17-01-2018 Llama profundamente la atención de que en Morena y en el Frente estén tan preocupados porque la campaña de José Antonio Meade “no levanta”. Hasta consejos le dan Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya a los priistas, incluso para que cambien de candidato. Muchos analistas son también insistentes en el tema, mismo que se hace retumbar cotidianamente en las redes sociales.
Llama la atención porque todos sabemos que cuando un enemigo se está equivocando no hay que molestarlo, hay que dejarlo que siga haciéndolo. Si como dicen en Morena y en el Frente, el candidato de Todos por México está en un lejano tercer lugar ¿para qué preocuparse por él? Sin embargo sus dos rivales muestran día con día su preocupación por que la campaña de Meade “no levanta”. Lo extraño es que entre ellos casi no se tocan. Pareciera que ambos han decidido que si la contienda se polariza, como probablemente ocurrirá, lo mejor es que el enfrentamiento sea entre ambos. López Obrador cree que si eso ocurre buena parte del voto priista sería suyo, y también lo cree Anaya, considerando que el voto útil antilopezobradorista terminaría en su boleta.
Me imagino que en la campaña de Meade piensan lo mismo. Y los tres tienen una parte de razón. En nuestro irracional sistema electoral con votaciones fragmentadas y sin segunda vuelta, los que en realidad terminarán decidiendo el resultado serán unos pocos millones de electores que no tienen voto decidido y que tampoco tienen definidas sus animadversiones. Por eso, paradójicamente, termina siendo tan importante si se llega a registrar o no un independiente o en ese sentido cuántos votos le quitaría de acuerdo a su perfil o trayectoria a cualquiera de los tres grandes candidatos. Es evidente, por ejemplo, que El Bronco afectaría sobre todo a López Obrador, que Armando Ríos Pitter le podría quitar votos sobre todo a Morena pero también al Frente y que si Margarita Zavala logra su registro le restará votos al Frente pero también a Meade.
Por eso lo que los tres principales candidatos quieren es que la elección se polarice y que esa polarización sea lo más clara posible. Así ocurrió en el 2000, en el 2006 y en el 2012. Aquí lo que se está jugando es quién será el Cuauhtémoc Cárdenas, el Roberto Madrazo o la Josefina Vázquez Mota del 2018. Por eso la “preocupación” de Morena y el Frente porque la campaña de Meade “no levanta”, lo que demuestra es exactamente lo contrario: temen que esa candidatura pueda levantar y dejar a uno de ellos, previsiblemente a Anaya, fuera de la ecuación.
Son especulaciones, pero lo cierto es que ninguno de ellos podría descartar que, al final, terminemos con tres candidatos competitivos e incluso con dos o tres independientes con un caudal de votos importante. Si es así, tendríamos un presidente con el menor porcentaje electoral de la historia. Esa es una posibilidad real. Y entonces esos pocos votantes swichers se valorizan aún más.
Ahora bien ¿es verdad que la campaña de Meade “no levanta”?. Es demasiado temprano para saberlo, en un sentido u el otro. Es claro que la campaña de la coalición PRI-Verde-Panal, no arrasa con el entusiasmo popular, pero tampoco veo que exista demasiado por la de López Obrador o Anaya. En realidad, será, en el caso de Anaya y Meade, hasta fines de febrero o marzo, cuando ya estén registrados, cuando esas campañas podrán estar en mejores condiciones de despuntar. López Obrador lleva la delantera porque en su candidatura no hay debate alguno, hay disciplina o subordinación total al jefe del partido. Todas las candidaturas son palomeadas por el propio Andrés Manuel. Ahí está la fuerza y la debilidad de Morena.
Mientras tanto, el Frente tiene que hacer una profunda labor de conciliación interna, con un PRD que no termina de estar convencido de la alianza y un PAN dividido, lo que se reflejará, ya lo veremos, en las candidaturas de gobernador y del congreso. Por otra parte, salvo Javier Corral y de otra forma Miguel Ángel Yunes, entre los gobernadores panistas tampoco hay demasiado entusiasmo por Anaya.
Pero Meade también tiene que terminar de resolver el proceso interno (hasta ahora sólo ha sido evidente el acuerdo con Osorio) pero falta verlo con otros protagonistas claves, como José Narro, Rosario Robles, Manlio Fabio Beltrones, en muchos otros. No queda claro, tampoco, cómo están jugando varios gobernadores. Y el discurso de José Antonio también tiene que profundizar mucho más en sus propuestas y en rebasar política e ideológicamente tanto a sus oponentes como al mismo discurso oficial. No puede ser un mensaje de simple continuidad.
Insisto, creo que tanto para el Frente como para la coalición priista, será hasta marzo cuando haya claridad sobre cómo están alineadas sus fuerzas y propuestas. Y cómo están colocados frente a Morena. Lo que ambos grupos tienen que evaluar, con o sin polarización, si para entonces no terminará siendo demasiado tarde. Por lo pronto, Meade debe estar agradecido de que sus rivales se preocupen tanto de que su campaña “no levanta”.