08-11-2019 Es una buena noticia que el presidente López Obrador haya anunciado que revisará el tema de los tiempos oficiales en radio y televisión. Son horas y horas que los medios de comunicación electrónicos deben ofrendar al gobienro para que sea ocupada regularmente con mala propaganda, lo que afecta, hoy más que nunca, a los medios en su competitividad y su economía. Los tiempos oficiales, sumados a los que se otorgan a los partidos políticos, haya o no elecciones, son un impuesto a los medios y una forma de control. Una buena decisión del Presidente que esté dispuesto a revisar esa situación.
Más allá de ese compromiso formal, escuchando el discurso presidencial de ayer en la CIRT se comprende porqué en el gobierno federal se confunden tanto entre lo que es información y lo que es propaganda, en lo que son los medios y lo que son las redes sociales, en la diferencia y distancia que existe entre cualquier ciudadano opinando desde un teléfono celular y un medio de comunicación electrónico o escrito.
Decía Mark Twain que “lo que causa problemas no es tanto lo que la gente ignora, como lo que saben y no es verdad”. Algo de eso sucede con información en las redes. La distancia entre las redes sociales y los medios es tan amplia como la que existe entre la propaganda, el entretenimiento y la información. No es verdad que cada ciudadano es un medio de comunicación, como dijo ayer el presidente. Un medio de comunicación debe informar, colocar la información en contexto, opinar sobre ella, su resultado es un trabajo colectivo que involucra en ocasiones decenas de profesionales.
El problema del gobierno federal con los medios y más específicamente con los periodistas es ese: la profesionalidad. El propio Presidente dice de que los periodistas no son enemigos sino “adversarios“. Contempla a los medios y sobre todo a los periodistas como una fuerza política de oposición porque simplemente se discrepa de sus opiniones, sus actos o simplemente de lo que él cree que es la realidad. Incluso más allá de las líneas editoriales de cada medio o comunicador.
Por eso mismo, su política de comunicación se concentra en las conferencias mañaneras, acompañada de un ejército de bots ubicados en las redes sociales. Por eso, el desprecio a la fuente presidencial, la molestia cuando se señala la información contradictoria, falsa o imposible de verificar que se emite cada día, incluso ante eventos tan importantes como la batalla de Culiacán o el asesinato de los niños y mujeres de la familia LeBaron. En el caso de los LeBarón un funcionario dice que los asesinos fueron del cártel de La Línea, otro que fueron los Salazar, el gobierno del estado habla de Los Jaguares. Todos opinan que fue, más o menos, una confusión, mientras que los testigos, las víctimas que salvaron la vida y la familia aseguran que fue un ataque directo.
La labor de los medios es desentrañar de ese enredo de declaraciones, opiniones y versiones, la verdad de lo sucedido: las redes sociales pueden informar en segundos de un evento en cualquier lugar del mundo, pero no pueden ponerlo en contexto ni evitar que se contamine de datos e información falsa. La verdad y el contexto, la opinión sustentada aunque se discrepe de ella es la que establece la diferencia entre los medios y las redes.
Julián LeBaron, en una entrevista con Bibiana Belsasso,sostuvo que “lo primero que debemos exigir es que se sepa la verdad, porque si no sabemos qué fue lo que pasó, no hay ningún camino para llegar a la justicia. Una agresión a mujeres y niños es una agresión a las familias de todo el país“. Recordemos, por ejemplo, que un elemento decisivo para que se liberara a Ovidio Guzmán en Culiacán, fue el secuestro de las familias de los militares. Ahora se asesina a niños y mujeres sin justificación alguna. Suena a un método y una provocación. Por eso es tan importante saber qué ocurrió: para hacer justicia Comprenderlo es una forma de colocar la información en contexto, buscar la verdad y opinar sobre ella. Es hacer periodismo.
Activismo y CNDH
Le deseo lo mejor Rosario Piedra Ibarra en su nueva encomienda y ojalá me equivoque, pero creo que no es una buena noticia que, se haya elegido, como pidió el presidente, a una activista al frente de la CNDH. Rosario, hermana de Jesús Piedra Ibarra, miembro de la Liga 23 de Septiembre desaparecido después del asesinato de Eugenio Garza Sada, fue candidata a diputada por Morena en 2018, no es jurista, sino psicóloga especializada en educación especial. Cambiar, como propone, a la CNDH por una Defensoría del Pueblo transformará el sentido de la institución y del propio ombudsman. Su elección polariza, no une.