TLC: la negociación política
Columna JFM

TLC: la negociación política

15-11-2017 Comienza la quinta ronda de negociaciones del TLC con más dudas e incertidumbre de las que existían, incluso, cuando inició este proceso de reconfiguración del acuerdo comercial hace ya varios meses. Si entonces todo parecía indicar que la verborragia del presidente Trump iría por un lado mientras que la negociación real discurriría por el otro, la coyuntura que vive el mandatario estadounidense, cada día más desacreditado dentro y fuera de su país, hacen pensar lo peor: que por lograr un éxito de popularidad inmediata (aunque tenga consecuencias graves para la economía de su país en el mediano y largo plazo), Trump pueda forzar la negociación hasta declarar su salida del acuerdo comercial.

 

            Su discurso en la cumbre de Vietnam en contra de los acuerdos comerciales globales, su queja reiterada de que Estados Unidos es expoliado y hasta abusado por sus socios comerciales no tiene nada que ver con la realidad, pero puede ser, por lo que se ve, el último recurso a utilizar para tratar de sacar resultados aceptables en las elecciones legislativas de noviembre próximo. La carta de romper el TLC y una reforma fiscal (que rebajaría los impuestos a los ricos disparando el déficit) son las dos únicas opciones que parecen quedarle a un mandatario que, cada día que pasa, ve más cerca la posibilidad de que pueda ser cesado en su cargo sobre todo por sus implicaciones con Rusia.

No habrá impeachment antes de las elecciones de noviembre próximo, porque los republicanos, aunque muchos estén descontentos y desconcertados por la forma de gobernar de Trump, saben que perder el control del congreso a mitad del mandato sería el primer paso para abandonar en 2010 la Casa Blanca, pero Trump también sabe que si pierde esa elección, si los republicanos pierden el control del Congreso, su propio partido se deshará de él porque se ha convertido en un lastre.

            En ese contexto se da la negociación del TLC. Si fuera exclusivamente en términos comerciales, las bases de acuerdo serían amplias. El Tratado tiene que tener ajustes, tiene que incorporar capítulos nuevos que no estaban contemplados cuando entró en vigor en 1994, pero la base indudable es que ha garantizado la existencia de una de las zonas más productivas y eficientes del mundo, la de América del Norte. En la gira asiática hemos visto como Trump intenta desbaratar tanto esa asociación como cualquier otra, planteando un regreso de casi un siglo, para basar su estrategia en una suma de acuerdos bilaterales que han sido superados hace mucho por la economía real y global. Ya deja de ser insólito que haya sido el presidente chino, Xi Jinping, el que ha defendido el libre comercio y la globalización ante un Estados Unidos proteccionista.

            Y es que a Trump la trama rusa lo está asfixiando. En Vietnam volvió a reunirse con Vladimir Putin, volvió a defender al mandatario ruso, volvió a negar la injerencia de ese país en los comicios estadounidenses y volvió ser desmentido por todas las agencias de seguridad de su propio país. Tuvo que desdecirse un día después pero sólo lo hizo a medias: volvió a recalcar su amistad con Putin y la necesidad de acuerdos con él. Con ningún otro mandatario ha sido tan solícito Trump y con ningún otro ha terminado siendo tan condescendiente, hasta el grado de que la pregunta sobre qué le sabe Putin a Trump como para que el mandatario estadounidense vaya en contra de sus propias instancias de inteligencia, se torna más que pertinente. A eso se ha sumado la divulgación de que el hijo de Trump, Donald Jr. estuvo en contacto hasta el mismo día de las elecciones con Wikileaks buscando qué podía sacar es grupo (tan sobrevalorado por algunos y tan ligado con la inteligencia rusa) en contra de Hillary Clinton. El consejo de la gente de Julián Assange lo siguió al pie de la letra el equipo de Trump: si ven que están perdiendo no reconozcan los resultados, argumenten fraude y luego ya veremos qué otras cosas se pueden divulgar. Ese fue la línea que siguió el equipo de Trump hasta las horas finales del cómputo, cuando la moneda estaba en el aire.

            En ese contexto político se da la quinta ronda de negociaciones del TLC. Y en él no debería resultar extraño que el canciller Luis Videgaray haya insistido en que si Estados Unidos se retira del TLC habrá de parte de México una “respuesta macro”, que incluirá la revisión de las relaciones en migración y seguridad. En los distintos capítulos comerciales del tratado existen bases amplias para llegar a acuerdos, pero si el debate se torna político lo que se debe poner sobre la mesa son, también de nuestro lado, las cartas políticas. Y las hay como para jugarlas.

Mancera contra el dedazo

Coincidiendo con Rafael Moreno Valle, el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera también se pronunció en contra de una designación directa para la candidatura presidencial del Frente PAN-PRD-MC, mientras que las dirigencias partidarias no parecen tomar en serio la rebelión a la que se están enfrentando. Si hay imposición no habrá Frente, o por lo menos no habrá un solo Frente. Ese escenario se ve cada día más cercano.

 

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