El Vaquero, política y traiciones
Columna

El Vaquero, política y traiciones

9-04-2021 La historia Evaristo Cruz Sánchez, este delincuente apodado El Vaquero que fue detenido el martes pasado en Salinas Victoria, Nuevo León, está marcada, como la de la mayoría de los jefes del narcotráfico, por la violencia y el crueldad criminal, pero también por la utilización de la política y los políticos, en una marcha de traiciones y golpes recíprocos.

 Cuando fue detenido en ese municipio de Nuevo León esta a punto de reunirse con un líder del Cártel Jalisco Nueva Generación para discutir el financiamiento de campañas electorales  en el centro y norte del país. Junto con él, cayó el candidato de Movimiento Ciudadano a la alcaldía de Salinas Victoria, Raúl Cantú de la Garza, que tenía a El Vaquero en su nómina, con un salario de poco más de diez mil pesos, asignado como agente de seguridad.

    Pero El Vaquero, por el que el gobierno ofrecía dos millones de pesos de recompensa, además de la que ofrecían también autoridades estadounidenses, se había dado el lujo de moverse sin mayores problemas e incluso de repartir despensas del cártel del Golfo, firmadas con su apodo durante la pandemia en distintas poblaciones de frontera tamaulipeca, cuando también era buscado por sus antiguos socios, que también ofrecían entre los pobladores un millón de pesos por su cabeza. 

    La historia se remite a 2019, cuando un primo de Osiel Cárdenas Guillén, el líder del cártel y fundador de los Zetas, actualmente detenido en Estados Unidos,  apodado El Contador, fue detenido en San Luis Potosí. Era el jefe del grupo de Los Ciclones, una de las fracciones en las que se dividió el cártel del Golfo. El Contador había designado a El Vaquero como el jefe del cártel en Matamoros. Siempre quedó la sospecha de que El Vaquero había entregado a su jefe para subir en la estructua criminal. Sobre todo, otro primero de Cárdenas Guillén, Mario Alberto, consideraba que él se tenía que quedar a cargo de esa estructura por su parentesco con Osiel Cárdenas Guillén, su tío.

    Mario Alberto Cárdenas, al que apodaban El Betillo, expresó ese desacuerdo organizando un grupo de sicarios para matar a El Vaquero, pero corrió la misma suerte que su primo, El Contador: fue detenido en el estado de México en junio de 2019. Nuevamente se habló de traiciones internas. Tanto que, desde prisión, El Betillo designó a uno de sus operadores, un personaje apodado El Escorpión 2, como su sucesor, con la orden específica de matar a El Vaquero y retomar el control de Matamoros y otras zonas del estado donde Evaristo ya se había expandido. 

Así comenzó una guerra con muertos, destazados, secuestros y mantas con amenazas mutuas que abarcó Matamoros, Ciudad Victoria y Valle Hermoso. En este contexto fue que el grupo de Escorpión 2 ofreció un millón de pesos a quien delatara a El Vaquero o a las personas directamente vinculadas con él. Las víctimas de estos enfrentamientos en el estado, fueron sicarios de todos los grupos, como Wilberto Michel Cervantes Dorantes, apodado el Comandante Willy, cercano a El Escorpión, y así cayeron también policías municipales, estatales y federales. 

Esa guerra la iba ganando El Vaquero, que a inicios de este año ya tenía presencia además de en Matamoros, en los municipios de Valle Hermoso, San Fernando y Río Bravo. En toda la zona aledaña a la Laguna Madre tenía propiedades, ranchos, en los que realizaba reuniones operativas, pero también recreativas, fiestas, con amigos, familiares, novias. Su jefe de seguridad era uno de sus cuñados, apodado El Comanche, y en esa misma zona se habían instalado los laboratorios para producir fentanilo y enviarlo al otro lado de la frontera. 

Para financiarse realizaba secuestros, que incluso alcanzaron a la familia directa de Osiel Cárdenas Guillén. Esa fue la gota que colmó el vaso con los demás grupos del cártel del Golfo que ordenaron su asesinato. Por esa razón El Vaquero comenzó a moverse hacia Nuevo León y San Luis Potosí. Y finalmente luego de una labor de intenso seguimiento, Evaristo Cruz Sánchez fue detenido en Salinas Victoria junto con sus escoltas. De esta detención se derivaron otras, como la del candidato a alcalde Raúl Cantú de la Garza. Fue decomisado un arsenal, miles de pastillas de fentanilo, varios kilos de cocaína y Cristal, además de fuertes cantidades de dinero.

    El Vaquero hacia de todo, desde tráfico de drogas e indocumentados hasta tareas de sicariato, desde secuestros y extorsiones hasta robo de combustible. Pero también tenía organizados contingentes de personas de escasos recursos, a los que les pagaba entre 300 y 500 pesos por evento, acarreados para que participaran en actos políticos, en mítines y manifestaciones de acuerdo a sus necesidades. Muchas de esas manifestaciones eran organizadas pidiendo la salida de elementos militares del estado, una de ellas, la más importante, se dio en agosto del 2019 con pobladores de La Capilla, frente a las instalaciones de un regimiento de caballería en Matamoros.

    Ahora sabemos que manejaba también candidatos y que estaba interesado en participar, financiando a algunos más, en el centro y norte del país, en los comicios de junio próximo. Deslealtades, traiciones, juegos de poder, elecciones, el Vaquero es un paradigma del desafío que implica el crimen organizado para el Estado mexicano y la sociedad.

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