07-02-2020 Lo de la rifa del avión presidencial o la eliminación de los puentes vacacionales han dejado de ser simples distractores presidenciales sobre las complejas coyunturas que vive el país (la crisis de los medicamentos, las fallas del Insabi, la inseguridad y el estancamiento económico) para comenzar a convertirse en parte de esos mismos problemas.
Lo de la rifa del avión ya alcanza niveles surrealistas. La última novedad es que quien gane el avión en realidad no lo ganará sino que tendrá una suerte de bono de 25 millones de pesos (en lugar de una propiedad de mil 500 millones según el propio gobierno federal) en un esquema prácticamente incomprensible, donde se mezclan fideicomisos, propiedades compartidas, resguardos y todas las ocurrencias del momento. Pero lo mejor es la justificación utilizada para este galimatías: es para que los ganadores “no se echen a perder“. Como ya sabemos para el Presidente el dinero es pecaminoso.
Al mismo tiempo que cuida que los ciudadanos “no se pierdan” ante una súbita riqueza, el primer mandatario le venderá con carácter de a fuerza, cuatro millones de boletos a ciertas empresas privadas. Cualquier parecido con “la compañera” María Esther Zuno de Echeverría, despojando de sus joyas a las esposas de los funcionarios o empresarios a los que invitaba a eventos oficiales “para apoyar a los Tarahumaras” (o los supuestos damnificados del momento) es pura casualidad.
En el rechazo a acabar con los puentes vacacionales, han coincidido casi todos, hasta varios miembros de Morena, en que es una ocurrencia muy costosa, tanto para la industria turística, como para las empresas y sobre todo para los ciudadanos. Otra vez aparece el criterio supuestamente moral, de que eliminando los puentes se recordarán los eventos históricos que se celebran en las fechas patrias, y no se entiende que para eso está el sistema educativo, que es donde se tiene que dar la formación cívica de los estudiantes. Lo demás es una forma de castigar al turismo, a las empresas y a los ciudadanos por una simple ocurrencia presidencial.
Tampoco le gusta la autonomía de la UNAM (ni la autonomía de ninguna otra institución) a un primer mandatario que quiere centralizar desde la salud hasta la educación, pasando por el ejercicio del poder. Mi amigo Federico Arreola me reclama en SDP porque digo que al Presidente no le gusta la UNAM, pero no hablamos de sentimientos, sino de realidades y hechos. El Presidente está alejado de la UNAM y del resto de las universidades públicas nucleadas en la ANUIES, lo estuvo en la campaña y como mandatario. Les redujo el presupuesto, les ha creado problemas insolubles al establecer que no puede haber cuotas en ninguna universidad pública al mismo tiempo que les reduce los recursos y le aumenta el número potencial de estudiantes. Ante el conflicto que vive la Universidad Nacional dice qué hay “mano negra“, lo que es verdad, y asegura qué hay que “lamparear” a quienes la ejercen. Pues bien, el único que puede hacerlo es el Estado mexicano, sus servicios de inteligencia, sus fuerzas de seguridad. Perseguir delitos y delincuentes no viola la autonomía, la violan quienes quieren paralizar la UNAM, sin que nadie haga nada desde el gobierno federal para evitarlo. El cariño o la falta de él se demuestra con hechos, en la vida y en la política. Y hasta ahora el corazón (y el presupuesto) presidencial en términos de educación superior está puesto en las universidades del sistema Benito Juárez, creadas por el gobierno federal y sin autonomía alguna respecto al mismo.
Días atrás el Presidente aseguró, cuando se informó que la economía había decrecido en 2019, que el crecimiento era una forma de medición neoliberal, que él tenía otros datos basados en la distribución del ingreso y los recursos. Sin crecimiento no hay desarrollo, y sin inversiones privadas y públicas no habrá crecimiento. Es verdad que ha habido un aumento marginal pero real en el consumo básico debido tanto a los apoyos distribuidos por el gobierno como, sobre todo, por el crecimiento sin precedentes de las remesas que envían nuestros paisanos desde Estados Unidos, pero eso no hace crecer la economía ni impulsa el desarrollo del país. Este misma semana el presidente se desmintió a sí mismo y reconoció que el crecimiento es su “segunda prioridad” y creó una comisión ad hoc encabezada por Alfonso Romo que habrá que ver qué fuerza tiene para imponerle a sus compañeros de gabinete una política que aliente las inversiones, sobre todo en el sector energético. Si no es así, el efecto será muy contraproducente.
Son demasiadas ocurrencias, demasiadas decisiones tomadas con base en prejuicios muy arraigados, demasiado desgaste para el gobierno y la gente, sin beneficio alguno en la gobernabilidad del país.
La remodelación
Margarita Ríos Fajart lleva apenas un mes en la SCJN y hay quien la critica por remodelar la oficina donde despachará los próximos 15 años. La nueva ministra debe ser valorada por sus decisiones, no por prejuicio vanos.