Operación rescate
Columna JFM

Operación rescate

04-05-2018 La designación de René Juárez Cisneros al frente del PRI nacional es una decisión acertada, y habrá que ver si no es demasiado tardía, para poner a ese partido en competencia de cara al primero de julio.

 

El senador, ex subsecretario de gobernación y gobernador de Guerrero (el último con reconocimiento en ese estado y que concluyó su sexenio) es un hombre reconocido y querido en el PRI pero también fuera de él. Es un político que viene de los sectores más populares de Acapulco, de una las colonias que creó en su momento el llamado Rey Lopitos, de niño vendió pescado en playa para mantenerse y su carrera la ha realizado solo, con base en el esfuerzo y en buena medida con una educación autodidacta que le permitió llegar a la universidad y a los principales cargos políticos. Sabe hablar con la gente, con los del dinero y con los más pobres y eso lo hace, en nuestro escenario, un personaje singular. Y es, también, un muy buen operador político, en el mejor sentido de la palabra.

Pero su sola designación no será suficiente si no se coloca en su justa dimensión todo lo que aún hay que hacer en el priismo para revertir y transformar la situación en apenas dos meses. La gestión de Enrique Ochoa merece un análisis más profundo, dejemos algunos apuntes: tomó el partido en una situación muy difícil y tuvo aciertos reales, sobre todo en la Asamblea partidaria, luego de los triunfos en Estado de México y Coahuila, pero probablemente desde el momento en que se decidió que José Antonio Meade sería el candidato priista se tendría que haber operado un cambio en la dirigencia del partido que permitiera acercar a los verdaderos personajes que manejan el priismo a nivel nacional y local,  haciendo suyo al candidato independiente, permitiéndolo a su vez a éste poder centrarse más en el electorado en general. 

Enrique no era el hombre ideal para esa parte del proceso, porque además en el equipo de campaña y sobre todo en el war room del candidato tampoco se tenía a esos personajes.

Hubo problemas, por supuesto en el PRI (sobre todo en el proceso de designación de candidatos en varias entidades, particularmente en Chiapas y Guanajuato) pero también en el área política de la campaña. Allí, además del coordinador Aurelio Nuño, se sientan Eruviel Ávila, José Murat y José Ramón Martel. Más allá de la opinión que se tenga de ellos, no en todos los casos siquiera rescatable, lo cierto es que no representan más que a facciones muy específicas del PRI. Eruviel fue un influyente gobernador pero resulta que su sucesor en el estado de México, Alfredo del Mazo, no aparece, no aporta, y tiene una enorme distancia con el priismo, además de haber roto, desde la constitución de su equipo de trabajo, con sus aliados del Verde y Nueva Alianza, distancia que se ha ampliado en este proceso electoral. Eso hace que la influencia de Eruviel sea, en los hechos, muy restringida.

José Ramón Martel es muy cercano a la familia de Meade, pero hace mucho tiempo que no estaba en los primeros niveles de la política nacional. José Murat… es José Murat, muy lejos de ser un político querido y apreciado por la mayoría del priismo pero inexplicablemente sí por Aurelio y Ochoa. Ese equipo político no ha funcionado y los otros integrantes del war room no pueden o no quieren interferir en ese terreno.

Por esas y por otras razones, la capacidad de respuesta que ha tenido la campaña de Meade respecto a los temas de coyuntura ha sido lenta y a veces ni siquiera se ha visto. Eso se ha reflejado en spots, en redes, en la entrada a los temas polémicos. La campaña que quiere Meade es de propuestas pero una campaña electoral que no lo sea también de controversia y emociones pierde sentido.

Si sumamos todos esos factores: decisiones malas o no acertadas en muchas candidaturas; un lenguaje demasiado ajeno al priismo tradicional (que podrá gustar o no es el único que le puede poner un piso firme a la candidatura de Meade); dirigentes en el partido y en el equipo más cercano que tampoco representan a los factores reales de poder en el propio partido; y una lentitud exasperante en la respuesta política cotidiana, lo que tenemos como resultado es una campaña que no termina de cuajar más allá de las indudables cualidades personales de su candidato y de las propuestas programáticas que encara.

René Juárez puede aportar y mucho a la solución de algunos de estos problemas, pero se necesita mucho más. Incluso el tiempo que resta para la elección tampoco ayuda. En la campaña de Meade se deben hacer cambios de forma y de fondo mucho más profundos, comenzando por acercar la campaña a la gente, a la base partidaria, a los aliados y a los medios de comunicación. Pero insistimos, hay que cambiar personajes, pero también la forma y el estilo de encarar la propia campaña.

Existe otra consideración importante en torno a la designación de René Juárez. En caso, probable, de que el PRI pierda las elecciones (no sólo la presidencial sino también en la mayoría de los estados) se debe tener mandos ypersonajes que puedan amalgamar lo que quede para que no termine siendo absorbido desde Morena. Si así fuera mucho del futuro de ese partido dependería de sus dirigentes en el congreso y de la capacidad de mantener unido desde la dirigencia a un ente con fuertes presiones centrífugas.

Tienen toda la razón cuando dicen en el PRI que no tienen porqué declinar ni darle, hoy, un voto a nadie. No es tiempo para ello y quizás nunca lo sea en esta campaña. El llamado voto útil es un instrumento para otro momentoelectoral. Pero si no despiertan, si no realizan los movimientos y adecuaciones que la campaña de Meade necesita ese escenario se les volverá a presentar, y la única forma de exorcizarlo es salir de una vez por todas de la zona de confort o sea del tercer lugar.

 

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