Cienfuegos, en las horas finales Trump
Columna

Cienfuegos, en las horas finales Trump

18-11-2020 Desde el momento en que el general Salvador Cienfuegos fue detenido sorpresivamente en Los Angeles, por una orden de la DEA avalada por la fiscalía de Nueva York, dijimos en éste y otros espacios, que las acusaciones eran desconcertantes y no parecían tener lógica alguna. Ayer el departamento de justicia de Estados Unidos, que todavía encabeza Willian Barr, informó en un comunicado que en el afán “de cooperación” que existe en la lucha contra el crimen organizado con México, pidió a la juez que lleva el caso en la corte de Nueva York levantar todas las acusaciones sobre Cienfuegos para que sea juzgado en México.

En realidad, el gobierno de Trump no había colaborado en absoluto con México en éste ni en muchos otros temas, en México no había ninguna investigación sobre Cienfuegos a quien, se estuviera de acuerdo o no en su desempeño como secretario de la Defensa, jamás se la habían hecho señalamientos de relación con el crimen organizado. La denuncia de la DEA contra el general Cienfuegos era una suma de inconsistencias.

“La más notable, dijimos entonces, es la supuesta complicidad con un grupo menor y en vías de extinción en el mundo del narcotráfico, los llamados H2, aniquilados, como sus antecesores, los Beltrán Leyva, por las propias fuerzas militares. Se ha dicho que los Beltrán Leyva no fueron objetivo prioritario de la pasada administración y que los H2 sufrieron pocos ataques en comparación con los cárteles de Sinaloa o de Jalisco, pero la verdad es que para las fechas en que la DEA dice que Cienfuegos estuvo relacionado con los H2, tanto éstos como los Beltrán Leyva habían sido destruidos. Los H2, un grupo menor que cometió todo tipo de atropellos en Nayarit (apoyados por el ex fiscal Edgar Veytia, el verdadero acusador de Cienfuegos para aligerar su pena en Estados Unidos), con alguna presencia en Mazatlán, terminarían su historia con la muerte de su líder en Tepic, en 2017, abatido por fuerzas militares.

“Qué sentido tendría, nos preguntábamos, que un militar que ocupa el más alto rango de la fuerza, a dos años de su retiro, luego de medio siglo de carrera, con su futuro económico resuelto, con prestigio dentro y fuera de la institución militar, con magníficas relaciones en México y en Estados Unidos, haya decidido proteger a un cártel de tercer nivel a punto de su destrucción. Menos aún que haya hecho, en apenas año y medio, “miles de comunicaciones” con sus supuestos cómplices por una blackberry sin encriptar. Y no hablemos de los supuestos sobornos que no aparecen en sus cuentas por ningún lado”.

El gobierno de Trump y el fiscal Barr, un hombre que tuvo la misma posición con el presidente Bush padre, que tiene una concepción intervencionista (fue central en el Irán-contras) y que cree que el ejecutivo estadoundiense tiene “poderes absolutos”, jugaron en éste y en otros temas a la política con México. Dijimos que con la derrota electoral de Trump muchos de esos temas no se podrían sostener.

Pero hay que ir más allá. Recordamos que el ejército es, junto con la Marina y la Fuerza Aérea, la única institución realmente transexenal en el país, cambian los mandos, pero ese movimiento no depende del presidente en turno sino del escalafón militar, de la carrera militar. Todos los mandos a lo largo de décadas han trabajado con distintos presidentes en diferentes sexenios.

“Todos los generales en activo trabajaron, de una u otra forma, con el ex secretario de la Defensa, todos estuvieron bajo su mando, incluyendo los más altos mandos de la actual secretaría. Por eso mismo no es verosímil que un secretario de la Defensa se involucre con el narcotráfico sin que lo haga también la columna vertebral de toda la institución. No es un general aislado que trabaja en una zona militar específica, es el secretario de la Defensa.

“En la distribución de tareas que tenían las distintas fuerzas militares y de seguridad en el sexenio pasado, cayeron desde el Chapo Guzmán hasta el Z40, pasando por Dámaso López y antes Nacho Coronel. El ejército desarticuló a los Zetas, a los Beltrán Leyva, a la Familia Michoacana y a otros grupos, incluyendo el grupo H2. De los siete cárteles que operaban en el país, concluida su administración, quedaron solamente dos: Sinaloa y Jalisco.

E insistimos con algo que es fundamental: hace apenas dos años, Cienfuegos estuvo en Washington, fue recibido con honores, condecorado y homenajeado por el propio ejército estadounidense, en una junta con el jefe del estado mayor conjunto.

En el ejército, como en muchos ámbitos hay y ha habido casos de corrupción, pero aquí estábamos hablando de otra cosa. Estábamos hablando de una acusación al Estado mexicano que trasciende un sexenio, generando una profunda inconformidad en las fuerzas militares que el presidente López Obrador no se podía permitir, menos aún por una operación política de una administración estadounidense ya derrotada.

La Fiscalía General de la República tiene en sus manos la documentación enviada desde Estados Unidos sobre el general Cienfuegos. Queda en manos del fiscal Gertz Manero acabar con esta historia creada en las horas finales de Trump.

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