No es declinación, son acuerdos tácitos
Columna JFM

No es declinación, son acuerdos tácitos

02-05-2018 La presión para que, a dos meses de los comicios, algunos de los candidatos declinen para fortalecer un polo anti LópezObrador es evidente en ciertos sectores. Es consecuencia de la propia polarización de la campaña y también de los errores de Andrés Manuel que incomprensiblemente cada vez que puede polariza él mismo el proceso…en su contra

 

Pero lo cierto es que esa propuesta hoy por hoy no es viable, por lo menos como algunos la están planteando.

Por una parte, en términos legales, como bien explicó ayer en su columna Pascal Beltrán del Río, eso no podría hacerse desde el momento en que las que compiten son coaliciones. Por la otra porque no son los tiempos. Hoy Ricardo Anaya y José Antonio Meade siguen estando relativamente cerca uno del otro en la lucha por el segundo lugar y ninguno de ellos se merecería, aún, ser el beneficiario de esa suerte de capitulación. Margarita Zavala sigue teniendo un porcentaje de votos que, más allá de la elección presidencial, es su capital político para el futuroNo tendría por qué regalarlo. No veo, al día de hoy cómo Ricardo, José Antonio o Margarita, pudieran tener estímulo alguno para declinar en favor del otro aspirante.

Si algo de eso ocurre será dentro de un mes y tampoco veremos alguna declinación. Los acuerdos que han permitido polarizar el voto entre dos candidatos han sido siempre tácitos. Ocurrió así en 2006 y en 2012 (en el 2000 quien terminó arriendo bandera fue el PRD, cuando buenparte de su voto se fue con Vicente Fox). Por supuesto que, como dijo Anaya, no puede haber acuerdos cupulares, ni pactos de impunidad, pero sí, en la práctica, una alternativa para el voto útil. Pero hoy, el proceso todavía está muy cerrado entre los opositores a Morena por una parte e incluso (aunque Andrés Manuel quiere adelantar los tiempos asegurando que este arroz ya se coció) entre Morena y sus opositores. Los errores cometidos por el candidato de Morena lo demuestran tanto como la comprobación de que entre Anaya, Meade y Zavala no existe aún un terreno favorable para ese tipo de acuerdos.

Hay que destacar además que en esos acuerdos tácitos nunca han participado los candidatos. No se les puede pedir eso: ni Cuauhtémoc Cárdenas declinó en favor de Fox, ni Roberto Madrazo por Felipe Calderón ni tampoco Josefina Vázquez Mota por Enrique Peña. Lo que sucede es que ante la carencia de instrumentos institucionales como los gobiernos de coalición y la segunda vuelta, son las fuerzas internas de los partidos, o los sectores de poder, los que ejercen esa acción. 

Son, insistimos, acuerdos tácitos, que se dan, si es posible establecerlos, cuando falta mucho menos para la jornada electoral y el escenario está mucho más claro respecto a quién está mejor posicionado electoralmente.

Existen otros elementos que tampoco se pueden dejar fuera del análisis. Hoy el sistema de partidos está algo más que fracturado, las disciplinas partidarias son endebles. Morena en términos estrictos no es un partido, es un movimiento con bases duras en torno a un líder, pero por lo pronto han casi vaciado a un PRD sin rumbo. No sabemos cuánto de ese voto potencial de Andrés Manuel es realmente duro o producto del enojo social, y cuánto se puede transformar de ese enojo en miedo ante el futuro lopezobradorista. El PRI no es un secreto decir que tiene tanto divisiones profundas como un problema de identidad: que su candidato sea un independiente lo demuestra. Su futuro dependerá, mucho, de esta elección. La ruptura de Margarita con Anaya no es un tema coyuntural: es una fractura panista similar a la que tuvo el PRI en 1988, paliada en parte por la alianza del PAN con el PRD y MC. Pero a todo el mundo le tiene que quedar claro que el acuerdo entre esos partidos es de coyuntura, no de fondo. 

En ese mundo de divisiones y fracturas los estímulos para llegar a un acuerdo tácito como el de 2006 o 2012 son menores entre los candidatos, pero paradójicamente la flexibilidad de sus estructuras y militantes es mayor que entonces.

Algo o mucho se rompió en el sistema de partidos y vamos a lamentar, gane quien gane el primero de julio, no haber tomado previsiones políticas para darle al Ejecutivo mayor gobernabilidad y la obligación de asumir mayores corresponsabilidades. Con la actual volatilidad, más allá del resultado electoral, las mayoría o minorías parlamentarias dependen de muchas cosas, pero casi en absoluto de la lealtad partidaria. Eso es lo que decidirá, inclinará, el voto útil, pero mucho más allá de eso, también los márgenes de gobernabilidad del futuro gobierno.

Por cierto, todos estamos decepcionados con un congreso que no pudo concluir el sistema nacional anticorrupción, la decisión sobre las fiscalías ni la eliminación del fuero, pero preguntémonos también si uno solo de los candidatos y sus partidos tenían o tienen, en este ambiente electoral, algún estímulo para sacarlo adelante. A todos les pareció mejor esperar cartas nuevas en septiembre próximo.

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