Concluido el proceso que llevó a la candidatura presidencial de Claudia Sheinbaum, ayer el presidente López Obrador viajó a Colombia y hoy inicia su visita oficial a ese país, en la primera gira que hace el mandatario a América de Sur (sólo ha ido a Washington y a Centro América y Cuba en su administración) y lo hace visitando a uno de los mandatarios de la región con mayores coincidencias con el propio López Obrador.
Más allá de discursos muy similares, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, también que se propuso llegar a acuerdos de paz con los grupos del narcotráfico, con algunos grupos armados disidentes de las grandes guerrillas y con el ELN, una organización con un pie en la guerrilla y otro en el crimen organizado.
La iniciativa, luego de más de un año de negociaciones (con la excepción quizás del caso del ELN) no sólo ha sido un fracaso que ha obligado a Petro, cuya popularidad se ha derrumbado casi tanto como la coalición que lo ha llevado al poder, a olvidarse del alto al fuego pero permitió, durante el periodo de tregua, que se generara la mayor producción de cocaína desde hace décadas en Colombia.
Decían cuando asumió Petro y lanzó esta iniciativa de paz con los narcos, que la propuesta dejaría sin abasto de cocaína a los cárteles mexicanos. Ha sido todo lo contrario, nunca ha habido tanta oferta, a un nivel tal que se ha reducido el precio de la droga.
Entre los beneficiarios de la tregua están los propios cárteles mexicanos, que ya están produciendo su droga en Colombia, en Ecuador y en Perú y tienen buenas relaciones en Bolivia. La prensa colombiana y ecuatoriana han insistido desde hace meses en la presencia cada día mayor del cártel Jalisco y del de Sinaloa en ese país, ya no sólo como compradores, sino también como productores y operadores, junto con organizaciones locales asociadas.
Varios de estos países estarán en una cumbre sobre narcotráfico que se realizará este sábado. Lo deseable sería que en ella se establecieran estrategias reales, comunes, para atender el fenómeno. Pero las visiones entre los participantes, más allá de los discursos, están muy alejadas.
Ahí está el caso de Ecuador, con el cual México tiene una mala relación diplomática, aún más después del asesinato del candidato Fernando Villavicencio, atribuido a bandas del cártel de Sinaloa, una versión que en su momento el presidente López Obrador descalificó diciendo que no había pruebas de ello.
Villavicencio había hecho otra denuncia particularmente delicada. Había mostrado fotos, videos, mensajes de una de las más importantes operadoras del ex presidente Rafael Correa (asilado en Europa pero que pasa largas temporadas en México), Raisa Vulgarin, relacionada con Nicolás, el hijo de Gustavo Petro, y su participación en la trama de lavado de dinero para la campaña de su padre, el presidente de Colombia.
Impedido de presentarse a las elecciones y prófugo de la justicia, Correa, muy cercano a Petro, apoyó a la candidata Luisa González, que pasó a la segunda vuelta en las elecciones pero muy difícilmente termine ganando en la segunda.
El sábado 29 de julio, poco antes de ser asesinado, Villavicencio había exhibido la relación de Nicolás Petro Burgos, hijo del presidente Gustavo Petro Urrego, acusado y confeso de haber financiado la campaña de su padre con dinero del narcotráfico, con el presidente Rafael Correa, a través de la joven Vulgarín, candidata a diputada en Ecuador.
Villavicencio mostró fotos donde Vulgarín aparece junto al hijo mayor de Petro incluso luciendo una camiseta con la publicidad del entonces candidato a presidente de Colombia, durante la campaña colombiana en la ciudad de Santa Marta. Vulgarín es la novia de Camilo Burgos, primo de Nicolás Petro y quien, según la acusación de la fiscalía colombiana, era quien lavaba los recursos que Nicolás recibía de narcotraficantes y contrabandistas de la costa atlántica de Colombia para apoyar la campaña de su padre.
Una parte del dinero, declaró Nicolás, se lo quedaba él y la otra iba a la campaña. Es más, Villavicencio, exhibió que quien dirigió la campaña electoral de Gustavo Petro fue un personaje hoy sentenciado y prófugo de la justicia, Vinicio Alvarado Esquivel, que ahora dirige la campaña de la correísta Luisa González, y que según esa información hoy vive en México.
Desde hace meses se ha denunciado que los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación controlan el crimen organizado en Ecuador, desde donde parten redes que se relacionan con Asia, con Colombia, con México y vía Brasil con Africa y de allí a Europa.
Sobre todo ahora, con la reanudación de relaciones entre Colombia y Venezuela, buena parte del narcotráfico colombiano opera a través de Venezuela, donde esas organizaciones son manejadas por políticos y militares, que son los que sostienen a su vez a los disidentes de las FARC, al ELN y participan activamente en el tráfico de cocaína a través de lo que se denomina el cártel de los Soles. La más que porosa frontera entre Colombia y Venezuela en el este y con Ecuador en el sur, permite una movilidad muy amplia en toda la región. La misma lógica se aplica a grupos guerrilleros y políticos a ambos lados de la frontera entre los dos países.
Petro y López Obrador tienen coincidencias políticas. Lo que no pueden es caer en trampas ideológicas que ignoren las tercas realidades de ambos países.