31.10.2022
La Ciudad de México, como otras del país, se ven bellísimas engalanadas con las flores de cempasúchil en sus avenidas, sus casas, sus altares. Es una de nuestras flores más tradicionales pero las que vemos son en su enorme mayoría flores de cempasúchil de origen chino. Son una variante mucho más resistente y duradera, que ha mejorado notablemente la productividad de los agricultores nacionales.
Las flores de cempasúchil nacionales tienen un proceso mucho más lento de desarrollo, son menos resistentes, se deben plantar en el lugar donde se quieren exhibir. Las plantas chinas que son producto de semillas híbridas pueden transportarse con facilidad, y como vemos en los camellones de la ciudad, se pueden instalar miles y duran semanas.
Los productores están de parabienes: si antes producían cada año unas 600 mil plantas de cempasúchil ahora desarrollan unos 5 millones, diez veces más: los precios son más accesibles y eso beneficia también a los consumidores. Los productores de semillas les venden a los agricultores de cempasúchil todo el paquete tecnológico: la semilla, los fertilizantes adecuados y el sustrato que viene junto con la maceta adecuada para comercializarla. Es un gran negocio para esas grandes empresas, sin duda, pero también para los agricultores que como decíamos, han aumentado por diez su producción y comercialización, han reducido los daños potenciales e incluso las plagas.
El gobierno federal no quiere impulsar la producción con semillas híbridas o genéticamente reformadas. En el congreso hemos visto cómo se impulsa, por ejemplo, la producción de maíz nativo que sencillamente no alcanzaría jamás para alimentar a la población y lo mismo sucede con muchos otros productos alimenticios.
Se habla mucho de autosuficiencia alimentaria y estamos cada días más lejos de ella, precisamente por no tomar las medidas que han tomado muchos otros países, desde la India hasta Estados Unidos, desde Ucrania hasta Argentina, de utilizar la ciencia en favor del desarrollo agrícola.
Cuando López Obrador era presidente electo, tuvimos una larga plática con Alfonso Romo sobre diferentes temas, incluyendo la transformación de la capacidad agrícola del país. Era septiembre del 2018. Esto me dijo quien luego sería el jefe de gabinete y luego de dejar esa posición se convirtió en contacto, una tarea cada día más difícil, con la iniciativa privada.
Me decía entonces Romo que “si tú analizas como hombre de negocios, cómo está México, no tenemos independencia alimentaria, no tenemos seguridad alimentaria. Importamos el 70 por ciento del gas; 60 por ciento del maíz, 90por ciento de la soya; 80 por ciento del arroz…o el 90. Del frijol 75 por ciento. Y de todo, todo, dependemos de un solo país. Yo en los negocios aprendí a no poner todos los huevos en una sola canasta. No me gusta depender ni de un sólo cliente, ni de un sólo producto… entonces no me gusta. En un país tan rico y tan desigual, necesitas soluciones diferentes. Ejemplo: precios de garantía.
–¿Son necesarios?, le pregunté.
–No. Los precios de garantía en toda la República, no. Pero la agricultura de Oaxaca, de Chiapas, de Guerrero, no se puede comparar, ni tiene las mismas soluciones que la agricultura de Sonora…
–¿Estás diciendo que no van a ser precios de garantía como hubo en la época de Echeverría, López Portillo?
–No. Van a ser muy puntuales y en algunos cultivos, y déjame ir a la parte de fondo: la secretaría de agricultura se va a dividir en dos, la agricultura sofisticada, la del norte, que es muy exitosa, con los berris, las hortalizas, las frutas, verduras. Es una agricultura muy tecnificada a la altura de cualquier país delmundo. Pero después tenemos otro México que vive en el siglo XVII, que tenemos que tenemos que apoyar diferente. A la secretaría de Desarrollo Social le vamos a quitar todo lo que podamos de programas clientelares que no se necesitan y vamos a darle una orientación a que sea sustentable el apoyo. Apoyar a la productividad por hectárea. Pongo el ejemplo: en el norte, en Sinaloa, se dan 14 toneladas por hectárea de maíz, te vas a Oaxaca, a Chiapas, una tonelada por hectárea. Si yo traigo un programa de semilla mejorada, nada más semillas, (como se hace con el cempasúchil, agreguemos nosotros ahora) puedo subir la productividad por hectárea de una a dos, tres toneladas. Esos son muchos salarios mínimos.
-Pero también hay resistencia a esos cambios, ¿no?
–No hablo de productos genéticamentemodificados. Hablo de mejoras genéticas de cruzas tradicionales. No estoy hablando nada que cause un escozor en la sociedad. Es un tema que para mí no es un problema, pero…
-Pero para muchos en Morena sí…
-Para muchos sí, y no lo estamos tocando... Pero para poder caminar hay que quitar lo que nos diferencia, y hay que poner, mejor, lo que nos alinea. Estamos diferenciando y dando soluciones diferentes de acuerdo a las realidades de cada zona. Es una preocupación de que el sureste de México esté prácticamente abandonado. No hay extensionismo agrícola; no ha habido investigación de desarrollo. Está abandonado el campo. Entonces, atendamos estas zonas que hoy dependen de la agricultura, que con muy poco pueden mejorar su nivel de vida, y poco a poco, incorporarlos a la modernidad. Para ellos una buena semilla es modernidad. Hasta ahí Romo.
Era septiembre del 2018. Cuatro años después todo aquello quedó en buenas intenciones, salvo para productos como el cempasúchil que demuestran cómo podríamos producir más y mejor. Pero el sur sigue en el letargo agrícola y hay quienes quieren que así se quede.