríamos que asumir que son ordinarias y actuar en consecuencia) la ciudad termine inundada y paralizada.

Pero lo que no se puede negar es que vivimos en una ciudad efervescente, donde todas las expresiones políticas y artísticas tienen cauce, donde se presentan todos los grandes y pequeños espectáculos del mundo y en la que convivimos millones de personas cotidianamente en libertad, esa libertad que, diría Octavio Paz es la única forma de la fatalidad que el hombre soporta y resiste“. A ver cómo le va a Mancera de cara al 2018, pero hay que reconocer que pocos, con tanta independencia, apuestan tanto a la libertad como él.

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