AIFA: el desafío es llegar
Columna

AIFA: el desafío es llegar

18.03.2022 

Soy de los que cree que el aeropuerto de Texcoco tendría que haber sido terminado y que ello habría generado múltiples beneficios, en todos los sentidos, sobre todoeconómicos, pero también sociales. Pero dejemos por un momento eso de lado. He visitado en cinco oportunidades, desde antes que comenzaran formalmente las obras, el nuevo aeropuerto Felipe Angeles, en Santa Lucía, y hay que reconocer que la obra que ianugurará la Defensa Nacional el próximo lunes, es trascendente, se realizó a un ritmo vertiginoso y con altos grados de eficiencia operativa y financiera, aunque los costos, si se suman los que faltan en materia de conectividad, el aumento de costos de la propia construcción y lo que costó y costará aún liquidar de las obras de Texcoco, suman mucho más de lo que ha publicitado el gobierno federal.

Es precisamente la falta de objetividad de la propaganda oficial lo que no permite apreciar en su contexto real la obra que se inaugurará el próximo lunes. El Felipe Angeles es un muy buen aeropuerto, construido junto con una gran base aérea militar, dos obras ejemplares.

Para construir el nuevo aeropuerto, se tuvo que cambiar de emplazamiento a toda la base aérea militar que existía desde hace años. En sí misma, la construcción de la base aérea militar es una obra enorme, con mucho la más grande de América latina, muy superior a la previamente existente y con características operacionales que permiten desplazamientos de todo tipo, desde tropas hasta ayuda humanitaria, a cualquier lugar del país en un máximo de tres horas.

Junto a la base aérea militar se construyó, ya está concluida, toda el área de viviendas para el personal militar y sus familias que se han instalado en esa unidad habitacional. Se construyó un hospital militar moderno, el primero postcovid inaugurado en el país, con las normas que la propia pandemia impuso sobre espacios, áreas de entrada y salida, accesos a pacientes, cuidado de médicos. El hospital ya está terminado, lo mismo que el hotel, aunque a éste aparentemente aún le faltan algunos permisos.

Decía en este espacio durante la última visita que hice a Santa Lucía, que me había impresionado, porque hace unos meses nada de eso existía, la construcción, junto al área de viviendas, del centro destinado a escuelas, desde kínder a preparatoria. Es prácticamente un campus, con aulas modernas, muy bien equipadas y con un auditorio que ya quisiera más de una universidad pública o privada. Esas escuelas estarán abiertas no sólo para las familias que vivan en la base sino también para la población aledaña al aeropuerto. Es de lo mejor, en términos de educación básica, que he visto en el país.

En la zona se están construyendo centros comerciales, cines, dos museos, uno con los restos palentológicos encontrados en la zona y otro de la aviación, que reemplazará al que ya existía en la antigua base militar pero que era apenas una suerte de hangar. Ambos serán una atracción en sí mismos.

Todo eso se tuvo que construir antes de las obras centrales del aeropuerto civil, porque tenían que ser reubicadas las instalaciones de la base aérea para permitir la relocalización del propio aeropuerto.

Vi cómo se comenzaron a construir las pistas tanto militares como comerciales, la torre de control, la terminal de pasajeros y la zona comercial, los circuitos de manejo de equipajes y abasto de combustible, de los más modernos del país.

El aeropuerto no es una obra monumental, pero será funcional, eficiente, moderna y estéticamente agradable y, se debe reconocer que se ha construido en un tiempo récord. Mucho de ello es responsabilidad del general brigadier Gustavo Vallejo y su equipo de ingenieros militares que han realizado un trabajo notable, prácticamente sin descanso en estos tres años.

El problema, siempre se supo, está en las obras de movilidad en torno al aeropuerto, obras que dependen de la ciudad de México, del estado de México, de la secretaría de Comunicaciones y que están claramente retrasadas, no en semanas o meses, algunas de ellas llevarán casi hasta el fin del sexenio para estar terminadas. Son varias, pero las principales son tres: las que conectan con el circuito mexiquense, las de enlace con la autopista México-Pachuca y las del tren ligero que conecta con Lechería. Las tres obras están rezagadas y sin ellas se dificultará seriamente acceder al aeropuerto. Llegar del sur o el poniente de la ciudad al Felipe Angeles será, en la actualidad, una odisea. El aeropuerto está lejos y mal comunicado. El presidente López Obrador dice que el lunes llegará en 30, 50 minutos desde el Zócalo, es posible, pero será a las cinco de la mañana y sin tráfico (el lunes es día feriado y la seguridad del mandatario no permite atascos).

Lo cierto es que tendremos un muy buen aeropuerto, una enorme base área militar que constituye en realidad un nuevo centro urbano, pero no tendremos durante bastantes meses, si es que se concluyen en tiempo y forma, las vías de comunicación idóneas para acceder a ellas. Y para que el aeropuerto cumpla con sus funciones, nada es más importante que poder llegar a él. Ese es hoy el verdadero desafío.

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