Las precampañas disfrazadas de Morena y el Frente Amplio entran en su recta final con procesos completamente diferentes, paradójicamente con mayor riesgo de enfrentamientos donde muchos preveían que no se darían: en el oficialismo, mientras que en la oposición pese a todos sus pesares, el proceso de selección de su candidata sigue un curso relativamente ordenado.
La declinación de Santiago Creel en favor de Xóchitl Gálvez ha dejado a la hidalguense compitiendo por esa posición ante la priista Beatriz Paredes. Son dos mujeres muy diferentes, con dos visiones de la vida, la política, con experiencias personales también muy distintas, pero ambas con un mérito indudable: se han construido solas, desde abajo y tomando control de sus vidas desde muy jóvenes. Ambas representan en muy buena medida la amalgama que ha dado vida al Frente opositor: Xóchitl, más allá de su experiencia en el gobierno federal con Vicente Fox y su paso por la delegación Miguel Hidalgo, representa al movimiento ciudadano opositor que no se identifica con partido alguno, o simplemente simpatiza con uno u otro sin ser militante. Beatriz es la mujer de partido, de estructura orgánica: está ahí desde que surgió a la política, jovencísima, en los tiempos de Luis Echeverría y desde entonces ha sido de todo, desde líder de partido hasta secretaria de estado, embajadora y legisladora.
Creo que con la declinación de Creel no debería haber dudas de que la candidatura presidencial será, finalmente, para Xóchitl, pero el que quede frente a frente con una mujer como Beatriz es para el FAM una buena noticia. Primero, porque son, ambas, expresiones políticas reales; segundo, porque saca a Xóchitl de lo que podríamos llamar su zona de confort, la obliga profundizar en su perfil, sus opiniones, su forma de presentarlas, incluso en el equipo que debe aún construir en torno suyo. Beatriz es una mujer de partido y, como se suele decir, representa a los aparatos, a las estructuras partidarias. Pero enfrentar a Beatriz, será para nada comparable para Xóchitl con lo que será enfrentar a la estructura no sólo de Morena sino también a la de buena parte del Estado mexicano, con el presidente más intervencionista que hemos conocido en los últimos cuarenta años.
Marcha bien el proceso del Frente con un escollo que deben superar: los dirigentes partidarios deben evitar la tentación de querer quedarse con todo. Y no hablo sólo de la candidatura presidencial, sino también de lo que viene: de la designación de candidatos a gubernaturas, senadurías, diputaciones, alcaldías. Por supuesto que muchas posiciones se distribuirán a partir de los acuerdos que sostengan los tres partidos del Frente, el PRI, el PAN, el PRD, pero tienen que tener la madurez para comprender que como Xóchitl (e incluso Beatriz, que no entraba en los cálculos originales) terminó siendo una solución surgida desde la ciudadanía que les abrió opciones competitivas para el 2024, lo mismo sucederá en muchas otras posiciones. Y hay varias de ellas claves para la elección en la que no se pueden equivocar, la ciudad de México es una de ellas.
En el caso de Morena y sus aliados, ha llamado profundamente la atención la ofensiva de Marcelo Ebrard en esta última semana de proselitismo. El proceso se les ha hecho más largo de lo esperado y el defecto de origen, el no permitir que hubiera debates o diálogos conjuntos entre los aspirantes, ha hecho el mismo muy monótono. A eso debemos sumar que, efectivamente, se han movilizado demasiadas fuerzas por fuera, exhibiendo apoyos que evidentemente trascienden los cinco millones de pesos de gastos que se supone tendría cada candidato. Ebrard denunció incluso a funcionarios federales con nombre y apellido y se quejó de la forma en que el partido conduce la elección. Con menos estridencia se sumó a la queja Ricardo Monreal. La oscuridad pública con que se llevó la designación de las encuestadoras también ha servido para distorsionar el proceso o por lo menos para quitarle transparencia.
Ebrard y Claudia Sheinbaum muestran sus encuestas y los números difieren notablemente. Entre un empate a distancias de diez o quince puntos existe demasiada diferencia. Alguna encuesta miente. Ya veremos los resultados finales. Las presiones son muy fuertes y mucho dependerá de que la encuesta oficial y las encuestas espejo terminen con los mismos números. Si no es así, quién sabe qué decisión tomará Ebrard. Como decíamos hace unos días, al final existe otra encuesta, la de una sola persona, que se decidirá en Palacio Nacional.
Existe un desafío adicional, que no es menor: entre el seis de septiembre, cuando esté el candidato o candidata de Morena (el 3 de ese mes estará la candidata del FAM), hasta mediados de noviembre, se abre un largo periodo de más de dos meses en los que habrá aspirantes pero que serán legalmente nada, no podrán siquiera estar registrados ante el INE. Es un periodo con un vacío legal y político que puede tener todo tipo de consecuencias si la situación interna, ya sea en Morena o en el Frente, se polariza. Probablemente serán dos, tres de los meses más riesgosos.
Lo que es un hecho es que el 2024 no será un día de campo para Morena y obviamente tampoco para el Frente. Como lo comprobamos todos los días la situación es mucho menos previsible de lo que algunos creen.