15-01-2018 Pasada una semana de campaña formal de los aspirantes tanto a la presidencia de la república como a la Ciudad de México, hay aspectos que ya pueden comenzar a ser identificados en la actividad de cada uno de ellos.
Comencemos con José Antonio Meade. En la última semana el candidato del PRI ha comenzado a tener un discurso con mayor enjundia y con referencias mucho más directas a sus rivales. Durante diciembre y los primeros días de enero, el discurso de Meade parecía como si estuviera preparándose para lo que venía y era tildado, con razón, de demasiado tibio. En los últimos días algo de eso ha cambiado: hay más reacción, un discurso menos académico y más de campaña que le comienza a funcionar bien. Falta, sin embargo, asumir un aspecto fundamental que seguramente tendremos que ver más adelante pero no puede tardarse demasiado: el suyo no puede ser, con o sin enjundia, un simple discurso de continuidad. Cuando tenga tonos propios y una visión de futuro distinta, aunque no implique ruptura, veremos hasta dónde puede llegar José Antonio.
Por su parte, Andrés Manuel López Obrador, que estuvo toda la semana en Veracruz, volvió a engancharse en uno de esos debates que no le sirven en absoluto. Si hay un político que es, en el mejor sentido de la palabra, un fajador, un hombre que ha sabido enfrentarse a las mayores descalificaciones de campaña y salir adelante, es Miguel Ángel Yunes. Y López Obrador volvió a enfrascarse en un debate de tonos bajos con el gobernador de Veracruz donde, además, perdió. Particularmente desafortunada fue la referencia a los hijos de Yunes, sobre todo cuando sus propios hijos tienen copados los puestos de dirección de Morena. Para López Obrador administrar su ventaja tendría que ser su prioridad, y después de lo sucedido en 2006 tendría que haber aprendido la lección. No sé si lo ha hecho.
No entiendo la campaña que está haciendo Ricardo Anaya. El panista es un excelente orador pero ni siquiera en ese aspecto su campaña ha destacado. Pareciera que está buscando un rumbo o él también apenas está calentando el brazo, quizás porque no se terminan de acomodar todas las fichas del Frente, ni en el ámbito federal ni en el local y Anaya no quiere perder capital político en esos trances.
Pero sigo pensando que es una campaña sin objetivos claros, ni programáticos ni personales. Quizás la mejor demostración de ello ha sido el desafortunado spot de Ricardo llevando a sus hijos a la escuela, como si eso fuera algo que tuviera sentido ser destacado. Recurrir una y otra vez, como lo hace Ricardo, a sus hijos y su familia, los hace vulnerables y no le aporta nada, quizás al contrario.
Un punto adicional: no puedo entender por qué la campaña de Anaya no utiliza mucho más a Miguel Mancera. El jefe de gobierno capitalino es la principal baza que tiene el Frente y un personaje que podría manejar su discurso en todo el país. Si no se comprende que el Frente sólo tiene sentido con una profunda inclusión del PRD y que de esa participación ninguna es más importante que la de Mancera, no se entiende nada.
En la Ciudad de México estamos viendo, mientras tanto, una interesante precampaña (la única real) entre los aspirantes perredistas del Frente. Alejandra Barrales, Salomón Chertorivski y Armando Ahued lo están haciendo bien, con penetración, sin caer en agresiones entre ellos y sumando votos. La próxima semana sabremos quién será el candidato (o más probablemente la candidata) pero creo que los tres han hecho un ejercicio muy positivo, sobre todo cuando se toma en cuenta que para mucha gente el PRD se identifica como un partido rijoso y de confrontación. Viendo lo que han hecho en la Ciudad de México uno se pregunta porque el Frente no realizó un ejercicio similar en el ámbito nacional.
Mientras tanto, la campaña de Mikel Arreola también tiene que comenzar a mostrar algo nuevo, mayor enjundia y peso específico. Derrotar al Frente y a Morena en la capital necesita mucho más de lo que está mostrando Mikel. Hasta ahora parece una campaña un poco huérfana donde el candidato está muy solo.
La candidata de Morena, Claudia Sheinbaum es otra que no termina de dar color. Como decían algunos de sus adversarios internos, Claudia, sin duda, es una mujer de toda la confianza de López Obrador y que tiene sus talentos propios, pero como candidata es de una frialdad notable. No he visto un solo spot, un solo evento de la ex delegada de Tlalpan que realmente genere entusiasmo en la gente. Morena es un partido muy competitivo en la capital pero Claudia, cuando tenga que comenzar a competir con seriedad contra quien quiera que sea el candidato del Frente y con Mikel, tendrá que mostrar mucho más y tratar de tener mayor empatía con sus potenciales electores. La idea que tienen a veces en Morena de que no importan los demás candidatos porque son una suerte de extensión de López Obrador es errada, sobre todo en plazas como la Ciudad de México.
Los independientes, por su parte, están haciendo su tarea aunque tampoco se ve mucho de ellos, salvo en Margarita Zavala y en menor medida en Armando Ríos Pitter. Jaime Rodríguez El Bronco, lo mejor que tiene es el seudónimo, que le ayuda y mucho, pero esa idea de hacer campaña a caballo, un poco puebleando para recoger firmas no tiene impacto mediático alguno. Habrá que ver qué sucede cuando obtenga, si lo alcanza, el registro. Tampoco lo tienen fácil Margarita o Armando, no por el número de firmas, sino, como en el caso de El Bronco, por la dispersión estatal de las mismas.
Y hablando de candidaturas, Lilly Téllez decidió dar el paso y pasar del periodismo a buscar una curul en el Senado por Morena. No la tendrá nada fácil en su estado, en Sonora, donde tanto el PRI como el PAN están muy bien asentados. Le deseamos, a Lilly, lo mejor.