25-06-2020 Te pareces tanto a mi que no puedes engañarme, cantaba Juan Gabriel, y a la distancia parecen repetir los presidentes López Obrador y Trump. La próxima visita del presidente López Obrador a Washington estaba planteada desde hace semanas, pero nunca se terminaba de confirmar. Fue Trump el que lo hizo luego de un mitin en Arizona, donde no sólo anunció que López Obrador iría pronto a la Casa Blanca, destacó también la participación de los soldados mexicanos en la frontera para evitar la migración, que, según dijo, cayó entre el 83 y el 93 por ciento. Concluyó que López Obrador era “un gran tipo”.
Trump se siente muy cómodo con López Obrador y éste con Trump. No siempre fue así. En abril del 2018, Trump, ya presidente, tuitió una madrugada amenazando a México con romper el TLC (dijo que le iba a quitar a México “su vaca gorda”) si nuestro país no frenaba la migración de centroamericanos que buscaban llegar a la Unión Americana. Ese abril de 2018, en Ciudad Juárez, López Obrador iniciaba su campaña diciendo que nadie iba a tomar “a México de piñata” y asegurando que el TLC no daba beneficios al país. “Suelen poner como ejemplo de supuestos logros, beneficios del TLC que, sin ser del todo inexistentes, han tenido un costo altísimo y en términos generales con muy pocos resultados para el país”, dijo el entonces candidato de Morena.
Dos años después, nadie amenaza con matar “la vaca gorda”, el tratado se ha renegociado, México hace las tareas del muro de Trump para frenar la migración, éste califica a López Obrador de un gran tipo, López Obrador dice que no quiere problemas con Trump y ambos se reunirán en Washington. Son las antípodas en muchos sentidos, desde el origen hasta las convicciones, pero al final terminan siendo tan parecidos que hacen bueno aquello de que los opuestos se atraen.
Son muchos los temas que los unen. Ambos desprecian a la clase dirigente tradicional, Trump la llama “la ciénaga de Washington”, para López Obrador son los conservadores y neoliberales, el concepto es el mismo, son los dirigentes “que se aprovechan del pueblo” (ninguno de los dos habla de sociedad, prefieren hablar de la gente o del pueblo) que ellos vienen a redimir. El pasado inmediato no tiene nada defendible, incluso en términos institucionales. La democracia debe ser directa, desde la presidencia y con la menor cantidad de instituciones autónomas e intermediarios posibles.
Ante el covid 19, los dos respondieron al principio que no era peligroso, animaron a que la gente siguiera con su actividad, iniciada la pandemia ninguno de los dos se ha puesto jamás un cubrebocas. Trump dijo que podía utilizar el momento para ganar muchas cosas, López Obrador sostuvo que el covid le venía como anillo al dedo.
Los datos duros no son lo suyo. Para Trump su toma de posesión fue la más concurrida de la historia. Cuando le demostraron que era falso, simplemente sostuvo que “él tenía otros datos”, lo mismo que ha dicho en innumerables ocasiones López Obrador cuando sus datos no coinciden con la realidad.
Por ambos el ataque a los adversarios en despiadado y la utilización de la plataforma presidencial contra ellos constante. Claro que López Obrador no llega a los niveles de insultos que utiliza Trump en twitter, pero lleva más de cien adjetivos descalificativos contra sus rivales en las mañaneras.
Paradójicamente a los dos le gustan los gobernantes duros: Trump desprecia a Angela Merkel o a Emanuel Macron, pero admira a Putin, Xin Ji Ping o al tirano de Corea del Norte, Kim Jung Un. Para Andrés Manuel la admiración por Fidel Castro es confesa, fue un líder a la altura de Nelson Mandela, dijo, y el Che Guevara es el ejemplo que deben seguir los médicos. Tiene una magnífica relación con Trump pero es durísimo con nuestro segundo socio comercial, la España socialdemócrata y europea.
López Obrador confirmó ayer en la mañana que efectivamente estará en Washington y deseó que también estuviera Justin Trudeau, el primer ministro canadiense. Será interesante verlos a los tres juntos, sobre todo ver cómo congenia Trudeau con ellos.
Sismo y austeridad
Sorprendió ayer que el presidente López Obrador se estuviera comunicando por celular con David León, el muy buen coordinador de protección civil, para conocer qué sucedía en el país. Por celular no se puede administrar una crisis. En Palacio Nacional no hay una sala de crisis, no pueda el Presidente estar comunicado con gobernadores y funcionarios con imagen y en tiempo real. Eso era posible hacerlo en Los Pinos, donde existía una verdadera sala de crisis, o en el bunker de la Policía Federal, o en las salas de la Defensa o la Semar, o en el C5 de la CDMX, a donde se trasladó Claudia Sheimbaum para seguir la crisis con su equipo en tiempo real. La mayor parte de esas instalaciones fueron desmanteladas en la actual administración por un falso criterio de austeridad, y ahora el Presidente se entera por celular de lo que pasa en el país. Por cierto ¿irá a Washington en avión comercial?. Será la pesadilla del Servicio Secreto.