28-11-2017 José Antonio Meade puede ganar o perder las elecciones del próximo primero de julio. Pero de lo que no cabe duda es que se trata de un candidato competitivo. La mejor demostración de ello la han dado sus adversarios en el 2018. No deja de llamar profundamente la atención que López Obrador y Ricardo Anaya descalifiquen a Meade por haber sido designado, como dicen, por “dedazo” cuando el primero hasta se ahorró la designación, simplemente creó su propio partido para cobijar su candidatura. Eso de que en Morena harán una encuesta para ver si López Obrador será el abanderado de su propio partido es una mala broma.
Que Anaya denuncie el dedazo cuando por su insistencia en auto designarse candidato desde la presidencia del PAN ha prácticamente corrido a Margarita Zavala del partido y está llevando al límite al Frente PAN- PRD-MC, con Rafael Moreno Valle y Miguel Ángel Mancera denunciando cotidianamente la intención de dar un auto dedazo, ya no sólo en el PAN sino en el Frente, resulta por lo menos anticlimático. Sería la primera vez en su historia que el PAN no designa candidato presidencial por un método democrático.
Lo cierto es que Meade es competitivo. Lo es porque (aunque le pese, y con razón, a muchos priistas que por primera vez en la historia del partido tricolor el candidato no sea un militante) lo cierto es que lo que hace atractivo a Meade como candidato, entre otras razones, es que no es militante. Lo que permite que pueda amalgamar, más allá del priísmo, a otros sectores y personajes es que no es militante priísta. Y ello no funciona solamente para la candidatura sino, incluso, en caso de que gane, para un futuro gobierno de coalición.
Es competitivo porque es un hombre honrado y que a lo largo de décadas de carrera siempre ha vivido de su trabajo y no tiene, ni él ni su familia, ni sus más cercanos colaboradores, una sola denuncia de manejos oscuros. La mayoría de sus adversarios no pueden decir lo mismo. Y pocas cosas serán en esta campaña más importantes que esa percepción de honestidad.
También es competitivo porque profesionalmente ha dado buenos resultados en todos los espacios que ocupó en la administración pública, en el pasado sexenio y en éste. Se puede estar de acuerdo o no con sus políticas, con su forma de entender la gobernabilidad del país, pero no con sus resultados. En Energía, en Hacienda, antes y ahora, en la Cancillería, en Sededol, Meade ha dado buenos resultados. ¿Qué experiencia de gobierno tienen sus adversarios? La verdad es que ninguno ni remotamente se acerca a la de Meade.
Hace algunas semanas los principales líderes del país respondían en la encuesta del Banco de México que la certidumbre es la mayor preocupación que tenían respecto al futuro inmediato. Y Meade lo que otorga es, precisamente, certidumbre: no promete un salto al vació, no inventa en su plataforma programática objetivos imposibles de lograr en términos presupuestales, no inventa el hilo negro. Da certidumbre y seguridad política, económica y jurídica y de eso se trata. Insisto: se puede optar por otros aspirantes y partidos, por otras vías políticas, pero la mayoría de ellas no han tenido el mínimo cuidado de plantear cómo lograrán sus objetivos, cómo lo harán para que se concreten sus propuestas (¿por qué cancelar un aeropuerto a medio construir y en el que se han invertido ya 20 mil millones de pesos?¿cómo harán para ahorrar sólo con buena voluntad y sin aumentar la recaudación, nada menos que 400 mil millones de pesos anuales?¿cómo implementar una renta universal, un sueldo para cada habitante mayor de edad, trabaje o no, cuando eso costaría por lo menos 10 puntos del PIB?¿por qué echar para atrás la reforma energética con todas las inversiones que ya ha generado?). Muchos prefieren apostar por las esperanzas, aunque no se diga cómo se las convertirá en realidades. Otros preferirán optar por las certezas y por un rumbo de crecimiento sustantivo.
Más allá de eso, el gran desafío de Meade es amalgamar sus aspiraciones y sus capacidades con un partido en el que no ha militado. Meade se debe acercar al PRI y el PRI se debe acercar a Meade. Pero el partido debe mantener en ese acercamiento su identidad y su capacidad de operación política, al tiempo que Meade debe asumir compromisos partidarios mientras que conserva lo que es su oferta política: su perfil ciudadano.
Los otros movimientos
Junto con el registro de Meade viene ahora el conjuntar el equipo que lo acompañará en la búsqueda de la presidencia de la república, comenzando por quien sea su coordinador de campaña, pero el andamiaje va mucho más allá: son más de tres mil 500 cargos de elección popular los que se elegirán en julio del 2018, incluyendo el jefe de gobierno de la ciudad de México y otros ocho gobernadores, además de renovar por completo la cámara de diputados y la de senadores. Habrá que desarrollar equilibrios complejos y creativos porque son demasiados los factores de poder en juego. Por lo pronto, el PRI (con quienes sean sus aliados) se ha apuntado con competitividad real en el escenario electoral. Ahora viene, para ellos y para todos, lo más difícil.