El alimento de la violencia
Columna JFM

El alimento de la violencia

08-05-2018 Detrás del conflicto entre Andrés Manuel López Obrador y los empresarios está, en un lugar destacado, la creciente dificultad de los grupos sociales y los individuos de participar en un proceso electoral que cada día es más propiedad absoluta de los partidos y sus candidatos.

 

No hay forma, desde la sociedad civil, de ser parte del proceso. La pequeña puerta que había abierto el INE autorizando, por ejemplo, el anuncio sobre educación de Mexicanos Primero lo cerró el Tribunal electoral.

La publicidad que no se puede realizar en los medios convencionales se canaliza hacia las redes y allí la violencia verbal y escrita es la norma, la agresión el método y el insulto la forma de vida. El caso de Ricardo Alemán es casi paradigmático. Por supuesto que el columnista de Milenio se equivocó al reenviar un mensaje que hablaba de las muertes de Lennon, Selena y algún otro personaje a manos de sus fans y les preguntaba a los de López Obrador qué esperaban. Fue un exceso inútil, que le generó a Alemán un costo personal y profesional muy alto, probablemente excesivo, si nos atenemos a la violencia e incluso vileza con que se usan las redes sociales a favor o en contra de cualquier candidato. 

Estoy convencido de que un profesional de la comunicación no puede caer en ese juego. Pero también es verdad que hace apenas unos días, López Obrador les pidió a sus seguidores que desataran una campaña en contra de sus adversarios que en las redes han realizado una persecución cotidiana de cualquiera que critique a Andrés Manuel. Las agresiones son constantes y en términos mucho más rudos que los utilizados por Alemán. Vamos, ni siquiera las amenazas que suelen enviar los narcos a quienes investigamos esos temas son en ocasiones tan viles: insultan a críticos, agreden a las familias, descalifican sin el menor argumento. Es parte de todo lo que estamos viviendo, es verdad, pero no he escuchado ni una vez al candidato presidencial de Morena o a sus principales dirigentes, pidiéndole a sus seguidores que se moderen, rechazando la violencia verbal, aunque sea deslindándose de ella. 

Al contrario, la atizan cotidianamente, usando el propio Andrés Manuel un lenguaje agresivo, insultante, con sus adversarios. Como decíamos ayer, incluso hasta cuando pareciera tender una mano lo hace con un lenguaje ofensivo: “no voy a perseguir los derechos de la mafia del poder”, “me sentaré con los empresarios si dejan de hacer negocios corruptos”, la lista es interminable. Por otra parte, los insultos son tan  poco sustanciosos, en la mayoría de los casos tan poco fundados, que quienes fueron insultados ayer por no ser parte de su movimiento, hoy, si se acercaron a él, son reivindicados automáticamente. 

Ricardo pagó su error y el exceso, pero nadie entre los seguidores de Andrés Manuel (y muchos trabajan, son invitados o comentaristas en los medios) ha sufrido siquiera una advertencia o un deslinde de parte del candidato de Morena. Nadie ha expresado alguna vez una disculpa. Nadie se hace responsable de los innumerables trolls que contestan con agravios y desde cuentas falsas, cualquier mensaje o idea contraria al líder.

Hay un maniqueísmo excesivo. Demasiada violencia. Tiene razón Carlos Loret de Mola cuando escribe que hay que buscar, aunque sea en forma tácita, una suerte de pacto de no agresión verbal o escrita. No para impedir la crítica y el debate, que deben ser, en todos los sentidos, más vigorosos que nunca, sino para impedir que continúe una escalada de violencia verbal y escrita que terminará siendo costosa para todos. 

López Obrador debería ser el que dé el primer paso, porque sin duda su lenguaje y el de sus seguidores es el más agresivo, pero debe incluir a todos los demás actores, incluyendo los comunicadores. No se trata tampoco de ejercer una suerte de auto censura sino de recurrir al sentido común, a revalorar la palabra, el trato, el sentido de las cosas.

No va a refundar la república después del primero de julio. Nadie puede deshacerse de dos tercios de la población, gane o pierda los comicios, porque no están de acuerdo con él o ella. Nadie puede apostar a subir el tono, los decibeles y la violencia sin pagar un costo. Ya es hora de entenderlo y aplicarlo.

Trump y Stormy

Cada día que pasa el presidente Trump, otro que ha hecho del exceso verbal y escrito una norma de conducta, parece estar en mayores problemas por lo que muchos creyeron originalmente que era un problema menor. Las acusaciones de la actriz y productora de películas pornográficas llamada Stormy Daniels y con quien Trump tuvo una aventura hace poco más de una década. 

No es un tema moral: se trata de que se pagaron 130 mil dólares a esa mujer por su silencio durante la campaña electoral y a pesar de que el abogado personal de Trump sostuvo que el dinero lo pagó él de su bolsillo, lo cierto es que si se comprueba que fue dinero utilizado para influenciar en uno u otro sentido en la campaña y no se lo declaró como tal, Trump estaría violando las leyes electorales de su país. 

Lo grave es que desde hace meses, el propio presidente Trump, sus funcionarios y abogados se contradicen constantemente sobre el tema, transformándolo en una comedia de errores…una comedia que le puede costar la presidencia incluso antes de la inexorable amenaza de la trama rusa.

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