Amado y El Chapo en Buenos Aires
Columna JFM

Amado y El Chapo en Buenos Aires

17-11-2017 Para Bibiana, que hace seis años cambió casi todo.

La detención en Argentina, esta semana, de una célula formada por mexicanos, colombianos y argentinos directamente relacionada con el cártel de El Chapo Guzmán, ha puesto de manifiesto, una vez más, la profundidad de los nexos entre los grupos criminales de los tres países.

 

Desde mediados de los años 90, Argentina se convirtió, no tenía entonces leyes que lo castigaran, en un centro clave de lavado de dinero para cárteles colombianos y mexicanos. Fueron Pablo Escobar y Amado Carrillo los dos narcotraficantes que convirtieron Buenos Aires en uno de sus principales centros de operación. Pero la historia de Amado Carrillo, cuyos hilos conducen hasta la actualidad, es mucho más interesante en ese país que la de Escobar.

En agosto de 1996, Carrillo, que vivía en Cuba en ese momento, envió a Brasil, Chile y Argentina a Manuel de Jesús Bitar, Carlos Colín Padilla y Jorge Íñiguez Martínez, tres hombres de su mayor confianza para que empezaran a establecer relaciones y contactos. Semanas después Amado aterrizó en Buenos Aires, acompañado de su esposa, cinco hijos y escoltas. Poco después es detenido José de Jesús Gutiérrez Rebollo, el entonces jefe del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas, y Amado Carrillo decide quedarse en la capital argentina.

En un país que vivía una difícil situación económica, Amado com­pró casas, estancias, entre ellas las de un famoso ex corredor de autos, invirtió en una campaña presidencial, la de Eduardo Duhal­de y el cantante Ramón Palito Ortega, se metió en el mundo del espectáculo, y allí mandó traer alguna vez desde Brasil a Gloria Trevi (prólogo de una historia muy parecida a la del Chapo con Kate).

Amado utilizó muchos prestanom­bres, entre ellos al agente de bienes raíces Nicolás Di Tullio, el empresario Ángel Salvia, ambos asesi­nados en 2007, y al dueño de la financiera Mercado Abierto, Aldo Ducler. A través de Ducler, Carrillo compró gran­des extensiones de tierras, departamentos y automóviles con dinero que éste trian­gulaba a través de su banco con el Citi­bank de Nueva York.

Carrillo decidió instalarse en ese país y cambiar definitivamente de identidad. Volvió a hacer un corto viaje a Cuba y regresó a México a operarse con un grupo de médicos colombianos que creía de su confianza. El 3 de julio de 1997 apareció muerto en el cuarto del hospital Santa Mónica de la ciudad de México que había ocupado utilizando una falsa identidad. Los medios colombianos le habían aplicado después de la operación una sobredosis del sedante dormicum que acabó con su vida. Cuatro meses después, los cuerpos de los médicos que lo operaron aparecieron en tambos en la carretera México- Acapulco.

Nunca se supo con exactitud quién, dentro del cártel de Juárez, ordenó la muerte de Amado: se habla desde una esposa despechada aliada con otros narcotraficantes, hasta de sus principales socios en el cártel, preocupados por la exhibición y el protagonismo público que había alcanzado Carrillo. Lo cierto es que después de su muerte, tanto en México como en Argentina, comenzó una dura lucha por apropiarse de los bienes de Amado que los distintos prestanombres habían registrado a sus nombres.

Cuando Argentina entró en plena crisis financiera, en noviembre de 1999, la Interpol México y las agencias de Estados Unidos revelaron que el cártel ha­bía lavado más de 40 millones de dólares, sólo a través de la financiera Mercado Abierto, de Ducler, y que se habrían realizado operaciones de lavado de dinero por otros 12 millones de dó­lares en Argentina. Aquellas investigaciones revelaron también que el Señor de los Cielos había aportado un millón de dólares que terminaron en las cuentas de la campaña presidencial de Duhalde y Palito Ortega.

Con la intermediación de Ducler, Amado Carrillo había comprado también una petrolera, el hotel Tourbillon, la estancia Rincón Grande y varias otras propiedades ubicadas en barrios residenciales.

Pero Ducler no era ni remotamente el único prestanombres u operador y comenzó una virtual cacería de políticos y empresarios para quedarse con esos recursos. La mayor parte de ese dinero desapareció y quedó en manos de otros prestanombres y de operadores del narcotráfico que ya estaban instalados en Argentina. Tras un largo proceso, Estados Unidos le incautó a Ducler sólo un millón 200 mil dólares y la Fiscalía de Argentina retiró los cargos que lo relacionaban con Amado Carrillo. Se había convertido en testigo.

Fue hasta abril de 2016, cuando comenzó el juicio oral con algunos de los acusados originales de hacer negocios con Amado Carrillo. Aldo Ducler fue citado como uno de los 200 testigos de cargo. Pero tampoco ese juicio concluyó con responsabilidades claras.

El pasado primero de junio, Aldo Ducler se desplomó en una calle de Buenos Aires, aparentemente infartado después de un asalto. Días antes se había ofrecido como testigo de la relación de los ex presidentes Néstor y Cristina Kichner con el narcotráfico, con los herederos de Amado Carrillo. Con él se fueron muchos de esos secretos. El gobierno de Macri ha comenzado a desarticular esas redes. Esta semana cayó una de las principales, pero no es ni remotamente, la única.

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