Cuando fallan la información y la inteligencia
Columna

Cuando fallan la información y la inteligencia

¿Por qué falló la inteligencia de Israel para detectar el ataque terrorista de Hamas?¿por qué falló la inteligencia de Estados Unidos en prevenir los atentados del 11 de septiembre de 2001?¿por qué están fallando los sistemas de inteligencia, incluido los de México, en prevenir situaciones que podrían haber sido controladas previamente?. La pregunta es pertinente porque cada vez más la seguridad de los países y las sociedades dependen de una información e inteligencia oportunas y bien analizadas, que permita adelantarse a los acontecimientos. Y cada vez más vemos gobiernos, en México y el mundo, reaccionando ante los ataques, pero lejos de poder preverlos.

¿Por qué falló la poderosísima inteligencia israelí en el ataque de Hamas?. El New York Times concluyó que, entre otras razones, fracasó por la combinación de cuatro elementos: porque los oficiales de inteligencia que supervisan los canales de comunicación utilizados por los atacantes de Hamas no fueron capaces de detectar las señales previas a ese ataque; porque hubo una dependencia y confianza excesiva en el equipo de vigilancia fronteriza que fue fácilmente bloqueado por los atacantes, lo que les permitió asaltar bases militares y matar soldados en sus camas, antes de que siquiera reaccionaran; porque se agruparon demasiadas comandancias en una sola base fronteriza que fue invadida en la fase inicial de la incursión, impidiendo la comunicación con el resto de las fuerzas armadas; y porque fueron engañados al aceptar al pie de la letra las afirmaciones de los líderes militares de Gaza, hechas en canales privados, cuando sabían que estaban siendo monitoreados por Israel, de que no estaban preparados para una batalla.

Las fallas del 11-S en Estados Unidos son similares, pero giran en torno a otro problema: las 18 agencias de seguridad estadounidenses de esa época no estaban coordinadas y no compartían correctamente su información, lo que provocó que una gran cantidad de datos que hubieran podido impedir el ataque terrorista se perdieran, no se usaran, no se compartieran: la información estaba allí, pero no llegó a los canales adecuados. Y como ocurrió con Hamas se subestimó la capacidad de Al Qaeda de organizar una operación de ese tipo, a pesar de advertencias de muchos de sus propios operadores de inteligencia.

Parte de todo esto es algo fundamental en esta época y que se replica en las agencias de inteligencia y en muchos ámbitos de la sociedad: la confianza excesiva en los propios sistemas electrónicos, cibernéticos, las escuchas, ahora en la inteligencia artificial. Israel tenía interceptadas las comunicaciones de Hamas, tenía equipo para monitorear la existencia de túneles en la frontera, tiene los equipos más sofisticados para atender todo tipo de amenazas, pero resultó que los terroristas ingresaron simplemente rompiendo cercas y pasando con motos y camionetas, volando en parapentes, y toda la comunicación, toda la organización se hizo con contactos humanos en forma directa. Y estamos hablando de un ataque que incluyó cerca de mil terroristas, armamento, logística, planificación, coordinación de ataque aéreo con el terrestre. Todo en una franja de territorio que apenas tiene 40 kilómetros de largo y que tomó absolutamente desprevenida a las poderosas fuerzas de seguridad de Israel.

 Todos esos instrumentos cibernéticos, electrónicos, de IA, son esenciales en la seguridad moderna. Pero como ocurrió el 11-S y ahora en este sábado trágico en Israel, lo que faltó fue la inteligencia humana, las filtraciones, los infiltrados, el poder ver a los ojos de los adversarios, que hubiera personas, no máquinas, que pudieran interpretar el clima y manejarse con imaginación respecto a lo que podrían hacer terroristas que no se van a ceñir a ningún código o norma de conducta tradicional, militar o civil. 

No es fácil ni se consigue en un lapso corto de tiempo, al contrario, pero las fuentes humanas son fundamentales para la seguridad, y la progresiva pérdida o subestimación de éstas, se encuentran en la mayoría de los grandes fallos de la inteligencia de los países. 

Eso se combina y está relacionado con otro elemento político clave: el clima de desconfianza generalizada hacia la autoridad, con el surgimiento de movimientos populistas de los que se aprovechan también los terroristas. En el 11-S a todos los elementos objetivos, se sumó la percepción de que el país no había podido trascender la elección de noviembre del año 2000 donde el triunfo de George W. Bush terminó siendo decidido por la Suprema Corte, sin que siquiera se hubieran terminado de contar los votos. En Israel el gobierno de Benjamín Netanyahu, es el más conservador y populista de la historia, de un país que estaba dividido y polarizado, por ese gobierno decidido a vulnerar al poder judicial y muchas libertades de sus ciudadanos. Estaba distraído en su propio conflicto y polarización interna.

En México nos pasa algo similar, con todas las diferencias del caso: no se termina de comprender la magnitud del desafío del crimen organizado (nuestro virtuales terroristas, que han matado 170 mil personas en lo que va del sexenio), el peso del control territorial que ejerce en varios puntos del país, la trascendencia de una crisis migatoria que terminará por estallar en cualquier momento. Hay quienes piensan que los grupos criminales no estarán interesados en los procesos electorales y que no intervendrán, ni generarán provocaciones o estallidos. Se equivocan: están leyendo mal la información que ya poseen. Reacionarán tarde y mal.