02-07-2018 Al momento de escribir estas líneas no hay aún cifrasoficiales de los comicios de ayer, pero los resultados, según los números que se están divulgando, son bastante previsibles. Es muy probable que Andrés Manuel López Obrador sea el próximo presidente de México. Habrá que esperar los resultados para saber cómo quedará el Congreso, las gubernaturas y los equilibrios partidarios en todo el país. De todas formas, estamos ante el mayor cambio político de México en décadas.
De hoy al 1 de diciembre viviremos un muy largo periodo de transición en el que asistiremos a muchas transformaciones y se deberán adoptar decisiones fundamentales para la próxima administración. El primer e ineludible capítulo es la necesidad de una profunda reconciliación nacional, que no será fácil de lograr porque el ambiente político se ha polarizado hasta límites extremos,pero sin la cual no se podrá gobernar, por lo menos no con la estabilidad que el país requiere.
El candidato ganador necesita la reconciliación porque necesitará estabilidad. En 1994, pese a las enormes turbulencias, incluyendo el levantamiento zapatista, los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, la votación fue excepcionalmente tranquila, pero el clima que se generó durante esos meses se terminó pagando en diciembre cuando a la turbulencia pasada se le sumó el mal manejo financieroy vivimos una crisis terrible. No se puede iniciar así un gobierno, menos aún porque lo cierto es que desde entonces México ha tenido una envidiable estabilidad económica, sobrepasando incluso sin costos sociales excesivos, la crisis internacional del 2008. Los mercados han descontado ya el resultado, el peso está estable y no sería descabellado que hoy mismo incluso recupere valor, pero esa estabilidad hay que cuidarla y alimentarla.
Y los personajes que se encarguen de la transición en elámbito económico y financiero son fundamentales para mantener esa estabilidad. Volvamos a 1994. En ese diciembre se designó como secretario de Hacienda a un hombre que era una verdadera estrella internacional, que había negociado con éxito el Tratado de Libre Comercio y que tenía conocimientos y reconocimientos. Jaime Serra Puche, sin embargo, no venía del equipo económico de Pedro Aspe ni del sector financiero. Buena parte de su equipo tampoco. Y esa inexperiencia en el sector se pagó con el mal manejo de una crisis que hubiera podido ser controlable en otras circunstancias y con mejores lazos de comunicación con el sector. Es una experiencia que el nuevo gobierno no puede echar en saco roto.
De la mano con todo esto está el manejo de expectativas. Una cosa es prometer en una larga campaña que lleva en realidad décadas y otra hacerlo en una transición gubernamental que será tan larga que, para muchos, incluso para el presidente electo, puede ser interpretada como una prolongación de la campaña. En Morena hay de todo, desde sectores de derecha extrema hasta una izquierda radical que sólo conviven por la fidelidad hacia su líder y la expectativa de poder. No se podrá contentar a todos en el futuro, nunca se puede. Por eso será trascendente saber con quiénes se gobernará y cómo. Del poder ejecutivo federal terminan dependiendo unos tres mil cargos, pero el equipo central que acompañará al presidente electo es clave para garantizar la estabilidad y la certidumbre. E incluso hay cuatro o cinco posiciones que son las que darán el tono definitivo del próximo gabinete.
Habrá que cuidar también algo que no ha sido atendido con la seriedad que merece en este proceso electoral: la seguridad pública e interior, donde están, hoy, los mayores desafíos a la seguridad nacional y la estabilidad del país. Es entendible que un gobierno entrante no dé a conocer en detalle su estrategia de seguridad cinco meses antes de asumir el poder y mucho menos que se haga responsable o corresponsable de la autoridad saliente en el sector. Pero, una vez más, debe haber certidumbre de que no se jugará con el tema ni con las instituciones, lo que debe ir de la mano con acuerdos y convocatorias muy amplias para darle contenido a la estrategia que se implementará desde el 1 de diciembre próximo.
Habrá que estar atentos a otro tema. A partir de hoy nuestro sistema de partidos sufrirá una reconfiguración casi completa. Ninguno de nuestros cuatro principales partidos llegará al primero de diciembre en las condiciones en que terminaron la jornada electoral. Eso exigirá no sólo acuerdos sino una visión nueva en las relaciones políticas y partidarias, pasaremos por un periodo en el cual los acuerdos o desacuerdos entre personalidades políticas serán tanto o más importantes que con los partidos en sí, por lo menos hasta que los partidos adquieran su nueva configuración.
Finalmente habrá que recordarle a todos los actores y partidos políticos que el país es mucho más grande que ellos, que no se puede jugar con el destino de 130 millones de mexicanos o pensar que las ocurrencias pueden reemplazar la certidumbre. Para todos los que han ganado las elecciones de ayer, las más sinceras felicitaciones, vendrá en estos días la merecida celebración, pero inmediatamente después, deberán asumir la responsabilidad de tratar de darnos a todos un mejor futuro en el cual lo perdedores también tendrán que jugar su papel.