El foro no defraudó en ningún sentido y en la lectura de la ocurrido entre martes y miércoles se pueden apreciar, en un ambiente diferente, los aciertos y las carencias del equipo gubernamental.
Me llamó la atención, luego de escuchar a varios secretarios de Estado, que a casi nueve meses de iniciado el gobierno, no pueden desprenderse del lenguaje de campaña. Es más lo que se anuncia que se quiere hacer que lo que se dice sobre lo hecho. Uno de los capítulos centrales era hablar de la confianza y la certidumbre entre el capital privado y el gobierno y todos, desde el presidente hasta Arturo Herrera o Alfonso Romo, hablaron del tema, pero nunca se terminó de aterrizar en qué se debe fundar, en acciones concretas, esa certidumbre y confianza que el gobierno podría recuperar rápidamente acometiendo una serie corta de acciones concretasen el ámbito económico y de seguridad.
No terminaron de abordar el tema energético y de establecer hasta donde puede participar el sector privado en ese ámbito. Romo trató de ser más específico al respecto pero más allá de explicaciones lo que se necesitan son compromisos concretos. Herrera, que como Romo hizo una buena exposición, insistió en que por cada peso que invierte el gobierno el sector privado invierte siete, que por eso sin la inversión privada ni el país ni el gobierno pueden avanzar e invitó a los empresarios y financieros a hacerlo en el país. Pero no señaló proyectos, áreas específicas en las que invertir. Con Herrera y Romo quedó un buen sabor de boca, pero nada más. Faltó, como suele ocurrir en esta administración, aterrizar esas buenas intenciones. La confianza y la certidumbre se alimentan de acciones concretas.
Otro ejemplo, la intervención de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. No es necesario hablarle a un grupo de empresarios muy calificados de la necesidad de la gobernabilidad democrática, lo que quieren saber es cómo se garantizará la seguridad. Hablar de pacificación, de programas de inserción, está muy bien pero la gobernabilidad del país requiere acciones y propuestas muy concretas, sobre todo en el ámbito de la seguridad y no las tuvimos en esa intervención. Algo similar sucedió con la jefa de gobierno, Claudia Sheimbaum, cuya intervención ante decenas de empresarios, muchos de ellos grandes, giró en torno a la educación pública en la ciudad. Interesante, pero me imaginó que los empresarios estaban interesados más en las posibilidades de inversión en la ciudad y en temas como la política inmobiliaria, hoy detenida por decisión gubernamental.
La intervención del presidente López Obrador merece un comentario aparte. Nunca había visto a Andrés Manuel, ya como mandatario, en un foro de estas características. Las inseguridades y desconfianza que exhibía cuando iba con empresarios en el pasado, como candidato, hace tiempo que quedaron atrás. El suyo fue un discurso largo pero interesante, con muchas partes improvisadas, donde recorrió parte de su propia historia tomando como base su relación con el fundador del banco, Roberto González Barrera, abuelo de su actual presidente del consejo de administración, Carlos Hank González, para llegar a sus cuatro capítulos centrales de gobierno: el fortalecimiento de la economía popular; la inversión y participación del Estado en la construcción de infraestructura, el apoyo a la inversión privada nacional y a la extranjera.
Reconoció, creo que por primera vez, que con la lucha contra la corrupción y la austeridad no es suficiente, que se necesita crecer y esa es hoy, aceptó, una asignatura pendiente. Habló de sus grandes proyectos: el tren maya, el desarrollo del Istmo, Dos Bocas, pero cuando se refirió al aeropuerto dijo que la prioridad era atender la saturación del actual aeropuerto capitalino, no habló de Santa Lucía.
Ví a un presidente muy fiel a su estilo pero, debo reconocerlo, más reflexivo sobre varios temas de lo que esperaba. Creo que es una buena noticia.