30-10-2017 La investigación del fraude del PT con recursos públicos se amplía cada día más y está involucrando a nuevos actores. Además de la esposa de Alberto Anaya, el líder de siempre (decir histórico es un exceso) de ese partido, María Guadalupe Rodríguez Martínez (actualmente prófuga de la justicia) y del dirigente del PT en Aguascalientes, Héctor Quiroz, la investigación ha alcanzado ya a otros funcionarios del partido y de la organización Tierra y Libertad (de donde surgió en los 90 el PT) pero también al gobierno de Jaime Rodríguez, el Bronco.
La investigación no es compleja porque en este esquema de lavado de dinero y sintiéndose con absoluta impunidad, los petistas ni siquiera ocultaron demasiado sus huellas. El gobierno de Nuevo León inexplicablemente destinó 100 millones de pesos para unos centros de desarrollo infantil manejados por Tierra y Libertad y el PT. Los depositó directamente en la cuenta personal de la esposa de Alberto Anaya. Ella tomó de ahí 62 millones y los colocó en su cuenta de inversión. El resto lo fue canalizando en distintas partidas hacia Héctor Quiroz en Aguascalientes. Por supuesto que a los centros de desarrollo infantil, reales o no, no llegó ni un centavo. Todo se distribuyó en cuentas personales de dirigentes del PT.
El gobierno de Nuevo León es investigado porque es ilegal depositar recursos públicos, en las cuentas personales de alguien, en este caso de la esposa de Anaya. Muchos creen que fue el pago de respaldo legislativo local del PT al Bronco.
López Obrador y el propio Alberto Anaya se han apresurado a decir que son perseguidos porque el PT apoyó a Morena en el estado de México. En realidad, son perseguidos porque son una bola de ladrones, y no de ahora sino de hace muchos años. Es vergonzoso que López Obrador no pueda reconocer un fraude tan evidente. Para el candidato de Morena la obsesión con Los Pinos hace tiempo que le hizo olvidar aquello de la honestidad valiente. Hoy buena parte de la mafia que denuncia desde hace años es parte de su equipo.
El PT es una parte fundamental del proyecto de Morena. Ahí se han refugiado muchos de quienes han dejado el PRD o el PRI para acercarse a López Obrador, desde Manuel Bartlett hasta Miguel Barbosa, pasando por Mario Delgado o René Cervera. El acuerdo es simple: el PT les da cobijo político y les ofrece sus grupos parlamentarios, a cambio de que ellos se queden con las prerrogativas y puedan, de la forma que sea, conservar el registro.
Por cierto, el PT no tendría por qué conservar el registro, lo perdió en las últimas elecciones federales. En una operación política poco clara, se anuló un distrito en Aguascalientes (casualmente la tierra del imputado Héctor Quiroz) y en esos comicios extraordinarios también sorprendentemente, los priistas terminaron votando por el candidato del PT. Con eso, por centésimas de porcentaje, el PT conservó el registro. Se dice que era parte de un acuerdo con el PRI por el cual el PT iría solo, sin alianzas, en las elecciones del estado de México.
Y así comenzaron, así cobraron todas sus prerrogativas y así, con ese y otros dineros en la bolsa, decidieron de última hora apoyar a Morena. ¿Alguien puede asombrarse de que alguien haya puesto la lupa en los recursos de ese partido?
La historia del PT es una historia de traiciones similares. Tuvo apoyo y respaldo para constituirse como partido de la administración Salinas de Gortari (Raúl en su juventud fue cercano a los grupos de Tierra y Libertad y del propio Alberto Anaya). Era una expresión legítima de una izquierda marginal, maoísta, que tuvo el acierto en su primera aparición política, en 1994, de lanzar una candidata como Cecilia Soto, que hizo una magnífica campaña, les garantizó el registro y mucho más y a la que inmediatamente desplazaron del partido. Desde entonces, el PT ha hecho todo tipo de alianzas para mantener su registro y sus prerrogativas.
El PT se nutre también de otros apoyos políticos. Es uno de los pocos partidos del mundo que respaldan incondicionalmente al régimen de Corea del Norte, una dictadura terrible, la única que tiene un “líder eterno”, Kim Il Sun, que heredó el poder a su hijo Kim Jung Il, y éste a su hijo, Kim Jong Un, este gordito al que le encanta estar lanzando misiles nucleares mientras su pueblo se muere de hambre, amenazarse con Trump con una guerra nuclear y matar a los miembros de su gabinete que lo desafían (por ejemplo por quedarse dormido en un acto público) dejando que lo devoren vivo una jauría de perros o fusilándolos con artillería.
No es un secreto: los dirigentes del PT van a Pionyang, se entrevistan con sus funcionarios, participan en sus congresos, pagan desplegados en los medios para felicitar en su cumpleaños y efemérides a ese régimen brutal y a sus líderes. También son fervientes simpatizantes de Nicolás Maduro: sus integrantes suelen visitar Venezuela, defender a sus gobernantes, organizar conferencias con la gente de Maduro.
Finalmente, alguien se decidió a hacer lo que tendría que haber ocurrido hace muchos años: indagar en los recursos de esa verdadera mafia del poder que algunos llaman partido.