La insondable profundidad de la crisis
Columna

La insondable profundidad de la crisis

30-07-2020 Seguimos con el show del avión presidencial e incluso, aunque éste se encuentre en otro nivel, de las declaraciones de Emilio Lozoya, pero el mundo real, el que vive la enorme mayoría de la población, transita por otros caminos.

Hemos ya sobrepasados los 400 mil contagios de Covid y las 45 mil muertes, somos ya el tercer país con mayores afectaciones después de Estados Unidos y Brasil y hemos desplazado de este deshonroso lugar a la Gran Bretaña. No debe ser casualidad que estos cuatro países, en los cuatro casos con gobernantes populistas, ocupen esos primeros lugares de contagios y muertes.

Y no lo es porque en los cuatro casos coincidieron comportamientos similares (atenuados en el caso de Gran Bretaña luego de que el primer ministro Boris Johnson, estuviera hospitalizado grave por Covid): subestimar originalmente la importancia de la pandemia; incluso ignorar las recomendaciones de los expertos internacionales; apostar a la inmunidad de grupo; no utilizar cubrebocas y no impulsar el distanciamiento social, y desechar, como lo hicieron todas las naciones más o menos exitosas contra la pandemia, por las pruebas, primero masivas y luego dirigidas, para dar seguimiento a los distintos sectores de la población. Las consecuencias están a la vista y hemos tenido que reabrir la economía en pleno pico de la pandemia, cuando ambas crisis, la sanitaria y la económica alcanzaban ya niveles inmanejables.

La dimensión de lo que estamos viviendo no termina de ser visualizado plenamente, por lo menos no por la mayor parte de la población, pese a que esa mayoría ha comenzado a vivirla. Muchos creen que las dificultades son parte de la emergencia y que pasada ésta vendrá, como se asegura desde el gobierno federal, la recuperación, pero no será así, hemos perdido en estos meses más de una década de desarrollo y muchas de las políticas públicas adoptadas en poco o en nada ayudan en la recuperación.

Los datos son abrumadores: el índice de Actividad Económica cayó a una tasa anual de menos 21 por ciento en mayo. El 46 por ciento de la población económicamente activa perdió sus ingresos y sólo el 5 por ciento ha recibido algún apoyo del gobierno, mientras que el 93.2 por ciento de las empresas han sufrido el golpe de la pandemia, miles han quebrado, pero sólo el 7.8 por ciento recibieron algún apoyo gubernamental y se trata exclusivamente de muy pequeñas empresas o changarros. Se han perdido un millón 200 mil empleos en cuatro meses y 12 millones de personas no tienen trabajo ni ingresos.

Con ese escenario no deja de asombrar que no haya un plan de reactivación, ni un solo programa de apoyo a empresas y trabajadores. Los empleos y las inversiones perdidas en el sector energético, en la cancelación de contratos de plantas de generación de energía, el desprecio a las inversiones en energías limpias y gas, en la cancelación del aeropuerto o de la planta cervecera, la concepción equivocada de que un apoyo asistencial para jóvenes o de sembrando vida o de personas de la tercera edad es equivalente a un trabajo y a un ingreso fijo, tendrá un costo muy alto en términos sociales y económicos. Lo mismo que una mal entendida y procesada austeridad gubernamental que no sólo hacen al gobierno cada día más ineficiente sino que también lo convierten no en un impulsor del desarrollo sino en un lastre del mismo.
En ese escenario, convertir un avión en el eje de un debate cotidiano y las comparecencias de Lozoya como estrategia de gobierno, pueden entenderse como parte del juego político y electoral, pero lo que es incomprensible que la crisis sanitaria, económica y de seguridad se termine ignorando o subordinando a esos juegos. Las consecuencias serán profundas y difíciles de superar.

Llamadas ilegales

Usted no está para saberlo ni yo para contarlo, pero una de las consecuencias de hacer un programa de televisión nocturno, es que uno llega muy tarde a su casa y se duerme más tarde aún, poco después de la una o dos de la mañana. Eso no es grave, el problema es que desde hace cerca de un mes todos los días, a la siete de la mañana, llaman por teléfono a mi casa, uno tras el otro, de despachos de cobranzas de banco Inbursa y de American Express, queriendo cobrar las deudas de un ex trabajador de mi empresa que nunca vivió aquí y que dejó de trabajar para mi desde hace meses.
Esas llamadas, son ilegales en ese horario y con esa reiteración. ¿Entenderán en Inbursa y en American Express (una empresa de la que soy cliente desde 1995) el grado de agresión que significan esas llamadas ilegales y el grado de indefensión en la que dejan a quienes las reciben?.

Aborto

La SCJN dejó pasar una magnífica oportunidad para abonar a las libertades sociales rechazando la legalización del aborto en Veracruz. Se impuso en la primera sala la agenda conservadora, impulsada, paradójicamente, por un gobierno que se dice de izquierda.

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