30-11-2018 No es una exageración decir que mañana comienza una nueva era en la forma de hacer y entender el poder y la política en nuestro país. Lo que sucede es que no terminamos de saber bien cómo se configurará ese poder y si actuarán o no los contrapesos necesarios en todo ejercicio de gobierno.
Lo vivido en estos cinco meses es profundamente contradictorio. Luego de cuatro meses en los que la transición se llevó con tersura y equilibrio por todos los protagonistas, noviembre se convirtió en el mes de las ocurrencias y las decisiones desafortunadas. No creo que se haya terminado de calibrar la gravedad de haber cancelado el aeropuerto de Texcoco con todas las repercusiones que ha tenido y que tendrá aún más en el futuro en término de inversionistas, accionistas, poseedores de bonos y propietarios de fibras, incluyendo afores o sea de recursos de retiro de los trabajadores. Si esos conflictos legales no hanestallado aún es porque, oficialmente, la construcción del aeropuerto no se ha cancelado.
En aras de la racionalidad lo deseable sería que se revise esa decisión (que es de broma decir que fue resultado de una consulta popular) y, si se considera que hubo malos manejos, que se limpien y se continúe con la construcción. Si el gobierno no quiere invertir que lo concesiona a quien pueda y quiera. Pero la cancelación es un desatino enorme. Si es así, si mañana mismo, como es previsible, el presidente López Obrador comienza su mandato con esa cancelación lo hará tirando a la basura una obra avanzada en un 36 por ciento, con un costo de por los menos 200 mil millones de pesos ya invertidos, dejará 40 mil trabajadores que participan hoy de la construcción en la calle y a unos cientos de miles que tienen empleos indirectos, romperá los contratos de casi 500 empresas nacionales e internacionales que tienen contratos firmados y vigentes y se verá frente a decenas de demandas nacionales o internacionales, más allá de que pueda llegar a algunos acuerdos, con algunos de los principales constructores nacionales. Es irracional, y los mercados castigan la irracionalidad.
A la decisión del aeropuerto se sumaron la de las comisiones bancarias, la de las afores, la de las mineras. En el camino algunos de los interlocutores más valiosos del presidente han quedado debilitados, la economía nacional ha tenido que asumir costos y pérdidas y todo resulta más incomprensible aún porque resulta absolutamente gratuito: no era necesario, no influye en lo más mínimo en el proyecto de nación que se propone impulsar el presidente López Obrador y, por el contrario lo obstruye: los más de cinco mil millones de dólares en intereses de la deuda que se tendrán que pagar de más en 2019 por esas decisiones se podrían haber destinado a programas sociales y es lo que se requería para terminar el aeropuerto, o para construir buena parte del tren maya.
Por eso lo más importante mañana serán los dos discursos que pronunciará el presidente, el primero en San Lázaro y el otro, en la tarde, desde el balcón principal de Palacio Nacional. Los mercados, la sociedad, los inversionistas, los que toman decisiones y los que deben vivir con base en esas decisiones, estarán atentos al discurso de López Obrador: si es el discurso del primero de julio y días posteriores, si es un discurso que apuesta a la estabilidad y refuerza la credibilidad tendrá una muy buena recepción y podremos tener un fin de año y un inicio de 2019 muy positivo, porque me imagino que un discurso de esas características se tendrá que reflejar en el presupuesto (que se presentará antes del 15 de diciembre). Si es un discurso beligerante, si resulta en la profundización de los errores de noviembre el panorama se ensombrecerá de forma notable. Pero ocurrirá lo mismo si se pronuncia en San Lázaro un discurso y en el Zócalo, ante la gente, se plantean otras cosas, si en uno se concilia y en el otro se confronta.Ambos deben tener una coherencia y un espíritu común.
No me cabe duda que serán las dos intervenciones más importantes en la vida de López Obrador. Hay que recordar que la crisis del 94-95 tuvo muchos antecedentes previos, pero se detonó con una serie de malas decisiones tomadas en noviembre por el equipo del presidente electo, y se instaló entre nosotros cuando no gustó su equipo, sobre todo el financiero ni convenció el discurso de toma de posesión, y ese equipo se equivocó una y otra vez en la operación financiera hasta que la burbuja estalló antes de la navidad de ese año. López Obrador recibe una economía que, a pesar de los golpes sufridos en las últimas semanas y a diferencia de la de entonces, tiene bases muy sólidas que le permiten tener unos primeros meses de gobiernos avasallantes. Pero necesita reafirmar y volver a recuperar la certidumbre y la confianza, esas que se pierden en horas y se ganan en años.Deseo de todo corazón que así sea.
Meterla doblada, política cultural y legislativa
Las expresiones de Paco Taibo II son inaceptables. Es vergonzoso que se haga leyes a modo para torcer la ley y que pueda asumir un cargo para el que no cumple los requisitos. Pero su desprecio por la forma, el fondo, el lenguaje, el otro,demuestran que tampoco está calificado para asumirlo.