AMLO, Meade, Anaya de cara al 1 de julio
Columna JFM

AMLO, Meade, Anaya de cara al 1 de julio

27-06-2018 Un político tiene que tener la habilidad de predecir lo que va a pasar mañana, la próxima semana, el próximo mes y el próximo año, y poder explicar después por qué nada de eso pasó. ​​​​Winston Churchill

 

Hace seis años, cuando concluía la campaña electoral que llevó a la presidencia a Enrique Peña Nieto, nadie hubiera imaginado el escenario que estamos viviendo hoy, a unos días de los comicios que cambiarán, en muchos sentidos, el sistema político e incluso el modelo de desarrollo del país.

Hace seis años, el PRI parecía renacer con el triunfo de un candidato popular, luego del desgaste panista que significaron doce años en el poder. El PRD pensaba que finalmente se podía deshacer de un López Obrador que después de dos derrotas electorales les parecía ya un lastre. Este se disponía a crear un partido que muchos creían simplemente testimonial.

La cantidad de errores que cometieron los muchos de los principales actores de este proceso ha modificado ese escenario. El único que no cambió su discurso, que se mantuvo exactamente en la línea que concibió para sí mismo desde el año 2000, fue López Obrador. Se alejó del Pacto por México, de las reformas, no fue parte del diálogo y de los acuerdos entre los partidos y cuando percibió los errores de sus adversarios se fue contra ellos. Supo aprovechar de tal forma una reforma electoral, con algunos capítulos sencillamente insensatos, que, cómo presidente de Morena pudo hacer campaña durante cuatro años, mientras sus futuros adversarios se desgastaban en tareas de gobierno o partidarias. Y aprendió de sus propios errores, al tiempo que se hacía de un equipo más confiable que los que lo habían acompañado en las dos campañas anteriores.

Por eso, ese político que parecía defenestrado hace seis años, cuyo siguiente paso era tener un papel testimonial, será muy probablemente, salvo alguna sorpresa mayor, el próximo presidente de México. No es el mejor, no deja de provocar incertidumbre, uno no termina de saber nunca qué es exactamente lo que piensa, muchas de sus ideas rozan con la intolerancia y en lo económico con un regreso al pasado que definitivamente no fue el mejor. Pero goza de un olfato político y de una relación con la gente, de una terquedad (que algunos ven como virtud, aunque sea en realidad un defecto) que lo tienen donde está. Hoy su movimiento es una amalgama política que va de la izquierda radical a la derecha más conservadora y eso es lo que lo hace tan fuerte en el terreno político y electoral.

Ese PRI que hace seis años parecía que regresaba para quedarse en el poder por muchos años, terminó colocando en la candidatura presidencial a un hombre intachable, con la mejor hoja de servicios profesionales que se pueden pedir, serio, honesto, franco, con un profundo conocimiento del mundo y de la economía. Un político sin partido. José Antonio Meade tiene las mejores credenciales para encabezar un gobiernoPero comenzó demasiado tarde, no se construyó con tiempo su candidatura. Llegó sin una estructura nacional, sin ser conocido, como producto de un proceso de destape priista demasiado tradicional. Y en la dicotomía entre mostrarse como independiente o priista, durante semanas no era percibido como lo primero por la gente mientras que los segundos no lo veían como uno de los suyos.

En realidad, su campaña comenzó a tener sentido, fuerza, dirección, hace apenas unas semanas. Ha crecido y creo que ha superado a Ricardo Anaya, pero habrá que ver si le alcanza para canalizar hacia su persona el llamado voto útil. En lo personal creo que es el mejor, pero no siempre los mejores ganan.

El PAN y el PRD, junto con Movimiento Ciudadano tuvieron el acierto de decidir formar un frente para competir,pero cometieron el grave error de basar sus coincidencias en acuerdos personales, cupulares. Un Frente se forma en torno a un liderazgo muy poderoso o a través de una propuesta programática y con un riguroso acuerdo partidario. Un ejemplo es el Frente Amplio de Uruguay, con estrictos mecanismos, siempre abiertos, para designar candidatos, con una plataforma flexible para gobernar, con personajes de muchas corrientes pero donde las decisiones nunca son individuales. En nuestro caso, el Frente se creó para lanzar a Ricardo a la candidatura, a Alejandra Barrales a la ciudad de México, mientras MC se quedaba con posiciones en el congreso y con Jalisco (donde Enrique Alfaro decidió que iría solo, porque no necesitaba la alianza). No hubo un proceso abierto para designar candidato y eso alejó a Margarita Zavala y a los llamados calderonistas, Rafael Moreno Valle y Miguel Ángel Mancera, incluso a muchos gobernadores. Y para colmo, su estrategia se basó en decir que metería a la cárcel a Peña, a Meade, a medio mundo, al tiempo que era acusado, nunca quedó claro si justamente o como medida publicitaria, de corrupción. El Frente ganará estados y municipios, pero no la presidencia, y habrá que ver al final, cuantos legisladores tendrá cada uno de los partidos de una alianza que quién sabe cuanto tiempo perdurarádespués del domingo.

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