Un 10 de enero de liturgia y exorcismo
Columna JFM

Un 10 de enero de liturgia y exorcismo

12-01-2018 El presidente Peña ha insistido en la liturgia priista. Y como un acto de liturgia hay que entender lo que sucedió el miércoles 10, en el evento que sirvió de despedida a Miguel Ángel Osorio. No recuerdo que nunca antes un secretario de estado haya anunciado su salida en un acto preparado, casi exclusivamente con ese fin, acompañado por gobernadores y funcionarios, y un numeroso grupo de invitados especiales. Tampoco una despedida tan personal y emotiva como la que le dio el presidente Peña a su ahora ex secretario de Gobernación.

 

            Pero siendo liturgia, lo que vimos el miércoles pasado fue, también, un exorcismo. Hace exactamente 24 años, otro 10 de enero pero de 1994, con el país aún cimbrado por el levantamiento armado en Chiapas, el presidente Carlos Salinas realizó unos movimientos políticos que terminaron teniendo profunda repercusión política. Salinas removió al secretario de Gobernación, el chiapaneco Patrocinio González Garrido y designó en su lugar al ex rector de la UNAM, Jorge Carpizo. Y más importante aún, designó como comisionado para la paz en Chiapas, sin salario (y esa era la frase clave) a Manuel Camacho, que apenas un mes atrás había sido nombrado canciller, luego de que perdiera la carrera sucesoria con Luis Donaldo Colosio, una decisión que nunca (ni en aquel momento ni en el resto de su vida) Manuel pudo asimilar…

            Con Carpizo (que no era militante del PRI) se quería garantizar a los partidos que los comicios de agosto de ese año serían equitativos (a partir de allí se realizó también una profunda reforma electoral que fue la que sentó las bases de la ciudadanización de los procesos electorales), pero el nombramiento de Camacho fue cuestionado por dos razones: primero, porque tenía una estrecha relación con el obispo Samuel Ruiz y otros actores centrales en el proceso chiapaneco, y en el equipo de Colosio existía la sospecha, nunca confirmada, de que el ex regente había tenido algo más que una relación política con quienes impulsaron aquella rebelión. Segundo, porque el que no tuviera salario ni un cargo en el gabinete, lo habilitaba a buscar, nuevamente, la candidatura que ya era de Colosio.

El nombramiento de Camacho fue un gesto de Salinas hacia Manuel que no tuvo reciprocidad: en los hechos la comunicación entre ambos estaba rota. Y desde aquel 10 de enero hasta el asesinato de Luis Donaldo, cada aparición pública de Camacho tenía repercusión, desestabilizaba, la campaña electoral priista. Fue hasta el 22 de marzo, cuando la campaña de Colosio parecía finalmente encaminada, cuando por primera vez Camacho declaró públicamente que no tenía intención de buscar la candidatura presidencial. Menos de 24 horas después Colosio fue asesinado en Lomas Taurinas.

            El acto de este miércoles, de este 10 de enero a 24 años de aquellos hechos, fueron, insistimos, una forma de exorcismo. Peña anunció la candidatura de José Antonio Meade el 27 de noviembre, el mismo día que fue designado Colosio (la designación de Donaldo se dio a conocer públicamente en la mañana del 28, pero desde la noche anterior ya se sabía que el sonorense sería el candidato). Y garantizó hacerlo de una forma en que ninguno de los otros aspirantes saliera lastimado del proceso. Ahora este 10 de enero, convocó a un evento público, a una despedida inédita, para certificar su cercanía con Osorio quien fue hasta el último momento el aspirante priista que le disputó la candidatura a Meade. La idea, el mensaje implícito, es que no hay ni habrá rupturas internas, que Osorio (y los priistas y gobernadores que lo apoyaron) tenían espacios y agradecimientos públicos. No se quería repetir, en un contexto donde algunos quieren hacerlo, la historia de la ruptura de 1994.

            Pero las señales y analogías no acabaron allí. En reemplazo de Osorio a Gobernación llegó uno de los hombres que fueron muy cercanos a Carpizo, Alfonso Navarrete Prida. El ahora ex secretario de Trabajo, fue parte del equipo más cercano a Carpizo y más allá de sus méritos, que Navarrete los tiene tanto en el ámbito político como de seguridad, me imagino que en el inconsciente colectivo el presidente Peña quiso enviar, también, el mismo mensaje que entonces: el de designar un secretario de Gobernación que garantizara equidad a los participantes en el proceso electoral. Liturgia y exorcismo.

Un oaxaqueño en Sedesol

Otra de las señales importantes que lanzó Peña el pasado miércoles fue la designación de Eviel Pérez Magaña en Sedesol. Desde tiempo atrás se aseguraba que esa posición sería para Vanesa Rubio, la subsecretaria de Hacienda. En su lugar llegó Eviel que ya ocupaba una subsecretaría en Sedesol. Eviel fue muy cercano a Ulises Ruiz, y perdió hace ocho años la gubernatura de su estado. Aspiraba legítimamente a ser nuevamente candidato en 2016, luego de un intenso trabajo partidario que lo dejaba en el primer lugar de las encuestas locales. La candidatura recayó en Alejandro Murat. Eviel quedó de subsecretario en Sedesol, con algo que mucho vieron como un premio de consolación. Allí hizo un buen trabajo pero también mancuerna y amistad con Pepe Meade. Hoy es titular de Sedesol y tiene frente así un futuro político que no esperaba hace apenas dos años.

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