21-12-2018 El 2018 concluye con un torbellino de noticias marcadas por el estilo de gobernar del presidente López Obrador, distinto, diferente, muy encontrado con el de cualquiera de sus predecesores.
Un estilo de gobernar que se fraguó durante los cinco largos meses de transición y que se basa en la contraposición constante con el pasado reciente, hasta límites, en algunos casos, de gran intensidad política pero que, en otros, raya casi en el absurdo. Ahí está toda la estrategia de los programas sociales y la utilización de los símbolos del poder como ejemplo de uno y ese elefante en el cuarto, como bien lo describió Carlos Elizondo, que es la cancelación del aeropuerto de Texcoco que es el origen de buena parte de los problemas en los que se ha metido esta administración.
El torbellino lleva a reflexionar poco, todo debe ser rápido, inmediato y así se cometen errores (como recortar el 85 por ciento del presupuesto de los consulados o golpear el presupuesto universitario cuando más se lo necesita), se habla demasiado y de demasiadas cosas sobre todo porque era más fácil imponer agenda cuando se era jefe de gobierno capitalino y aspirante opositor en una larga conferencia de prensa en la madrugada, que cuando se es presidente de la república y se deben explicar decisiones de gobierno.
Unas conferencias de prensa que se realizan luego de una reunión a las 5.30 de la mañana con el gabinete de seguridad y en ocasiones con otros invitados que habrá que ver cuánto durarán, o mejor dicho cuánto durarán sus participantes, porque en apenas tres semanas, la mayoría de los participantes se confiesan agotados.
Un fin de año que ha comenzado a exhibir públicamente lo que adelantamos hace meses: el oficialismo y la oposición al régimen conviven en Morena y en el propio gobierno. Las contradicciones internas y las diferencias entre miembros del equipo de gobierno, el congreso y el partido son cosas de todos los días y se han agravado con el paso de estas tres semanas. El debate entre el secretario de seguridad, Alfonso Durazo, y la diputada Tatiana Clouthier sobre la Guardia Nacional, al que se incorporó (ajustando cuentas de la pasada campaña), la presidenta de Morena, Yeidckol Polenvsky, es revelador de esas divergencias y de lo poco permeable que son algunos sectores a la crítica, aunque sea interna.
El tema de la seguridad es, en apariencia, el más complejo a resolver y en donde la estrategia a seguir parece más dubitativa. Es verdad que con la Guardia Nacional, se ha concentrado todo o casi todo el control en el ejército, incluso quitando, dijo el presidente López Obrador en una declaración extraña y que no fue bien explicada, a la Marina “de todas las labores en tierra” (¿es verdad?¿eso incluye los equipos de élite y la inteligencia que tan bien han funcionado y en la que tanto confían, por ejemplo, en Estados Unidos?) pero no parece haber un diseño completo, no se ha dicho una palabra de lo que se hará con las policías federal, estatales y municipales y si bien el presidente ha hablado de un mando único no queda claro tampoco qué tanto comprenderá el mismo.
La que tímidamente comienza también a aparecer es la oposición, que ha descubierto que todavía gobierna muchos estados y que tiene en sus manos la posibilidad de bloquear cambios constitucionales. Bienvenida sea esa tímida oposición, porque durante los meses de la transición prácticamente había desaparecido. Claro que salvo personajes como el gobernador Enrique Alfaro está muy lejos aún de tener una estrategia y mucho menos líderes visibles.
Tampoco es claro lo que sucederá con México en el mundo. Es evidente que se quiere tener la fiesta en paz con Trump, en una lógica muy similar a la del sexenio pasado. Pero llama la atención de que aún no tengamos embajadores designados en la mayoría de los países más importantes.Seguramente se está en el proceso de pedir para ellos el plácet, pero no es un tema menor: con la cancelación de instancias tan importantes como Pro México, con la desaparición del Consejo promotor del Turismo y el acotamiento de otras instancias internacionales, mucho de lo que pase en el exterior dependerá directamente de las embajadas y por ende del perfil de los embajadores, de un servicio exterior que tendrá que trabajar con menos recursos humanos y materiales y mayores desafíos en un contexto internacional cada día más complejo.
El director fundador de La Jornada, Carlos Payán, fue galardonado con la medalla Belisario Domínguez. Un reconocimiento merecido. Payán es un hombre inteligente, sensible, alejado de dogmatismos, pero con ideas muy claras y lo ha demostrado en su trabajo profesional a lo largo de toda una vida. Había sido galardonado también Julio Scherer García, probablemente el periodista más influyente en el siglo XX mexicano, un personaje en muchos sentidos ejemplar. Su familia, siguiendo las convicciones de don Julio decidió declinar el reconocimiento. Más allá de eso, es un justo homenaje a dos periodistas cuya labor ha trascendido en el tiempo y en el quehacer diario de esta profesión.
PD: Razones se dejará de publicar unos días con motivo del fin de año. Muchas felicidades a todos nuestros lectores. Nos reencontraremos aquí en el 2019, el lunes 7 de enero.