Romo y la incertidumbre
Columna JFM

Romo y la incertidumbre

25-06-2018 A una semana de las elecciones y ante el inminente cierre de las campañas, han sido muchos los medios y analistas internacionales que han puesto su atención sobre lo que ocurrirá en nuestro país el próximo domingo.

 

The Economist, uno de los más célebres semanarios del mundo, escribía esta semana que la elección de López Obrador es “un experimento arriesgado” para México. En un largo texto habla de la poca idea que tiene el candidato de Morena de cómo funciona realmente una democracia, de cómo se podrían deteriorar las relaciones con Estados Unidos a partir, precisamente, de las similitudes políticas de Andrés Manuel con Donald Trump (no habla de similitudes personales sino políticas que ejemplifica con la tendencia nacionalista de ambos y con la utilización del “Estado profundo” de parte de Trump y de la “mafia del poder” de López Obrador como entes que manejan cada uno de sus países) y advierte de los riesgos de una elección que, por otra parte, ve como casi segura. En otras palabras, el experimento, como lo llama The Economist, genera incertidumbre.

En términos muy similares se expresó el Washington Post la semana pasada y también el principal fondo de inversión a nivel global, Black Rock, cuyos directivos se han reunido con Carlos Urzúa (que sería, según dijo López Obrador su secretario de Hacienda en caso de ganar las elecciones), en su boletín informativo predijo que luego de las elecciones y del triunfo de López Obrador podría haber un deterioro de la economía mexicana por la incertidumbre sobre las políticas que aplicaría el candidato de Morena.

Ese es el principal factor que opera en contra de López Obrador: la incertidumbre sobre su accionar en caso de ganar la presidencia. Ha dicho cosas demasiado contradictorias entre sí y en su movimiento hay expresiones políticas de todo tipo, desde las más radicales hasta las más conservadoras, desde las proempresariales hasta las antisistema. Ese es uno de los secretos para poder movilizar tantos grupos diferentes en torno a una candidatura: ofrecerle a cada uno de ellos un discurso propio, el que considere oportuno para el momento. Pero eso es precisamente lo que genera la incertidumbre.

López Obrador y su equipo más cercano me imagino que lo saben, por eso desde las últimas semanas, en especial desde la reunión que mantuvo con el Consejo Mexicano de Negocios, su principal objetivo ha sido tratar de dar certidumbre a los inversionistas y hombres de negocios, pero también a los sectores sociales que, con razón, desconfían  de él. 

El sábado dio un paso muy importante en Monterrey cuando anunció que, en caso de ganar la Presidencia de la República, su jefe de gabinete, al estilo estadounidense, sería el empresario Alfonso Romo, quien viene fungiendo como coordinador de programa y estrategia de López Obrador y es quien ha mantenido la relación con muchos sectores pero sobre todo con medios e iniciativa privada.

Es un claro gesto que busca, por una parte, disminuir la incertidumbre ante la relación que mantiene Romo con los sectores que mayor desconfianza tienen respecto a López Obrador y también una señal de cómo podría ser un futuro gobierno suyo, insistiendo, sobre todo, en que lo que plantea se aleja radicalmente de lo que podría ser un régimen tipo Hugo Chávez, con el que, por lo menos Romo, no tiene la menor simpatía. 

La semana pasada, el propio Romo mantuvo una larga reunión con el empresario que más activamente ha combatido al chavismo en Venezuela, Lorenzo Mendoza, del grupo Polar. Salió, me decía en una plática que mantuvimos poco después, admirado del coraje y talento de Mendoza y de la forma que ha enfrentado al régimen de Chávez y Maduro, que le han quitado el 92 por ciento de su patrimonio. La reunión entre Romo y Mendoza fue organizada por el propio Consejo Mexicano de Negocios.

El mensaje que quiere enviar López Obrador en ese sentido es claro: más allá de discursos contradictorios quiere, o pretende, mostrar cómo va a gobernar mostrando los hombres y mujeres con los que lo hará. Si la duda es si gobernará con los radicales tipo Taibo o Ackerman o con los pragmáticos tipo Romo o Tatiana, la respuesta que envía con la designación de Romo y con buena parte de los que ha dicho hasta ahora que serán su equipo de gobierno (muchos difícilmente ocuparán las posiciones de las que se ha hablado, como Olga Sánchez Cordero que seguramente será senadora no secretaria de gobernación) es que optará, en su equipo por el pragmatismo mucho más que por el radicalismo.

Estas señales son importantes para el candidato de Morena sobre todo en esta etapa final porque será en estos días cuando muchos terminen de definir su voto, cuando la lógica del miedo se puede imponer con mayor peso que nunca y cuando la estrategia del voto útil se comenzará a centrar, cada vez más, entre el propio López Obrador y un José Antonio Meadeque parece afianzarse en la segunda posición, aunque la gran dificultad que sigue teniendo el voto útil es que no termina de existir la suficiente claridad entre la gente al respecto. 

Ante ello y con señales como la designación de Romo lo que intenta López Obrador es desactivar la incertidumbre y también el voto útil.

Por supuesto que siempre se podrá argumentar que más allá de las señales lo importante es qué pasará después, si gana y cuando asuma realmente el poder. Pero por lo pronto, la que envió el viernes desde Monterrey con la propuesta de Romo como jefe de gabinete, es una señal positiva, que debe ser tomada en cuenta, sobre todo en esta recta final de la campaña.

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