En noviembre de 2016, menos de una semana después del triunfo de Donald Trump, hablamos con algunos operadores de política externa del que sería el próximo presidente de Estados Unidos, sobre la relación con México. Aquí lo publicamos el 14 de noviembre de ese año. “El equipo de Trump, decíamos en aquella columna de hace casi tres años, está pensando, sobre todo, en un esquema geopolítico distinto, y a partir de eso su verdadera agenda está en una guerra comercial con China. Para Trump, el problema no es México y, al contrario, lo requiere como aliado en esa confrontación que creen inminente.
“¿Cuál es el ejemplo que el equipo de Trump utiliza para mostrar por dónde debe ir el cambio estratégico en su relación tanto con México como con Canadá?. El déficit comercial de Estados Unidos con México es, grosso modo, de unos 50 mil millones de dólares anuales. El déficit comercial de México con China es de 50 mil millones de dólares anuales. En otras palabras, esos 50 mil millones que nos deja de beneficio la relación con la Unión Americana no terminan alimentando la economía mexicana y fortaleciendo la relación comercial con EU, sino en las arcas chinas.
“¿Qué es lo que propondrán?. No es desaparecer el Tratado de Libre Comercio sino darle una vuelta de tuerca: acrecentar la relación con Estados Unidos, tanto de México como de Canadá, para crear una zona estratégica aliada que le permita avanzar en la confrontación económica y comercial con China y los movimientos que ello provocará a nivel global… Si se decidiera adoptar el camino que nos propondrá la administración Trump, no sólo tendremos un tratado comercial 2.0, sino que también se tendrán que tomar otras medidas. Por ejemplo, en el ámbito energético, se tendrá que avanzar seriamente en la conformación de algo que en los hechos ya existe: un mercado energético regional con Estados Unidos y Canadá; si se comienzan a cerrar los lazos con China, sobre todo como proveedor de productos manufacturados, pero también como inversor en grandes proyectos, se tienen que buscar actores regionales o incluso nacionales que cumplan ese papel.
“En términos de seguridad, muchos de los precursores químicos que se utilizan para la producción de drogas sintéticas que se exportan a Estados Unidos provienen de China, será uno de los capítulos que deberían ser cerrados. Eso implica mayor seguridad fronteriza que será asumida por Estados Unidos pero también por nosotros. Un tema importante en la campaña electoral fue el alto consumo de heroína en varios estados de la Unión Americana. Esa heroína proviene de Guerrero y del triángulo dorado (Sinaloa, Chihuahua y Durango), será imprescindible cortarlo y tendremos, tarde o temprano, porque sino tendremos una propuesta similar al plan Colombia para hacerlo“.
Ese escenario se ha cumplido a cabalidad, pero desde el gobierno no terminan de comprender cómo ubicarse en esta nueva geopolítica internacional. Nuestra agenda exige lo que ya planteábamos en 2016 para enfrentar y aprovechar la coyuntura: un mercado energético regional (hoy más que parcialmente cerrado); fronteras controladas (lo que se hizo pero después de que las fronteras abiertas nos llevaron a una crisis sin precedentes con Washington); una estricta política antidrogas sobre todo en el comercio de opiacios (una política que hoy parece caminar por otros rumbos, mientras se piensa en una amnistía); una política de inversiones y de apertura económica que permita asentar en México a empresas que por una u otra razón (como el reciente ultimátum de Trump) saldrán de China. Y para eso se necesita confianza y certidumbre.
La agenda es sencilla, corta y clara. Pero parece que hemos decidido caminar hacia otros rumbos, ignorando uncamino que ya está trazado.