05-03-2019 Lograr un crecimiento del 4 por ciento no es posible en las circunstancias actuales. Una de las causas es que la inversión privada dista de convertirse en una “obsesión“, como se dijo la semana pasada en el cambio de mando en el Consejo Coordinador Empresarial. En realidad, pareciera que es al contrario: no se invierte porque no se sabe qué va a pasar. La norma de los mercados en México es hoy la incertidumbre.
Y hay con qué alimentarla. La popularidad del presidente al concluir su tercer mes de gobierno está en 78 por ciento, según publicó El Financiero. Puede estar sobreestimada, pero nadie coloca esa aceptación en menos de 65-70 por ciento. Eso es consecuencia directa, entre otras muchas razones, de los apoyos que está distribuyendo el gobierno federal y que llegan a 22 millones de beneficiarios. Casi ningún mandatario en la actualidad tiene esas tasas de reconocimiento. Pero los mercados están leyendo otras cosas.
Standard & Poor‘s ha puesto a México en perspectiva negativa. Apenas ayer, la misma consultora degradó la deuda de Pemex, ya está en nivel negativo. Desde semanas atrás lo había hecho Fitch. Por más que se hable de inversiones, éstas siguen sin llegar, salvo las que en el mercado financiero están aprovechando el diferencial de tasas entre México y Estados Unidos. La propia Secretaría de Hacienda anuncióuna caída en la recaudación durante enero (algo que por otra parte es normal) y el Presidente asegura que esa información no es verídica, que él tiene otros datos. ¿El Presidente no confía en los datos de Hacienda?
En el que contexto del mayor error cometido por esta administración, la cancelación del aeropuerto de Texcoco, por el que se siguen pagando miles de millones de dólares,no para terminar una obra sino para cancelarla, se da la reunión de la International Air Transport Association (IATA) en nuestro país, y las autoridades de laSCT no logran convencer a nadie de su proyecto alternativo de construir Santa Lucía, y ampliar los actuales aeropuertosde la Ciudad de México y el de Toluca. La IATA es la asociación comercial mundial de las prinicpales líneas aéreasdel mundo. Está integrada por 260 empresas aéreas, que representan el 83 por ciento del tráfico aéreo total. Interviene y formula políticas en los ámbitos decisivos de la actividad aeronáutica en todo el mundo.
Pues bien, esa organización criticó el programa de los tres aeropuertos, consideró, como Mitre, que no será viable y mucho menos eficiente. Su opinión es determinante respecto a la actitud que tomarán las principales aerolíneas del mundo, incluyendo las mexicanas. La respuesta del gobierno es que se tomará en cuenta su opinión pero, agrega el Presidente, son organizaciones “poco serias” (sic).
En este marco ninguna gran empresa invertirá seriamente en el país, salvo que se trate de oportunidades demasiado especiales. Lo que se debe romper es este marco si se quieren recuperar inversiones, convertirlas en obsesión y crecer a un cuatro por ciento.
Con algunos gestos, el gobierno podría recuperar la confianza de los inversionistas, pero cada vez que reitera que busca asociarse con ellos, que hace un gesto positivo, da un paso atrás o insiste en una toma de decisiones equivocadas (algo a lo que no son ajenas en absoluto las diferencias internas que existen en el equipo de gobierno, incluyendo en forma notable, los temas económicos y financieros).
Regresar al tema del aeropuerto de Texcoco es una tarea inútil, pero si además, se plantea un proyecto de tres miniaeropuertos que los dos principales entes de la aviación mundial, la consultora Mitre y la IATA califican como ineficiente y poco viable, y entonces se los descalifica peyorativamente, será difícil recuperar la confianza, en esos y otros sectores asociados.
La calificación de la deuda Pemex cayó y va a seguir cayendo si no hay un plan serio para el sector y si se siguen cancelando licitaciones e inversiones. Ese es el área que mayores inversiones podría traer al país. Y están paralizadas. Las calificadoras bajan la deuda de Pemex y la ponen en negativo porque lo que está haciendo el gobierno no garantiza lo que a ellos les interesa: que existan recursos para pagar una deuda que suma 90 mil millones de dólares. Sin una fuerte inversión privada el sector se vuelve insolvente. Regresando a una política de apertura y respetando contratos, gobierno corporativo, inversiones e inversionistas, se puede recuperar la calificción y los recursos que hoy se escapan.
Hoy numerosas obras iniciadas el sxenio pasado no están siendo terminadas, o están terminadas y simplemente no operan. Eso genera incertidumbre. Las grandes obras de infraestructura no pueden paralizarse porque simplemente cambió el gobierno. No pueden cancelarse porque le parece a alguien. No se puede descalificar con ligereza a los grandes organismos internacionales porque dicen lo contrario de lo que el gobierno quisiera oír.
Para crecer al cuatro por ciento y convertir la inversión en una “obsesión“ se necesita certidumbre jurídica, financiera y política. La popularidad, un intangible, es importantísima para ejercer el poder, pero los mercados saben, por experiencia, que la popularidad como viene se puede ir, por eso no invierten basados en ella.